Hijo del presidente Manuel Pardo, el dramaturgo, poeta, abogado y político peruano Felipe Pardo y Aliaga nació en Lima el 11 de junio de 1806 en el seno de una familia aristocrática. Al lado de con Manuel Ascencio Segura fue el representante más importante del costumbrismo en los inicios de la literatura peruana republicana.
Debido a la proclamación de la Independencia (1821), su padre decidió irse con su familia a España. En España estudió bajo la orientación de Alberto Lista, al lado de Espronceda.
En 1828 regresó al Perú para hacerse cargo de asuntos familiares, ya que sus abuelos maternos habían muerto hacía poco. De ideas conservadoras y antidemocráticas, Pardo y Aliaga no ve con buenos ojos la igualdad entre seres de diferentes castas y razas.
Gracias a José María Pando, ministro de gobierno, fue nombrado director del periódico oficial, al que denominó “El Conciliador”. Entre los años 1834 y 1835 colaboró en la redacción de periódicos como “El Voto Nacional”, “El Hijo del Montonero”. En este período publica Frutos de la educación (1830), Una huérfana en Chorrillos (1833), Don Lecadio o el aniversario de Ayacucho (1833). En 1835, Santiago Salaverry, presidente de la República, lo nombró Ministro plenipotenciario en Bolivia, Chile y España. En Valaparaíso publica “La jeta”, una sátira contra el general Santa Cruz, prohombre de la Confederación Peru-Bolivia. Ese mismo año contrajo matrimonio con Petronila de Lavalle y Cavero, quien pertenecía a una importante familia limeña.
Posteriormente publicó el muy conocido artículo Un viaje (1840), La historia del niño Goyito. “Obra maestra en el género este último, por la fluidez, gracia y elegancia del lenguaje, por la aguda observación de tipos criollos de la vieja Lima y por la correcta y acerada crítica de rancias e irracionales costumbres”, comenta Washington Delgado.
En 1850 fundó “El espejo de mi tierra”, periódico donde muestra claramente su intención de moralizar.
Felipe Pardo y Aliaga falleció el 25 de diciembre de 1868.
OBRAS:
A) LETRILAS Y EPIGRAMAS:
– Que guapo chico.
– A mi levita.
– El Ministro y el Aspirante
– Los paraísos de Sempronio.
– La jeta.
– A mi hijo en sus días.
B) SONETOS:
– a pepa
– a mercedes
Líricas:
• – Corrida de toros
• – Qué guapo chico
• – El ministro y el aspirante
• – La nariz
• – La constitución de Lima
• – El carnaval de Lima
Comedias:
• – Frutos de la educación
• – Don Leocadio y el aniversario de Ayacucho
• – Una huérfana en Chorrillos.
Artículos Costumbristas
• – Un viaje
• – El paseo de Amancaes
UN VIAJE
Mi partida es forzosa que bien sabes
que si pudiera yo no me partiera (Lope de Vega).
El niño Goyito está de viaje. El niño Goyito va a cumplir cincuenta y dos años; pero cuando salió del vientre de su madre le llamaron niño Goyito; y niño Goyito le llaman hoy, y niño Goyito le llamarán treinta años más, porque hay muchas gentes que van al panteón como salieron del vientre de su madre.
Este niño Goyito, que en cualquiera otra parte sería un don Gregorión de buen tamaño, ha estado recibiendo por tres años enteros cartas de Chile en que le avisan que es forzoso que se transporte a aquel país a arreglar ciertos negocios interesantísimos de familia que han quedado embrollados con la muerte súbita de un deudo . Los tres años los consumió la discreción gregoriana en considerar cómo se contestarían estas cartas y cómo se efectuaría este viaje. El buen hombre no podía decidirse ni a uno ni a otro. Pero el corresponsal menudeaba sus instancias; y ya fue preciso consultarse con el profesor, y con el médico, y con los amigos. Pues, señor, asunto concluido: el niño Goyito se va a Chile.
La noticia corrió por toda la parentela, dio conversación y quehaceres a todos los criados, afanes y devociones a todos los conventos; y convirtió la casa en una Liorna. Busca costureras por aquí, sastre por allá, fondista por acullá. Un hacendado de Cañete mandó tejer en Chincha cigarreras. La madre Transverberación del Espíritu Santo se encargó en un convento de una parte de los dulces; Sor María en Gracia, fabricó en otro su buena porción de ellos; la madre Salomé tomó a su cargo en el suyo las pastillas; una monjita recoleta mandó de regalo un escapulario; otras, dos estampitas; el Padre Florencio de San Pedro corrió con los sorbetes, y se encargaron a distintos manufactores y comisionados sustancias de gallina, botiquín, vinagre de los cuatro ladrones para el mareo, camisas a centenares, capingo (don Gregorio llamaba capingo a lo que llamamos capote), chaqueta y pantalón para los días fríos, chaqueta y pantalón para los días templados, chaqueta y pantalones para los días calurosos. En suma, la expedición de Bonaparte a Egipto no tuvo más preparativos.
Seis meses se consumieron en ellos, gracias a la actividad de las niñas (hablo de las hermanitas de Gregorio, la menor de las cuales era su madrina de bautismo), quienes, sin embargo del dolor de que se hallaban atravesadas con este viaje, tomaron en un santiamén todas las providencias del caso.
Vamos al buque. Y ¿quién verá si este buque es bueno o malo? ¡Válgame Dios! ¿Qué conflicto! ¿Se ocurrirá al inglés don Jorge, que vive en los altos? Ni pensarlo; las hermanitas dicen que es un bárbaro capaz de embarcarse en un zapato. Un catalán pulpero, que ha navegado de condestable en La Esmeralda, es, por fin, el perito. Le costean caballo, va al Callao, practica su reconocimiento y vuelve diciendo que el barco es bueno; y que don Goyito irá tan seguro como en un navío de la Real Armada. Con esta noticia calma la inquietud.
Despedidas. La calesa trajina por toda Lima. ¿Con qué se nos va usted?¿Con qué se decide usted a embarcarse?… ¡Buen valorazo! Don Gregorio se ofrece a la disposición de todos: se le bañan los ojos en lágrimas a cada abrazo. Encarga que le encomienden a Dios. A él le encargan jamones, dulces, lenguas y cobranzas. Y ni a él le encomienda nadie a Dios, ni él se vuelve a acordar de los jamones, de los dulces, de las lenguas ni de las cobranzas.
Llega el día de la partida. ¡Qué bulla! ¡Qué jarana! ¡Qué Babilonia! Baúles en el patio, cajones en el dormitorio, colchones en el zaguán, diluvios de canastos por todas partes. Todo sale, por fin, y todo se embarca, aunque con bastantes trabajos. Marcha don Gregorio, acompañado de una numerosa caterva, a la que pertenecen también, con pendones y cordón de San Francisco de Paula, las amantes hermanitas, que sólo por el buen hermano pudieron hacer el horrendo sacrificio de ir por primera vez al Callao. Las infelices no se quitan el pañuelo de los ojos, y lo mismo le sucede al viajero. Se acerca la hora del embarque, y se agravan los soponcios. ¿Si nos volveremos a ver?… Por fin, es forzoso partir; el bote aguarda. Va la comitiva al muelle: abrazos generales, sollozos, los amigos separan a los hermanos: “¡Adiós hermanitas mías!” “¡Adiós, Goyito de mi corazón! La alma de mi mamá Chombita te lleve con bien.”
Este viaje ha sido un acontecimiento notable de la familia; ha fijado una época de eterna recordación; ha constituido una era, como la cristiana, como la de Hégira, como la de la fundación de Roma, como el Diluvio Universal, como la era de Nabonasar.
Se pregunta en la tertulia:
—¿Cuánto tiempo lleva fulana de casada?
—Aguarde usted. Fulana se casó estando Goyito para ir a Chile…
—¿Cuánto tiempo hace que murió el guardián de tal convento?
—Yo le diré a usted; al padre guardián le estaban tocando las agonías el otro día del embarque de Goyito. Me acuerdo todavía que se las recé, estando enferma en cama de resultas del viaje al Callao…
—¿Qué edad tiene aquel jovencito?
—Déjame usted recordar. Nació en el año de… Mire usted, este cálculo es más seguro, son habas contadas: cuando recibimos la primera carta de Goyito, estaba mudando de dientes. Conque, saque usted la cuenta…
Así viajaban nuestros abuelos; así viajarían, si se determinasen a viajar, muchos de la generación que acaba, y muchos de la generación actual, que conservan el tipo de los tiempos del virrey Avilés, y ni aún así viajarían otros, por no viajar de ningún modo.
Pero las revoluciones hacen del hombre, a fuerza del sacudirlo y pelotearlo, el mueble más liviano y portátil; y los infelices que desde la infancia las han tenido por atmósfera, han sacado de ellas, en medio de mil males, el corto beneficio siquiera de una gran facilidad locomotiva. ¿La salud, o los negocios, o cualesquiera otras circunstancias aconsejan un viaje? A ver los periódicos. Buques para Chile. —Señor consignatario, ¿hay camarote? —Bien. —¿Es velero el bergantín? —Magnífico. —¿Pasaje? —Tanto más cuanto. —Estamos convencidos. —Chica, acomódame una docena de camisas y un almofrez. Esta ligera apuntación al abogado, esta otra al procurador. Cuenta, no te descuides con la lavandera, por que el sábado me voy. Cuatro letras por la imprenta, diciendo adiós a los amigos. Eh: llegó el sábado. Un abrazo a la mujer, un par de besos a los chicos, y agur. Dentro de un par de meses estoy de vuelta. Así me han enseñado a viajar, mal de mi grado, y así me ausento, lectores míos, dentro de muy pocos días.
Este y no otro es el motivo de daros mi segundo número antes que paguen sueldos.
No quisiera emprender este viaje; pero es forzoso. No sabéis bien cuánto me cuesta el suspender con esta ausencia mis dulces coloquios con el público. Quizás no sucederá otro tanto a la mayor parte de vosotros, que corresponderéis a mi amistosa despedida exclamando: ¡Mal rayo te parta, y nunca más vuelvas a incomodarnos la paciencia! En fin, sea lo que fuere, los enemigos y enemigas descansad de mi insoportable tarabilla; preparad vuestros viajes con toda la calma que queráis; hablad de la ópera como os acomode; idos a Amancaes como y cuando os parezca; bailad zamacueca a taco tendido, a roso y velloso, a troche y moche, a banderas desplegadas; haced cuanta tontería os venga a la mente: en suma, aprovechad estos dos meses. Los amigos y amigas tened el presente artículo por visita o tarjeta de despedida, y rogad a Dios me dé viento fresco, capitán amable, buena mesa y pronto regreso.
hola quiero el poema
de
el ministro y el aspirante
no