En su homilía recordó que Jesús de Nazaret nació como «un niño pobre envuelto en pañales» rodeado de pastores que trabajaban cuidando de su rebaño: «Este es el mensaje: Dios no cabalga en la grandeza, sino que desciende en la pequeñez. La pequeñez es el camino que eligió para llegar a nosotros», apuntó.
El papa se preguntó si el mundo ha sabido acoger ese camino, el de la «pequeñez», para después lamentar que en los tiempos que corren «Dios baja y nosotros queremos subir al pedestal».
«Acoger la pequeñez también significa abrazar a Jesús en los pequeños de hoy; es decir, amarlo en los últimos, servirlo en los pobres […]. Que en esta noche de amor nos invada un único temor: herir el amor de Dios, herirlo despreciando a los pobres con nuestra indiferencia», advirtió.
Pero Francisco no solo se dirigió en su homilía a los fieles del mundo, sino también a la propia jerarquía del cristianismo, llamando a la «unidad» y a practicar la caridad.
Porque en el portal de Belén, explicó, además de los pastores, también están los «eruditos, los ricos y los magos».
«Queridos hermanos y hermanas, volvamos a Belén, volvamos a los orígenes: a lo esencial de la fe, al primer amor, a la adoración y a la caridad […]. Que Dios nos conceda ser una Iglesia adoradora, pobre y fraterna. Esto es lo esencial. Volvamos a Belén», instó.