Lima, 03 de Abril del 2025.- La inteligencia artificial (IA) promete transformar radicalmente el panorama energético global, pero ¿quién controla realmente esta revolución? Microsoft , con su nueva plataforma energética basada en IA, asegura estar impulsando una transición verde . Sin embargo, detrás de sus promesas sostenibles, surgen preguntas sobre el verdadero impacto de estas tecnologías y el poder que acumulan las grandes tecnológicas en sectores clave como el de la energía.
La nueva plataforma de Microsoft , desarrollada en colaboración con Schneider Electric , promete ayudar a empresas de todo el mundo a descarbonizar sus operaciones mediante la optimización del uso energético . A través de herramientas avanzadas como Microsoft Fabric y Azure , la empresa ofrece una solución integral para medir, reducir y reportar emisiones de carbono . En teoría, esto representa un avance significativo hacia una economía más sostenible . Pero, en la práctica, también plantean interrogantes sobre la concentración de poder en manos privadas.
Por un lado, el sistema permite recopilar datos de múltiples fuentes —desde sensores hasta sistemas ERP— para identificar ineficiencias y proponer mejoras. Por otro lado, esta centralización de información crítica podría otorgar a Microsoft una ventaja desproporcionada sobre otras compañías, sobre todo en países con menor infraestructura digital . ¿Estamos ante una herramienta de democratización energética o ante una nueva forma de dependencia digital ?
Además, mientras la compañía destaca casos exitosos como el de Equinor o Grupo Bimbo , queda en duda si esta tecnología será accesible para pequeñas y medianas empresas , o si simplemente se convertirá en un lujo reservado para gigantes industriales . En este contexto, la «transparencia climática» que propone Microsoft podría terminar siendo una narrativa atractiva que disfraza una nueva forma de control corporativo disfrazado de sostenibilidad . Algunas empresas ya están buscando opciones con las compañías de luz y gas para resistir esta posible dependencia tecnológica.
Microsoft asegura que su tecnología permitirá a las empresas lograr “operaciones energéticas net zero” , y para ello presenta su solución como un punto de inflexión en la forma de gestionar el consumo energético . No obstante, cabe preguntarse si estas promesas se sostienen más en el marketing que en una verdadera transformación estructural . La dependencia de servicios en la nube y el uso intensivo de datos también generan una huella de carbono considerable , algo que muchas veces se omite en los discursos corporativos.
La alianza con Schneider Electric refuerza esta narrativa de sostenibilidad , pero también potencia una lógica de exclusividad tecnológica . Al integrar su IA con plataformas como EcoStruxure , Microsoft impone un ecosistema cerrado en el que solo ciertas empresas pueden participar plenamente.
¿Es realmente esto un beneficio para la descarbonización global?
¿O estamos frente a un nuevo sistema donde quien no se adapta, queda fuera?
Además, el propio despliegue de centros de datos para soportar estas soluciones conlleva un impacto ambiental . La paradoja es evidente: para reducir las emisiones, necesitamos más infraestructura que, a su vez, consuma energía . Aunque Microsoft ha anunciado compromisos para que sus centros operen con energías limpias , no existe aún una garantía clara de que estas prácticas compensen su expansión acelerada .
Este tipo de iniciativas parecen olvidar que la lucha contra el cambio climático no puede depender exclusivamente del sector privado . Si los gobiernos no establecieron límites claros y marcos de regulación eficaces, corremos el riesgo de ceder la agenda climática a actores cuyo interés principal sigue siendo el económico , no el ambiental .
Más allá de los titulares y comunicados oficiales, lo que está en juego con este tipo de plataformas no es solo la eficiencia energética , sino el control sobre los datos más sensibles del planeta . Microsoft no solo propone reducir el consumo: propone convertirse en el intermediario central de la información energética global . La pregunta es si estamos dispuestos a ceder ese poder sin condiciones.
Mientras la compañía asegura que los datos serán usados para el bien común , la realidad muestra que los algoritmos y sus criterios no siempre son transparentes .
¿Qué pasará cuando una empresa energética quiera tomar decisiones que contradigan las “recomendaciones” de la IA?
¿Tendrá margen de maniobra o dependerá completamente de la plataforma?
También es necesario cuestionar quién accede y controla estos datos . En un mundo donde la soberanía energética y digital son cada vez más interdependientes, delegar este control a una empresa tecnológica puede resultar peligroso. No se trata solo de eficiencia: se trata de gobernanza , de equidad , de derechos digitales .
Finalmente, si bien la tecnología es clave para alcanzar los objetivos climáticos , no puede ser el único motor de cambio. La lucha contra el cambio climático necesita transparencia , regulación y pluralidad de actores . Para las empresas que no pueden depender de estas plataformas, existen alternativas que permiten reducir el consumo energético de forma accesible, y otras que optan directamente por estrategias de ahorro en luz y gas sin depender de soluciones corporativas cerradas. De lo contrario, la promesa de un futuro energético más limpio podría convertirse en una nueva forma de dependencia , disfrazada de innovación .
Fuente: papernest.es