Jueves, 19 de Diciembre del 2024
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Cuidar la vida y la dignidad de los niños con diagnóstico médico terminal, un proyecto donde todos pueden participar

Publicado el 19/12/24

Lima, 19 de Diciembre del 2024.– En un paso histórico para la salud y el bienestar infantil en Perú, Casa Khuyana se ha consolidado como la primera asociación civil sin fines de lucro en el país en ofrecer un espacio de cuidado integral para niños que se encuentran en el proceso final de la vida.

El hospice pediátrico que se ha construido en el Valle Sagrado de los Incas, Cusco, es también el tercero de su tipo en Latinoamérica con la misión brindar a los niños con diagnóstico médico terminal y a sus familias cuidados paliativos pediátricos y contención. Ser  parte de Casa Khuyana es, más que un acto de solidaridad, un compromiso con la vida. A través de diferentes formas de apoyo y participación cada persona y empresa tiene la oportunidad de brindar esperanza a quienes más lo necesitan.

El trabajo de Casa Khuyana es posible gracias al compromiso de la comunidad. Desde su fundación, la organización ha demostrado que cada gesto de ayuda puede tener un impacto profundo y positivo en la vida de los niños y sus familias. Las formas en las que cada persona y empresa puede ser parte del hospice pediátrico son muchas y válidas: desde aportar donaciones mensuales en el marco del programa “Padrinos que acompañan”, fundamental y necesaria para sostener el plan de manejo del hospice, hasta brindar tiempo y saberes en las distintas áreas de la asociación.

“Hoy tenemos la oportunidad de este maravilloso proyecto que va a ayudar a muchos niños peruanos a recibir cuidados paliativos y a que pasen de la mejor manera posible sus últimos días de vida”, recalcó Pelusa Tuppia, la primera en sumarse a la campaña de donaciones mensuales. Por un valor accesible, involucrarse puede significar mucho en quien lo hace: “Hará que marques muchas vidas, vas a agradecer la fortuna de hacerlo”, le dice Pelusa a quienes estén pensando ser parte. 

En el proceso de edificación del hospice pediátrico, que comenzó el año pasado, muchos profesionales donaron su trabajo y sus conocimientos, al igual que algunas empresas locales. “Casa Khuyana tiene un gran propósito y ser parte significa dos cosas para mí: responsabilidad y compromiso”, resumió Italo Zevallos, arquitecto paisajista que realizó ad honorem el diseño para los jardines del predio de 3000 metros cuadrados que se yergue en el Valle Sagrado. “Traté de ponerme en el lugar de un niño que, atravesando una situación compleja, llega por primera vez a un lugar desconocido. Así empecé a crear un espacio que ofrezca consuelo al espíritu humano a través de la naturaleza”, explicó.

“Acompañar a nuestros niños que están cerca de la muerte a hacerlo con amor posible, compasión y contención en lo emocional, físico, espiritual y mental” es para Majia Rosé la misión que la convocó a ser parte de la gran comunidad de Casa Khuyana. Ella aporta su tiempo y su compromiso de forma voluntaria, porque considera que el hospice pediátrico tiene un aporte fundamental para hacer en un momento tan trascendental de la vida de una persona, y que todos los niños que deben atravesarlo tienen derecho a pasarlo de la mejor manera posible.

Ser parte de Casa Khuyana es sinónimo de acompañar y brindar bienestar a los niños con diagnóstico médico terminal, y sus familias, en su proceso final de vida “El aporte de todas las personas es fundamental y bienvenido. Creemos que una comunidad unida es la que marca la diferencia”, concluyó Mónica Pfeiffer, fundadora y directora general de la asociación civil. Todas las personas pueden ser parte.

Acerca de Casa Khuyana

Es una asociación civil sin fines de lucro de cooperación internacional, que creó el primer hospice pediátrico de Perú y el tercero de Latinoamérica. Funciona como un hogar donde se brindan cuidados paliativos pediátricos y acompañamiento médico, emocional, social y espiritual a niños con diagnósticos médicos terminales y sus familias. La organización se fundó en 2021 y ha construido un hospice pediátrico de más de 1400 metros cuadrados, en un terreno de 3330 metros cuadrados en el Valle Sagrado de los Incas, Cusco, Perú.



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