Domingo, 24 de Noviembre del 2024
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Suecia afronta el virus sin confinamiento y con escuelas abiertas

Publicado el 24/03/20

Vivir estos días en Suecia es como vivir en una especie de oasis. Restaurantes, centros comerciales, gimnasios, peluquerías… todo sigue abierto, y están permitidas las reuniones de hasta 500 personas. El Gobierno insiste en extremar la higiene y quedarse en casa ante el mínimo síntoma de enfermedad. A los mayores de 70 años les aconseja minimizar el contacto social.

Por lo demás, casi todo sigue funcionando con normalidad. Las guarderías y las escuelas, también. Las universidades tienen la recomendación de seguir con los cursos de forma telemática, aunque las instalaciones están abiertas, y sigue habiendo estudiantes en las bibliotecas y las zonas comunes. El argumento para no cerrar escuelas es que no hay suficiente literatura científica que evidencie que sean un foco de propagación del virus, a la vez que sería contraproducente obligar a los padres a quedarse en casa para cuidar a sus hijos, especialmente aquellos con trabajos esenciales.

 

El Gobierno se resiste a seguir el mismo camino que el resto de Europa

Con unos 10 millones de habitantes (el 20%, mayores de 65 años), Suecia ha contabilizado 25 muertes y ha detectado 2.016 infecciones, si bien las pruebas están limitadas a la población de riesgo y a los casos más graves.

Si la enfermedad se extiende puede haber problemas en los hospitales. Suecia tiene 5,1 camas de UCI por cada 100.000 habitantes (Alemania tiene 9) y según la Sociedad Sueca de Anestesiología y Medicina de Cuidados Intensivos, sólo hay 574 respiradores.

El Gobierno, formado por una coalición de socialdemócratas y verdes, se resiste a seguir el mismo camino que el resto de Europa y rehúsa tomar medidas drásticas contra la tan preciada libertad individual.

Las empresas se han visto gravemente afectadas por el coronavirus y el primer ministro, Stefan Löfven, se lo está pensando mucho antes de ir más allá y restringir la actividad económica. Hasta ahora, se ha escudado en las recomendaciones de la Agencia de Salud Pública y, más concretamente, del epidemiólogo jefe, Anders Tegnell, la cara visible de esta crisis. Al menos, hasta el domingo por la noche, cuando Löfven dio un paso al frente y habló en televisión, algo extremadamente inusual en Suecia. El último discurso televisado de un primer ministro fue en el 2003, después del asesinato de la entonces ministra de exteriores, Anna Lindh.

Löfven habló sólo cinco minutos y no anunció ninguna medida adicional, pero recuperó una cierta imagen de liderazgo ante los críticos que lo acusan de esconderse detrás de los expertos.

El primer ministro avisó a los suecos de que deben “prepararse mentalmente para lo que viene”: más enfermos y más muertos, y probablemente cambios drásticos en los próximos días, aunque no los avanzó. E insistió en el mantra de las últimas semanas: la responsabilidad individual.

Es por esta responsabilidad individual, y no por las restricciones oficiales, que la actividad de Suecia se ve algo alterada. Y es que, aunque los bares y restaurantes siguen abiertos, en general están más vacíos de lo habitual.

El Ayuntamiento de Estocolmo ha querido ayudar al sector y el viernes modificó la normativa para que los restaurantes puedan abrir ya sus terrazas, 15 días antes de lo previsto.

Las estaciones de esquí también se mantienen abiertas a pesar de que la mayoría de los positivos por coronavirus en Suecia se infectaron en los Alpes italianos.Los servicios sanitarios de Åre, el principal destino de montaña de Suecia, temen un contagio masivo durante las vacaciones de Semana Santa. Las autoridades, sin embargo, recomiendan evitar los viajes que no sean esenciales y trabajar todo lo posible desde casa, especialmente en Estocolmo, principal foco de infección. Aún así, en hora punta, el transporte público sigue abarrotado.



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