La salida de un centenar de personas de la planta de Azovstal, por mediación de la ONU y la Cruz Roja, da esperanzas para sacar al resto de atrapados
Mundo, 2 de Mayo del 2022.- Cien personas salieron este domingo por la tarde del polígono industrial de Azovstal en Mariúpol gracias a la mediación de la ONU y la Cruz Roja. El ejército ruso detuvo el bombardeo y el ucraniano no sacó ventaja militar de la tregua. Fue una evacuación mínima y, al mismo tiempo, un gran gesto.
Mientras la guerra se intensifica en todos los frentes, los del sur y los del Donbass, la salida de este centenar de personas sienta un precedente –aunque frágil y posiblemente estéril– sobre el que organizar otras evacuaciones y formar un corredor humanitario que salve al millar de civiles que lleva dos meses atrapado en el laberinto de túneles y búnkeres de Azovstal. Junto a ellos resisten unos 2.000 soldados ucranianos. Quinientos están heridos sin opción de ninguna cura desde que hace unos días las bombas destruyeran el hospital subterráneo.
A las cuatro de la tarde, el centenar de evacuados salieron a la luz del sol por primera vez en dos meses. Los autobuses entraron en el polígono y se detuvieron en un lugar asignado. La artillería guardaba silencio por primera vez en muchas semanas.
El convoy se dirigió entonces hacia las afueras de la ciudad y continuó en dirección a Zaporiyia, una ciudad en manos ucranianas situada a 70 kilómetros del frente y 230 de Mariúpol. La ONU y la Cruz Roja guardaron silencio durante este viaje por territorio ocupado. Cualquier palabra de más ponía en peligro la vida de los evacuados.
La espera en el centro de acogida de refugiados en Zaporiyia era tensa. No había hora de llegada, pero todo estaba preparado. Los hospitales también habían liberado espacio para atender a los enfermos y heridos.
La situación de las personas atrapadas en Azovstal es crítica desde hace semanas. Hasta ahora no había sido posible sacar a nadie. El ejército ruso no había respetado las treguas apalabradas, mientras que los militares ucranianos, comprometidos con una resistencia hasta el último hombre, también dificultaban la salida de los civiles.
Rusia anuncia que ha evacuado a casi un millón de ucranianos, pero es posible que se trate de deportaciones
Rusia, aun así, anunció este domingo que el sábado evacuó por su cuenta a varias decenas de personas de Azovstal. El ministro de Asuntos Exteriores, Serguéi Lavrov, mencionó que casi un millón de ucranianos han encontrado refugio en Rusia. Habló de evacuaciones humanitarias, aunque es posible que se trate de deportaciones forzosas, lo que supondría un crimen de guerra.
Mariúpol acumula adjetivos que describen las peores tragedias bélicas. El ejército ruso la ha sometido a un asedio medieval desde el inicio de la guerra a finales de febrero. Tenía 450.000 habitantes y unos 100.000 aún viven allí. Las autoridades ucranianas hablan de por los menos 20.000 muertos, muchos enterrados en fosas comunes, otros incinerados en hornos móviles. Los que han conseguido huir han sido testigos de crímenes de guerra cometidos contra sus familiares, amigos y vecinos.
Estas atrocidades dificultan cualquier negociación. La desconfianza entre los dos bandos es absoluta. Por eso es tan importante la mediación de las Naciones Unidas y la Cruz Roja. Han demostrado que hay una alternativa a las armas.
Su trabajo, sin embargo, puede ser flor de un día. Los combates en Járkiv, polo industrial del este, ganan en intensidad, como también lo hacen en todo el frente del Donbass y en Odessa. Los bombardeos causan estragos en las infraestructuras y la población civil.
La consecuencia más evidente es que escasea el combustible. Muchas estaciones de servicio, no solo en las zonas más calientes, sino también en Zaporiyia, racionan el combustible a diez litros por coche y veinte si hay suerte.
A Zaporiyia llegan a diario muchos refugiados de los territorios ocupados por Rusia, sobre todo de Jersón, una ciudad que cayó en los primeros días de la guerra. El Kremlin ha aplicado un programa estricto de rusificación. El rublo es ahora la moneda oficial, aunque está por ver cómo se gestionan las finanzas porque el sistema bancario es ucraniano. La letra Z luce en muchas fachadas y la bandera rusa ondea en cada mástil. La televisión rusa es la única que se ve y la estatua de Lenin, que la población había derribado, vuelve a estar de pie.
Este dominio del territorio, con un fuerte control político y económico, demuestra la esencia colonialista de esta guerra. El Kremlin lucha por ampliar el espacio geográfico de Rusia y someter a un pueblo que escapaba a su control.
Frente a este expansionismo se ha levantado Estados Unidos y una cuarentena de países, casi todos europeos. Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes, estuvo el sábado en Kyiv. Fue una visita secreta, de apenas tres horas, suficientes, sin embargo, para reiterar el mensaje de que Estados Unidos apoyará a Ucrania “hasta la victoria final”.
El Congreso norteamericano se dispone a aprobar una ayuda militar, económica y humanitaria de 33.000 millones de dólares. Pelosi, que habló con la prensa el domingo por la mañana, cuando ya estaba de vuelta en Polonia, no teme que este apoyo escale una guerra que ya ha desbordado las fronteras ucranianas. No le importa tampoco que cada día sea más evidente el enfrentamiento directo entre Estados Unidos y Rusia. A las amenazas del presidente ruso Vladímir Putin contesta, desafiante, con un “no me dejo intimidar por matones”.
La semana pasada, también en Kyiv, los secretarios de Estado y Defensa, señalaron que el objetivo de Washington no es solo conseguir que Ucrania recupere la soberanía sobre su territorio, sino debilitar a Rusia para que no siga siendo una amenaza para sus vecinos.
Este maximalismo, tanto en la Casa Blanca como en el Kremlin, convierte la evacuación de este domingo en una excepción que lo tiene muy difícil para normalizarse.