Lunes, 23 de Diciembre del 2024
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¿Quedarse en casa está afectando el sistema inmunitario de tu hijo?

Publicado el 14/09/20

La pandemia de coronavirus tiene algunos aspectos positivos. A mi parecer, el ganador evidente ha sido la encantadora escasez de mocos: mis hijos no se han resfriado desde marzo, y yo tampoco, y no he echado de menos esas narices rojas y con costras de mocos ni un poquito.

No obstante, sé que puede ser benéfico para los niños encontrarse con bacterias y virus, porque la exposición a los microbios determina el desarrollo del sistema inmunitario. Esta es una de las razones por las que tenemos vacunas; cuando inyectamos en nuestro cuerpo partículas de patógenos atenuados, o muertos, este aprende a reconocer y combatir mejor estos mismos patógenos (vivos) en el futuro.

La exposición a una amplia variedad de microbios en la primera infancia también entrena al sistema inmunitario de los niños para reconocer lo que es peligroso y lo que no. Ahora se les dice a los padres que alimenten a sus bebés con alérgenos como la crema de maní y los huevos más temprano en la infancia que tarde, porque al hacerlo se enseña al sistema inmunitario del bebé, poco a poco, que estos alimentos son seguros.

De acuerdo con la hipótesis de la higiene (una teoría controvertida propuesta por primera vez en 1989 por el científico inglés David P. Strachan), puesto que los niños de los países desarrollados han crecido con más toallitas desinfectantes y con lejía y menos infecciones en las últimas décadas, los índices de alergias y enfermedades autoinmunes han aumentado de manera sustancial. De acuerdo con el planteamiento, la limpieza y el aislamiento no son buenos para desarrollar inmunidad, aunque algunos científicos no están convencidos.

De manera que no puedo evitar preguntarme lo siguiente, mientras celebro la falta de mocos y estornudos: ¿el aislamiento por el COVID-19 está afectando la inmunidad de los niños? ¿Encerrar a nuestros hijos en el apartamento todo el día para protegerlos de un virus los hará más susceptibles a otros, incluso a algunas enfermedades crónicas, por el resto de sus vidas?

Es mejor contraer algunas enfermedades pronto y otras más tarde

Primero, algunas noticias tranquilizadoras: el sistema inmunitario de algunos niños se beneficiará de pasar más tiempo en casa este año. Por ejemplo, el virus respiratorio sincitial, o VRS, es un virus respiratorio común que los niños suelen contraer antes de los 2 años (a menudo en la guardería). El VRS puede ser muy grave y es la causa de unas 57.000 hospitalizaciones de bebés y niños pequeños estadounidenses cada año. También se cree que, en casos poco frecuentes, el VRS desencadena el asma, una enfermedad provocada en parte por una respuesta inmunitaria hiperactiva, y “cuanto más joven eres cuando contraes el VRS, mayor es el riesgo”, afirmó Tobias Kollmann, doctor en Medicina y Filosofía y médico pediatra de enfermedades infecciosas del Instituto Telethon Kids en Perth, Australia. Por lo tanto, si los bebés que de otra manera habrían contraído el VRS este año no lo hacen, es una victoria; cuando lo contraigan más adelante (casi todos los niños lo hacen), los riesgos potenciales serán menores”.

No obstante, podemos decir lo contrario de otras infecciones. El citomegalovirus (CMV) y el virus de Epstein-Barr (VEB), dos infecciones comunes causadas por los virus del herpes, provocan pocos síntomas graves en los niños pequeños, pero cuando los niños mayores los contraen pueden causar mononucleosis infecciosa, una enfermedad debilitante que puede durar meses. Además, en casos poco frecuentes, los niños con mononucleosis también presentan complicaciones más graves; se les puede romper el bazo, lo cual puede ser fatal.

El sarampión, las paperas y la varicela son otras infecciones que pueden ser más graves cuando las contraen niños de mayor edad, pero, en Estados Unidos, estas infecciones se pueden prevenir con vacunas.

También resulta interesante que los niños que contraen el CMV cuando son pequeños pueden obtener beneficios inmunitarios adicionales. (En Estados Unidos, aproximadamente la mitad de la población de adultos jóvenes tiene CMV; en los países en desarrollo, la proporción es más cercana al 80 o 90 por ciento, aunque las personas rara vez saben si lo tienen o no). El virus permanece en el cuerpo de por vida y, al igual que otros virus del herpes, ha evolucionado junto con los humanos durante muchos millones de años. Tiene “un gran impacto en la inmunidad”, señaló Sallie Permar, doctora en Medicina y Filosofía e inmunóloga pediatra de la Facultad de Medicina de la Universidad de Duke.

Los beneficios de la exposición temprana a los microbios, alérgenos y bichos

No obstante, las infecciones no son lo único que se debe considerar. Cuando los niños están cerca de otros niños, comparten microbios que no necesariamente enferman a alguien, pero que pueden ser buenos para desarrollar la inmunidad, ya que siembran un ecosistema más sano de microbios en el cuerpo, o microbioma.

En un estudio de 2015, los investigadores estudiaron babuinos africanos que tenían comportamientos y dietas similares y ambientes superpuestos, pero que diferían en un aspecto clave: un grupo se dedicaba al aseo social (se tocaban y se quitaban cosas unos a otros), mientras que el otro no. Descubrieron que los babuinos que se acicalaban mutuamente tenían microbiomas con mayores similitudes entre sí, lo que sugiere que el contacto social ocasiona intercambios microbianos significativos.

En otro documento de 2015, los investigadores teorizaron que, cuando las personas se aíslan unas de otras y pasan la mayor parte del tiempo al interior, se puede reducir “nuestra exposición a microbiomas más ricos de otras fuentes, lo que limita el desarrollo de nuestro sistema inmunitario”.

Otra razón por la que una mayor exposición puede ser mejor es que cuando los niños pequeños están expuestos con regularidad a pequeñas cantidades de alérgenos potenciales, como el polen, los huevos, la crema de cacahuate y los camarones, sus cuerpos se entrenan para manejar bien estos alimentos en el futuro.

“La idea es que, si se está expuesto a un elemento de manera recurrente, se llega a ser tolerante a ello en lugar de tener una respuesta hiperactiva”, comentó Permar. (Los pediatras solían decirles a los padres lo contrario: que debían esperar hasta que sus bebés fueran mayores para introducir alimentos alergénicos, pero los ensayos clínicos llevados a cabo en 2015 y 2016 demostraron que una exposición más temprana es mejor y la Academia Americana de Pediatría de Estados Unidos ha cambiado sus recomendaciones).

Otras investigaciones sugieren que una mayor exposición a los bichos “buenos” es mejor. Los bebés a los que se les suministran antibióticos, que matan los microbios de su microbioma, corren un riesgo mayor de desarrollar asma, eccema y alergias, mientras que los niños que crecen en granjas y están rodeados de animales que albergan todo tipo de microbios tienen un menor riesgo de desarrollar estas mismas enfermedades.

Un experimento inédito de 2019 informó que los bebés que crecen en granjas tienen más bacterias intestinales conocidas por reducir la inflamación. Una teoría conocida como la hipótesis de los “viejos amigos”, desarrollada en 2003 por el microbiólogo británico Graham Rook como remplazo de la hipótesis de la higiene, sugiere que la exposición frecuente a microbios inofensivos que han evolucionado junto con los humanos ayudan a entrenar al sistema inmunitario en desarrollo.

“Necesitas esa exposición microbiana para desarrollar de verdad tu sistema inmunitario por completo”, afirmó B. Brett Finlay, microbiólogo de la Universidad de Columbia Británica y coautor de “Let Them Eat Dirt: Saving Your Child from an Oversanitized World” (deja que coma tierra: cómo salvar a tu hijo de un mundo demasiado desinfectado).

Añadió que “nuestro sistema inmunitario está diseñado para estar expuesto a elementos en una etapa temprana, para poder estar listos para el resto de nuestra vida”.

¿Esto significa que si tus hijos se quedan en casa todo el año su sistema inmunitario estará condenado? No, porque cuando se trata de cómo se desarrolla el sistema inmunitario, “hay muchos elementos que considerar”, comentó Ruchi Singla, alergólogo pediatra e inmunólogo de la Universidad de Medicina de Chicago. “Así como el sistema inmunitario es sumamente complejo, todas las cosas que lo afectan tienen la misma complejidad”. Por ejemplo, la inmunidad está formada en gran parte por la genética, lo que significa que lo que hagan o dejen de hacer tus hijos este año solo determinará ciertos aspectos de su inmunidad.

“No hay un modelo único para todos”

Por eso, cuando los investigadores tratan de averiguar de qué manera los comportamientos y las elecciones específicos dan forma a las reacciones inmunitarias, no siempre obtienen respuestas claras. Decenas de estudios han tratado de comprender los efectos en la salud de asistir a una guardería al comparar a los niños que van a la guardería con los que se quedan en casa, con la esperanza de identificar las diferencias en los índices de alergias, asma y otras enfermedades relacionadas con el sistema inmunitario; sin embargo, los estudios son en gran parte contradictorios; si un estudio llega a una conclusión, a menudo otro la contradice. Dado que la inmunidad está determinada por tantos factores, dijo Permar, si aislar a nuestros hijos durante un año o dos tiene algún efecto, “probablemente será sutil”.

Las familias que se quedan en casa este año también pueden hacer otras cosas para equilibrar los efectos potencialmente perjudiciales del aislamiento. Algunas madres podrían amamantar a sus bebés durante más tiempo del que lo harían, afirmó Finlay, lo que podría fortalecer su inmunidad, ya que la leche materna contiene anticuerpos de la madre. (A este respecto, la evidencia sobre cómo la leche materna determina la inmunidad también es variada).

Además, las familias podrían pasar más tiempo al aire libre de lo normal, donde estarán expuestas a microbios más diversos. Muchas familias también adoptaron mascotas durante la pandemia, y las investigaciones sugieren que tener una mascota (especialmente perros) reduce el riesgo de padecer eccema y asma. La conclusión es que el impacto del aislamiento inducido por el coronavirus “no es un modelo único que se adapte a todos los casos”, dijo Finlay.

 

© The New York Times 2020



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