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“El dedo en la llaga: Jaime Higa (1982-2016)”
16/04/2016 Cultural

Inauguración: martes 19 de abril

Galería Germán Krüger Espantoso

Hasta el 29 de mayo

A lo largo de casi treinta y cinco años, la producción artística de Jaime Higa ha retratado con humor, inteligencia e ironía diversas transformaciones del país, observando el imaginario de la violencia política, la iconografía religiosa, la música, la teatralización de la identidad y la cultura popular.

Bajo la curaduría de Miguel López, la exposición retrospectiva “El dedo en la llaga: Jaime Higa (1982-2016) presenta en la Galería Germán Krüger Espantoso, más de ochenta obras que incluyen pinturas, serigrafías, fotografías, collages, cómics, el registro de performances, así como diseño gráfico de revistas y casetes, lo que ofrece un amplio panorama de uno de los más agudos y prolíficos artistas del Perú contemporáneo.

Mezcla de arte pop, minimalista, contemporáneo y lúdico, las obras de Higa, despliegan una visión peculiar que se caracteriza por la trasgresión, la alteración de otras imágenes, y la intromisión de la suya propia, reinventado cuadros paradigmáticos y utilizando parte de sus aficiones, como el cómic, las películas de terror o el manga japonés.

La exposición se inaugura este martes 19 de abril a las 7:00 p.m. y estará abierta al público hasta el 29 de mayo. Además, habrá una visita guiada a cargo del curador el miércoles 27 de abril a las 7:00 p. m. El horario de visita es de martes a domingo de 11:00 a. m. a 8:00 p. m. El ingreso es libre.

Sobre al artista

Jaime Higa Oshiro (Lima, 1960) estudió en la Facultad de Artes Plásticas de la Universidad Católica del Perú y en la Escuela Superior de Bellas Artes Corriente Alterna. Sus raíces niponas se interrelacionan con su aprecio por la cultura popular peruana y los diferentes matices que ella alberga.

En 1988 hizo su primera exposición individual en la Galería de la Escuela de Arte de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Tras ella vinieron propuestas como “De flores y vegetales” y “Covers” que muestran su versatilidad al usar formatos como el digital y la fotografía. Éste último soporte le ha valido apariciones en diarios y revistas.

Ha sido parte del grupo “Nazca” de historieta en los ochenta, ha trabajado haciendo gráficas para fanzines underground y revistas de rock, además de ser curador de arte. Ha recibido premios en Perú, Chile y Estados Unidos, participado en homenajes y muestras colectivas en diferentes galerías.

Agradecemos su difusión

Para entrevistas con el artista comunicarse con Augusto Carhuayo al 7067000 anexo 99111 o al teléfono 990118716.

TEXTO DE CURADOR:

 

El dedo en la llaga

Jaime Higa (1982-2016)

Esta exposición revisa casi treinta y cinco años de producción creativa de Jaime Higa. Su obra observa las transformaciones de la cultura contemporánea, dialogando con el universo de la vida popular, las imágenes de la violencia política, la devoción religiosa, la cultura musical, las formas de disidencia social y sexual. Se reúnen aquí alrededor de cien obras, incluyendo pinturas, serigrafías, collages, fotografías, comics y fanzines, registro de performances, así como diseño gráfico para revistas, libros y cassettes.

En su etapa de estudiante en la Universidad Católica, entre 1982 y 1984, Higa desarrolla obras en abierta distancia con los criterios estéticos tradicionales de la escuela. Por un lado, realiza pinturas y collages que incorporan fotografías tomadas de prensa sobre el conflicto armado entre Sendero Luminoso y las fuerzas armadas iniciado en 1980, construyendo paisajes angustiantes de dolor y muerte. Y por otro, Higa hace un uso experimental del lenguaje en diálogo con la poesía, el arte conceptual y el minimalismo.

En 1984, Higa abandona la universidad y se involucra en la escena ‘subterránea’, un momento explosivo de creatividad juvenil contracultural frente al desánimo y la ferocidad de la violencia. A través de historietas, collages, carátulas de discos y performances, el artista hurga en distintas maneras de entender su identidad, intersectando sus orígenes mestizos, su ascendencia japonesa y su pertenencia familiar a la clase trabajadora con una representación feminizada de su propio cuerpo. Entre 1987 y 1989 Higa realiza performances lúdicas y teatrales a través de cuerpos andróginos y dinámicas rituales.“Soy una especie de híbrido” señalaría en ese momento.[1]

La exposición “De laceraciones y otros estigmas” presentada en las salas del ICPNA en 1989 sería una de sus individuales más importantes. En pinturas e instalaciones, Higa contrapone los conflictos de su memoria personal con una realidad social convulsa. Sus cuadros incorporan radiografías intervenidas y una escritura táctil, pero además elementos como cadenas, púas y flores, señalando sutilmente la dimensión invisible del deseo homosexual en la escena subterránea. Una de sus piezas más importantes en ese momento es En la Cruz I y II  (1989), una instalación de gran escala que presenta la perturbadora imagen de una silueta crucificada con marcas de sangre en los brazos y pies. Lo más importante de su producción de esos años es luego exhibida en “Texto / Textura” curada por Gustavo Buntinx en el Museo de Arte Italiano en 1990.

En los años 90, sus obras se desplazan hacia una mirada cada vez más personal de su entorno. La música será la protagonista de sus primeros cuadros. En pinturas posteriores, Higa parodia los modelos de la masculinidad hegemónica usando los códigos del espectáculo propios de la vida globalizada. También van a ingresar en sus cuadros exuberantes estéticas florales, diseños de estampados domésticos y otros elementos que la alta cultura considera pobre, cursi y vulgar. Higa hurga en lo que en Perú existe bajo un nombre despectivo específico: lo “huachafo”, un término que opera como índice de subalternidad social que designa el barroquismo, la exageración, el mal gusto, el amaneramiento, la vergüenza y lo ridículo. Su obra embiste sin miedo ni remordimiento estas jerarquías, regocijándose en su condición espuria, artificial e irreverente.

A lo largo de la última década, la incursión paulatina de personajes tomados de la televisión da lugar a un momento completamente nuevo, el cual marca también la incorporación del autorretrato como una estrategia para imaginar otros modos de vida. Frente a los sentimientos de pertenencia nacional e identidad patriótica, Higa ofrece una operación crítica inversa: imaginar vínculos con cuerpos artificiales, animales y dibujos animados. La insistencia en representar estos personajes no-humanos parece señalar una demanda por imaginar nuevas formas (no-antropocéntricas) de construir comunidades afectivas y políticas en contextos claramente hostiles para quienes no siguen los mandatos tradicionales del deseo y el comportamiento.

Ciertamente el trabajo de Higa no ha dejado de reinventar maneras de introducir el antagonismo. Sus obras habitan con gozo los márgenes de la norma cultural (lo kitsch, la orientalidad, el imaginario infantil, las baratijas, la teatralización de lo masculino, la copia, lo doméstico, lo fetichista) para convertirlos en objetos de deseo colectivo y reivindicarlos como formas legítimas de rebeldía y desobediencia ante todo aquello que escapa a los códigos hegemónicos del gusto y a los modelos normativos de vida. Revisitar su trabajo hoy es reconocer felizmente que la utopía es siempre un espacio de fascinante y gozosa inadecuación.

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