Italia, primer país en confinar a toda su población, lanzó este lunes un régimen de semilibertad vigilada que queda a merced de la evolución de la pandemia del coronavirus.
“Es la hora de la responsabilidad”, titula el influyente diario Il Corriere della Sera, al recordar el reto que encaran de ahora en adelante los 60 millones de italianos tras casi 60 días de confinamiento. “El futuro del país está en nuestras manos”, reitera el diario tal como explicó el primer ministro Giuseppe Conte al ilustrar las nuevas medidas.
Stefano Milano, un romano de 40 años, está contento de recuperar algo de libertad, de recibir a un primo que vendrá a ver a su hijo para “soplar las velas” y volver a ver a sus padres; pero también reconoce que tiene “miedo”, “porque son ancianos” y “porque su suegro tiene cáncer”.
Esa ambivalencia resume el estado de ánimo de un país que oscila entre el alivio y la ansiedad, sofocado por el largo encierro, sacudido por una economía por los suelos, y traumatizado por la muerte de unas 30.000 personas, un saldo oficial probablemente inferior a la realidad.
Unos 4,4 millones de empleados que no pueden teletrabajar se reincorporaron a las obras, los almacenes, las fábricas o las oficinas, manteniendo las distancias, incluso en el transporte público que funcionará con una capacidad reducida y donde es obligatorio llevar mascarilla.
Los italianos comenzaron también a salir a caminar e inclusive a andar en bicicleta y correr. En el céntrico Parque Sempione de Milán, capital de la región más golpeada por el coronavirus, familias con niños paseaban, otros aprovechaban para correr y todos disfrutaban de una jornada de primavera, rigurosamente con las mascarillas puestas, a la venta a 0,50 centavos de euro cada una.
A partir de este lunes es posible visitar a familiares siempre y cuando vivan en la misma región y se podrá asistir a funerales de hasta 15 personas. Los aeropuertos secundarios de Toscana y Roma fueron autorizados a abrir, una suerte de ensayo general para organizar los controles, aunque Ciampino, a las afueras de la capital, estaba vacío esta mañana.
“La noche del virus”
Sin embargo, no habrá colegio para los 8,5 millones de estudiantes, al parecer hasta septiembre, ni pícnics ni fines de semana en la playa. Tampoco museos, comercios minoristas o bibliotecas hasta el 18 de mayo. Ni misa o espectáculos hasta nuevo aviso.
Los bares y restaurantes sólo podrán vender comida para llevar. Los certificados de desplazamiento siguen siendo obligatorios. “Hacía 50 días que no tomaba un capuchino. Me hacía mucha falta”, cuenta satisfecha Elena, 48 años, mientras saboreaba por la calle su café con leche en el barrio romano de Trastevere.
“Tengo cinco empleados en desempleo técnico. Sin turistas y sin poder abrir por la noche sólo puedo atender a los habitantes del barrio. Es duro”, cuenta Sandro, 64 años, propietario del bar del Cinque en Trastevere, quien instaló una mesa a la entrada de donde reparte cafés y jugo de frutas.
La incertidumbre ronda en todo el país y se teme el eventual aumento de la curva epidemiológica. “Se lo imploro, no bajen la guardia”, suplicó por su parte el jefe de la célula de crisis, Domenico Arcuri.
Una encuesta realizada a finales de abril por el Instituto Demos muestra una caída de ocho puntos en el índice de confianza del gobierno de Giuseppe Conte. El primer ministro cuenta de todos modos con el apoyo de dos de cada tres italianos (63%) y sale mejor parado que otros como el francés.
La pandemia dividió en dos a la península, con un norte con decenas de miles de contagiados y muertos y un sur con solo un máximo de 300 muertos por región con puntas de tan solo 25 y 21 en Basilicata y Molise.
Pobreza, deuda, recesión
Casi dos meses después, se prevé que la tercera economía de la UE sufra una recesión de entre 8 a 10%. Millones de puestos de trabajo peligran y la deuda pública superará probablemente el 155% del PIB. La organización humanitaria Cáritas asegura que el número de personas que pide ayuda se ha duplicado, según un estudio de abril.
La organización patronal del comercio, Confcommercio, prevé una caída del consumo de 84.000 millones de euros en 2020 (-8% con relación a 2019). Sólo el 20% de los italianos planea irse de vacaciones cuando termine la emergencia sanitaria, según Confturismo.
“2020 es un año perdido”, advirtió Daniele Minotto, de la Asociación de Hoteleros de Venecia, citada por la agencia AGI.