Desde que se ha iniciado la ola de rebeliones populares en el mundo árabe, la norma ha tendido a ser la de protestas antidictatoriales que anhelan ser pacÃficas y que llevan como su bandera la de su respectivo paÃs.
Libia, en cambio, se halla hoy en medio de una sanguinaria guerra civil en la cual la oposición usa su propia tricolor (la de la monarquÃa de 1951-69) contra el bando oficialista que moviliza a sus partidarios bajo la bandera oficial verde.
Las protestas árabes han logrado deponer a los presidentes de Túnez y Egipto, al gabinete de Jordania y vienen minando a los regÃmenes de Yemen y Bahréin. Todos estos 5 paÃses han sido y son aliados de EE.UU., quien ha sido capaz de ir influyendo en los acontecimientos.
La consigna de Washington es de que la mejor manera de mantener el actual orden social es renovando y liberalizando el sistema polÃtico e incluso lograr que se vaya traspasando la jefatura del Estado o del gobierno. A las potencias occidentales e Israel les interesa una transición lo menos violenta y desestabilizante.
Egipto es el paÃs árabe que más subsidios recibe de EE.UU. Sus FF.AA. han sido entrenadas por Washington, quien les da $1,500 millones anuales. Debido a esas influencias, el Ejército egipcio fue instado a no reprimir tan brutalmente a los manifestantes y luego a deponer cupularmente a Mubarak (quien sigue bien protegido por éste en un balneario de su paÃs).
Con Libia la cosa se ha complicado debido a que allà impera desde hace casi 42 años el régimen pan-árabe más contestatario que haya habido ante Occidente. Gadafi ha hecho toda su carrera polÃtica llamando a que los árabes, musulmanes o africanos se unan contra el “imperialismo”. Ha querido crear “Estados antiimperialistas” uniéndose a Túnez, Egipto o Siria. Ha expulsado a su minorÃa italiana, ha guerreado contra los franceses en Chad, ha financiado a grupos intransigentes contra Israel, ha apoyado militarmente al IRA norirlandés, ha estado involucrado en atentados en Gran Bretaña, Alemania y Europa y fue bombardeada por la OTAN contra su suelo en 1986.
En los últimos años Gadafi se fue reconciliando con sus antiguos oponentes. Viajó a EE.UU., Francia e Italia, recibió a Blair, expulsó muchos lÃderes palestinos de su tierra y llamó a unir a los árabes y hebreos en un solo Estado: el de Israeltina.
Pese a ello y a numerosas sociedades mixtas entre Libia y varias transnacionales europeas y americanas, este paÃs mantiene unas FF.AA. y Estado mucho más autónomo que el de su periferia. A pesar de las condenas internacionales de la ONU, Gadafi anuncia la guerra “puerta a puerta” contra las “ratas”.
No se conoce bien quién está detrás de la oposición a Gadafi. Hay desertores de su régimen y gente pro-occidental o pro-monarquÃa. Gadafi dice que quien comanda a sus enemigos es Al Qaeda. Es cierto que ésta se ha llenado de muchos libios y que ésta ha de crecer en un caos tipo Iraq o Afganistán, aunque para Gadafi es más fácil poder neutralizar a la opinión pública interna e internacional reiterando que si él cae, Libia se convertirá en un reducto de los Bin Laden.