Alemania celebró este sábado el 30.º aniversario de su reunificación con un ceremonial más discreto que en anteriores aniversarios, como marcan estos tiempos de coronavirus, no aptos para las aglomeraciones de gente.
“No hay duda de que el proceso de unificación afectó más duramente a los alemanes del este que a los del oeste; y también con demasiada frecuencia la perspectiva de los alemanes del oeste es afirmada como la general de Alemania”, admitió el presidente federal, Frank-Walter Steinmeier, en el acto conmemorativo en el pabellón Metropolis de Potsdam, ciudad que acogió las celebraciones, que cada año tienen lugar en una ciudad distinta.
En el acto se hallaba también la canciller, Angela Merkel, que en una brevísima intervención alabó “el coraje de la gente de la antigua Alemania del este, que salió a la calle y empezó la revolución pacífica” en otoño del 1989, que marcó el inicio del proceso histórico que un año después conduciría a la reunificación del país.
En el discurso central de la ceremonia, el jefe del Estado Steinmeier dibujó la unidad alemana como una historia de éxito, pero llamó a “hablar abiertamente de los errores y las injusticias” cometidos durante el proceso, y argumentó que se precisa “una lectura común y crítica” de la historia de la reunificación, en un llamamiento que sonaba dirigido sobre todo a los alemanes occidentales.
Entre la caída del muro de Berlín, el 9 de noviembre de 1989, y la reunificación el 3 de octubre de 1990 transcurrió casi un año de negociaciones y esperanzas que se plasmaron en un proceso desde el principio asimétrico, pues la RDA dejó de existir y se incorporó a la RFA asumiendo su ordenamiento jurídico. “Actualmente vivimos una paradoja; no hemos llegado tan lejos como deberíamos, pero hemos avanzado ya más de lo que pensamos”, resumió Frank-Walter Steinmeier.
Del informe anual que desde 1997 encarga el Gobierno para evaluar la unidad alemana, publicado el pasado septiembre, se desprende que, treinta años después de la reunificación, los länder de la antigua RDA han compensado en buena medida su retraso económico respecto a la Alemania occidental, pero sus ciudadanos siguen teniendo menos confianza en las instituciones democráticas.
Pese a las evidentes mejoras, sigue habiendo desequilibrios socioeconómicos entre los länder occidentales y los länder orientales, y que muchos alemanes del este se sienten ciudadanos de segunda clase.
Entre los avances figura el hecho de que el PIB per cápita de los länder de la antigua RDA, incluida Berlín, que en 1990 representaba apenas el 37% del de la Alemania occidental, aumentó el año pasado el 79,1%% en ese mismo concepto. Hay ciudades del este que atraen riqueza y talento, como Leipzig o Dresde, las zonas rurales sufren pérdida de población, un proceso que arrancó con la reunificación.
El desempleo en el este, que en los primeros años de la reunificación duplicaba la media nacional, se ha reducido mucho, pero sigue estando por encima de la media alemana.
Con la reunificación, unos 1,9 millones de alemanes del este –en general jóvenes, cualificados, y entre ellos muchas mujeres– emigraron al oeste, empujados por las ganas de mejorar expectativas, pero también obligados por las privatizaciones de la anquilosada industria germanooriental. Otros tuvieron que quedarse y engrosar las filas del paro.
El presidente Steinmeier aludió ayer a “las consecuencias traumáticas de la liquidación de empresas enteras, y lo que significó para los alemanes orientales la disolución de los equipamientos sociales y culturales vinculados a esas empresas”.
Pese a que la mujer que desde el 2005 gobierna Alemania procede del este (Angela Merkel nació en Hamburgo, pero su familia se mudó a la RDA siendo ella un bebé, y allí creció y se formó), en la política alemana continúan predominando los alemanes occidentales. Resultado: muchos alemanes del este se sienten discriminados por los occidentales, más representados en las élites académicas, políticas, administrativas y económicas.
Junto a la constatación por los avances logrados en la convergencia económica entre las dos partes de Alemania, existe también preocupación por la sólida implantación de la ultraderecha en el este del país, si bien está también presente en el oeste. “Los colores negro rojo y oro son nuestros colores, los colores de la libertad y de la democracia, y no dejaremos que nos los quiten”, alertó el presidente Steinmeier.
En este trigésimo aniversario le correspondió ser sede del Día de la Unidad Alemana a la capital de Brandemburgo, land que formaba parte de la antigua que formaba parte de la antigua RDA comunista, como Mecklemburgo-Antepomerania, Turingia, Sajonia, Sajonia-Anhalt, y su entonces capital, Berlín Este.
“Vivamos nuestra unidad en la diversidad”, dijo el presidente de Brandemburgo, Dietmar Woidke, que urgió a los alemanes del este a sentirse orgullosos de las contribuciones que han realizado a la Alemania reunificada. Como suele hacerse en este país, los actos conmemorativos comenzaron con una plegaria ecuménica a la que asistieron las autoridades, que se celebró en la iglesia católica de San Pedro y San Pablo de Potsdam.
FUENTE: LA VANGUARDIA