“Llena de gracia”: es el nombre que Dios le da a María y que hoy nosotros celebramos. Lo subrayó el Papa al comienzo de su reflexión en la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, antes de rezar la oración del Ángelus, centrando su alocución en el Evangelio según san Lucas que relata la Anunciación a María.
“Un nombre nuevo, que María no conocía”, dice Francisco, invitando a imaginar el asombro de la Virgen, que solo entonces descubre su identidad más verdadera. “En efecto, al llamarla por ese nombre, – afirma el Papa – Dios le revela su mayor secreto, que hasta entonces había ignorado”. Y añade que a nosotros también nos puede pasar algo parecido.
¿En qué sentido? En el sentido de que también nosotros, pecadores, hemos recibido un don inicial que ha llenado nuestra vida, un bien mayor que todo, una gracia original, de la que, sin embargo, a menudo no somos conscientes.
Nuestra belleza original
“¿De qué se trata esta gracia original? Se trata de aquello que recibimos el día de nuestro Bautismo”, puntualiza el Obispo de Roma, y “es bueno que lo recordemos, ¡y también que lo celebremos! Dios, descendió a nuestras vidas, nos convertimos en sus hijos amados para siempre. ¡He aquí nuestra belleza original de la cual nos podemos regocijar!”
Y hoy, María nos lleva a maravillarnos de “nuestra belleza”, que podemos captar a través de la imagen de la túnica blanca del Bautismo: “Ella nos recuerda que, por debajo del mal con el que nos hemos manchado a lo largo de los años, hay en nosotros un bien mayor”, asegura el Papa y exhorta a confiar en la cercanía de Dios, en nuestra gracia original:
Escuchemos el eco, oigamos a Dios que nos dice: “Hijo, hija, te quiero y estoy siempre contigo, eres importante para mí, tu vida es preciosa”. Cuando las cosas no vayan bien y nos desanimemos, cuando nos abatamos y corramos el riesgo de sentirnos inútiles o equivocados, pensemos en esto, en la gracia original.
Cuesta elegir el bien
A continuación, Francisco evidencia otra cosa importante que nos enseña hoy la Palabra de Dios: que conservar nuestra belleza acarrea un costo, una lucha. “De hecho, – afirma – el Evangelio nos muestra la valentía de María, que dijo “sí” a Dios, que eligió correr el riesgo de Dios; y el pasaje del Génesis, relativo al pecado original, nos habla de una lucha contra el tentador y sus tentaciones”. Algo que también sabemos por experiencia, precisa el Papa y constata:
Cuesta elegir el bien, custodiar el bien que llevamos dentro. Pensemos en cuántas veces lo hemos malgastado cediendo a la atracción del mal, actuando de modo astuto para nuestros propios intereses o haciendo algo que contaminaría nuestro corazón; o incluso perdiendo el tiempo en cosas inútiles y perjudiciales, aplazando la oración y diciendo “hoy no puedo” a los que nos necesitaban y, sin embargo, podíamos.
María es nuestra hermana y sobre todo nuestra Madre
“Pero frente a todo esto, hoy tenemos una buena noticia”. Y es que “María, la única criatura humana sin pecado de la historia, está con nosotros en la lucha, es nuestra hermana y sobre todo nuestra Madre. Y nosotros, a quienes nos cuesta elegir el bien, podemos confiarnos a ella”.
Confiar en María y encomendarle nuestra vida cada día
Confiándonos, consagrándonos a la Virgen, le decimos: “Tómame de la mano, Madre, guíame tú: contigo tendré más fuerza en la lucha contra el mal, contigo redescubriré mi belleza original”. Encomendémonos a María hoy, encomendémonos a María cada día, repitiéndole: “María, te encomiendo mi vida, mi familia, mi trabajo, mi corazón y mis luchas. Me consagro a ti”. Que la Inmaculada nos ayude a preservar del mal nuestra belleza.
Fuente: Vaticano News