Lima, 13 de Diciembre de 2024 – El gas natural es el proceso, pero no el fin. Aunque es una de las alternativas energéticas con mayor demanda en los países de América Latina, la búsqueda por una transición a energías renovables debe continuar para evitar desabastecimientos a futuro, como los que se pronostican para Colombia para 2025. Así lo explica Andrés Schuschny, docente de la Maestría Oficial en Energías Renovables y Maestría Oficial en Ingeniería y Gestión Ambiental de la Universidad Internacional de Valencia – VIU, perteneciente a Planeta Formación y Universidades.
El experto señala que el gas natural ha ganado terreno en los países debido a su uso tanto doméstico como industrial, pero está lejos de ser la solución definitiva, pues aunque su impacto ambiental es más bajo, su combustión genera emisiones de CO2 importantes. «No debería verse al gas natural como una solución a largo plazo», indica el experto en energías renovables. «Los esfuerzos y las inversiones deberían centrarse principalmente en el desarrollo y despliegue de energías renovables y tecnologías de almacenamiento que ofrecen una vía más sostenible hacia un futuro energético más limpio».
El gas natural no es el combustible definitivo
El gas natural es un puente necesario en la búsqueda de una transición energética total, y dado que los países ya tienen infraestructuras necesarias, se debe seguir utilizando, pero siempre con la conciencia de que no es una buena solución a largo plazo, especialmente si demanda grandes inversiones en infraestructuras que desplacen la posibilidad de invertir en generación eléctrica renovable.
Los países que no tienen reservas bien pueden seguir aprovechando el recurso por un tiempo, importándolo, pero esta restricción genera una insostenibilidad a futuro por lo que conviene sustituir los usos basados en el gas natural por los eléctricos.
Los países que exportan gas natural deben mantener sus infraestructuras y aprovechar el recurso disponible, pero al mismo tiempo continuar buscando aprovechar otros recursos como el sol, el viento o la geotermia, así como las olas y mareas como generadores de electricidad. La transición energética debe obedecer a las características particulares de cada región.
«América Latina posee gran potencial de aprovechamiento hidráulico, altos niveles de irradiancia solar y velocidades de viento significativas», detalla Andrés Schuschny. «En Centroamérica y en algunas zonas de los Andes, por ejemplo, se podrá aprovechar la energía geotérmica en forma significativa». No obstante, el camino a la transición todavía tiene sus grandes contras.
Los retos de buscar transiciones energéticas en América Latina
Fuentes de generación eléctrica como la que brinda la energía solar fotovoltaica o la eólica han abaratado sus costos relativos de inversión sustancialmente. Podría parecer una gran oportunidad para implementarla. Sin embargo, tampoco son una solución de fácil implementación debido a su intermitencia, a los altos costos de almacenamiento y a la coordinación requerida para el despacha la electricidad según los requerimientos horarios de la demanda.
«América Latina, además, atraviesa por unos estadios de desarrollo en otros ámbitos. Acelerar la transición energética implica financiarla y eso puede competir con otras prioridades de más corto y mediano plazo», agrega el experto.
Por otro lado, en el marco del Acuerdo de París, los países desarrollados tienen la responsabilidad de facilitar parte del financiamiento para adaptarse y mitigar los efectos del cambio climático y mediar entre las opciones energéticas disponibles.
«Hay países que, frente a la escasez energética o el encarecimiento de recursos importados, se vieron obligados a acelerar la transición. Existen casos de éxito que han contribuido en esa dirección», señala el experto.
Joselyne Torres