Entre fines del siglo XVI y comienzos del XVII vivieron todos los santos del Perú: Santo Toribio de Mogrovejo, San Francisco Solano, San Juan Macías, San Martín de Porras y, por su puesto, Santa Rosa de Lima.
Hija de Gaspar de Flores, natural de Puerto Rico, y de María de Oliva, peruana, Isabel Flores de Oliva nació el 30 de abril de 1586 en la vecindad del hospital del Espíritu Santo de la ciudad Lima y se bautizó en la Iglesia San Sebastián siendo sus padrinos Hernando de Valdés y María Orozco.
De niña se trasladó al pueblo serrano de Quives, en la cuenca del Chillón, cuando su padre asumió el empleo de administrador de un obraje. En opinión de Luis Millones, es probable que esa vivencia, los sufrimientos que padecían los trabajadores indios, pudiera ser la que dio a Rosa la preocupación por remediar las enfermedades y miserias de quienes irían a creer en su virtud.Recibió la confirmación del arzobispo de Lima, Santo Toribio de Mogrovejo, quien la llamó Rosa. Ingresó a la Orden Terciana de Santo Domingo en 1606. Es importante precisar que Santa Rosa no fue monja de clausura, sino laica, usando el hábito dominico. A partir de los 25 años quiso que la llamaran Rosa de Santa María.
La mayor parte del día lo dedicaba al trabajo manual, tejiendo, bordando y cultivando flores en su jardín para ayudar en algo a la economía familiar. Ayudaba a los pobres y más necesitados de Lima, usando su habitación como enfermería. La otra parte la dedicó a la vida de piedad; famosas son sus penitencias, ayunos y mortificaciones continuadas que aún hoy siguen asombrando al mundo.
Afectada por una aguda hemiplejía, Santa Rosa de Lima dejó de existir el 24 de agosto de 1617, en las primeras horas de la madrugada. Fue canonizada por Clemente X en 1671. Se le considera la primera santa de América. Actualmente es patrona de Lima, América, Filipinas e Indias Orientales. El 30 de agosto de 1957 un Decreto Supremo la nombró Patrona de las Fuerzas de la Policía del Perú.