El balance es como un boletín de guerra. Un total de 793 personas ha perdido la vida infectados de coronavirus en Italia sólo en las últimas 24 horas. Si el parte de ayer, con más de 600 muertos, dejó a la península transalpina en shock, el de hoy es aterrador. El Ejecutivo decretó el confinamiento total del país hace casi dos semanas, pero los efectos todavía no se han notado. Ni siquiera han parado los contagios, que este sábado han alcanzado también una cifra récord: más de 4.800 personas han dado positivo al Covid-19 en un solo día.
Con estos números encima de la mesa el virus ya ha infectado a día de hoy, cuando se cumple un mes desde que surgió el brote en Codogno, a 53.578 personas en Italia. De estas 4.825 han fallecido y 6.072 han sido curadas, pero otros 2.857 están en cuidados intensivos porque su estado es muy grave. La mayoría, más de 22.000, se recuperan sin problemas en aislamiento domiciliario.
El panorama es dramático en la Lombardía. El virus se ensaña con esta región de 10 millones de habitantes, el corazón industrial del Italia, que ha registrado 546 víctimas mortales en las últimas 24 horas. Más de 25.500 lombardos lo han contraído, y 3.095 de ellos han perecido con la infección. No queda aquí ni un solo hospital que no esté desbordado. Hoy, de nuevo, ha salido una caravana fúnebre con camiones militares desde Bérgamo, la ciudad más afectada, porque no hay espacio en el cementerio para tantos fallecidos a la vez.
Los relatos que llegan desde el norte de Italia son muy duros. Una de las consecuencias más terribles de esta enfermedad es que los pacientes tienen que morir solos, porque los hospitales no pueden arriesgarse a dejar entrar a familiares ante el riesgo de contagio. Bérgamo, en Lombardía, es la provincia más afectada de la península italiana. “Lo que pasa es que los familiares, los hijos, saludan al padre (por teléfono) y le preguntan cómo está. El padre dice que está sufriendo, pero tiene esperanza. Terminada la llamada, muchas veces, después de tres o cuatro horas esa persona muere y debemos llamar nosotros a la familia”, cuenta a Ap el doctor Luca Lorini, del hospital Juan XXIII de esta ciudad. “Yo nunca lloro, es algo que no me sale. Es una pena. Lloro por dentro”. En Italia, el 10% del personal sanitario está infectado de coronavirus.
El Gobierno de Giuseppe Conte ha decidido emitir todavía más restricciones para evitar la propagación del virus. Además de haber ordenado el cierre de las aulas y de todos los negocios que no sean indispensables, el ministro de Sanidad, Roberto Speranza, ha firmado un nuevo decreto con más restricciones. La primera, prohibir el acceso a los parques, jardines públicos o áreas de juego infantil. Se prohíbe ejercer actividades lúdicas o recreativas al aire libre, aunque en Italia se sigue permitiendo hacer deporte en solitario cerca de casa, respetando la distancia de un metro entre personas.
Se cierra también cualquier máquina o establecimiento de alimentos y bebidas en el interior de estaciones y gasolineras, salvo aquellas áreas de servicio que se encuentran en las autopistas, que sólo podrán vender para llevar. Siguen abiertos sin embargo este tipo de emplazamientos que se encuentren en hospitales o aeropuertos, con la obligación de que los comensales se sitúen a un metro de distancia de los otros. Además, en los días festivos y cercanos queda absolutamente vetado trasladarse a otras casas que no sean la residencia principal. Es decir, que no se puede pasar el fin de semana en la casa de veraneo.
Hasta el momento se entendía que todo esto estaba prohibido pero no había quedado específicamente escrito sobre un papel oficial. Para algunas de las regiones más afectadas esto no es suficiente. Por ejemplo, el gobernador del Véneto, Luca Zaia, ha anunciado este sábado que mañana domingo los supermercados quedarán cerrados y sólo abrirán farmacias, parafarmacias y quioscos. Hay un debate en el país sobre si los supermercados deben abrir los días festivos y limitar sus horarios el resto de días. El exprimer ministro Matteo Renzi considera que sería un error, porque sólo generaría más colas –estos días en Roma hacer la compra obliga a esperar una media de 45 minutos para entrar en el súper– y se incrementaría el número de contagios.