Paris, 14 de Setiembre del 2022.- Francia, que siempre cuida su autoestima y está orgullosa de su grandeur cultural, se volcó ayer en comentarios de homenaje y reconocimiento a Jean-Luc Godard. El cineasta franco-suizo, que tenía 91 años, figura de la nouvelle vague, recurrió al suicidio asistido –legal en Suiza–, según confirmaron su esposa, Anne-Marie Miéville, y sus productores. “No estaba enfermo, estaba simplemente agotado –explicó una fuente próxima a la familia al diario Libération –. Tomó, pues, la decisión de acabar. Fue su decisión y era importante para él que se supiera”.
Comparado incluso con Pablo Picasso por la energía transformadora que imprimió al séptimo arte, Godard fue sin duda un símbolo del esplendor cultural francés en el siglo XX, con París como faro universal y un fuerte espíritu de rebeldía. Esa irradiación ya no es la que era, debido al empuje del mundo anglosajón, de ahí que Francia observe con mucha nostalgia a monstruos como el desaparecido realizador de Al final de la escapada ( 1960), el filme que lo catapultó a la fama, y de otro centenar de películas.
Libération , portavoz de la izquierda francesa, fue el primer medio que dio la noticia del fallecimiento de Godard en su domicilio suizo, aunque se tardó horas en saber que se había tratado de un suicidio asistido. El rotativo lo definió como “un cineasta total, de mil vidas y con una obra tan prolífica como proteiforme”. Según Libération , Godard “deja una carrera llena de obras de arte y de incomprensiones”. Le Monde constató que, “desde los años sesenta, Godard ha formado parte de aquellos que rechazaron los límites estéticos y narrativos del séptimo arte y encarnaron la nouvelle vague”. Godard marcó “un antes y un después en el cine”.
El cineasta fue un símbolo del esplendor cultural de París en el siglo XX y de su espíritu transgresor
Gilles Jacob, antiguo presidente del festival de Cannes, no dudó en afirmar que Godard es “el Picasso del cine”, debido a sus intuiciones, innovaciones y diversas épocas creativas.
El Elíseo, cuyos actuales inquilinos son muy sensibles a la cultura, suele cuidar mucho sus palabras ante óbitos como el de ayer. El tributo fue apasionado. El presidente de la República, Emmanuel Macron, publicó un tuit en el que aseguró que Godard “fue como una aparición en el cine francés”, del que se convirtió en “maestro”. Para el jefe de Estado, el desaparecido director fue “el más iconoclasta de los cineastas de la nouvelle vague, inventó un arte absolutamente moderno, intensamente libre”. “Perdemos un tesoro nacional, una mirada de genio”, concluyó Macron.
Nacido en París de padres suizos, Godard estudió Antropología en la Sorbona pero las sesiones en la Cinemateca y en las salas del Barrio Latino lo encaminaron hacia otra dirección. De muy joven comenzó a escribir como crítico en Cahiers du Cinéma , una publicación que sería clave y de la que salieron François Truffaut, Claude Chabrol y Éric Rohmer, entre otros.
Macron destaca el carácter iconoclasta del realizador y lamenta la pérdida de “un tesoro nacional”
En los años cincuenta, Godard trabajó como obrero de la construcción en Suiza, en una presa. Fue allí donde se estrenó como cineasta, con un documental de veinte minutos, Opération béton (Operación cemento).
Contrariamente a lo que podría suponerse, los redactores de Cahiers du Cinéma no eran, en su origen, jóvenes de izquierda sino más bien conservadores. Los izquierdistas se expresaban en otra revista, Positif.
Al final de la escapada fue el éxito que propulsó la carrera de Godard. Ayer todas las cadenas repetían la escena de Jean Seberg, junto a Jean-Paul Belmondo, vendiendo ejemplares del diario New York Herald Tribune por los Campos Elíseos. El joven realizador introdujo la improvisación y la espontaneidad en las escenas. Fue rompedor. A lo largo de su trayectoria, Godard trabajó con todos los grandes, desde Michel Piccoli a Jeanne Moreau, de Alain Delon a Jane Fonda.
Los medios recuerdan que Godard cedió a los productores e incluyó un desnudo de Bardot en ‘El desprecio’
En sus obituarios, las televisiones francesas recordaron una circunstancia de la película El desprecio (1963), con Brigitte Bardot y Michel Piccoli como protagonistas. Ni siquiera un personaje como Godard podía escapar a las exigencias comerciales de los productores, en este caso el estadounidense Joe Levine y el italiano Carlo Ponti (difunto marido de Sophia Loren). Bardot era un sex-symbol global al que había que rentabilizar, pese a los reparos de la propia actriz y del director. La primera versión de El desprecio no gustó a los productores, que exigían un desnudo como gancho para el espectador. “No, no, esto no funciona –dijo Levine cuando visionó la cinta–. Quiero ver el culo de Bardot”. Godard se plegó ante la presión y añadió la célebre escena en la cama, con la espalda y el trasero de Bardot desnudos, y un diálogo muy explícito (“¿Te gustan mi culo, mis senos, mis pies?). La única condición del director fue usar unos filtros de colores (rojo, blanco y azul) que amortiguaban el efecto erótico. Eran los años sesenta. Fue una rebeldía impuesta pero controlada.
Fuente: La Vanguardia / Foto: Christian Hartmann / Reuters.