Cientos de mujeres iraquíes se han manifestado este jueves en Bagdad y varias ciudades del sur de Irak para recalcar su apoyo a las protestas antigubernamentales y rechazar el llamamiento del clérigo chií Muqtada al Sadr para que no se mezclen con los hombres en las plazas. Armadas de pañuelos rosas y morados, las iraquíes han reivindicado su papel en la movilización social sin precedentes protesta que desde el pasado octubre sacude Irak y reclamado sus derechos como ciudadanas.
“Nosotras somos la revolución”, coreaba un grupo de universitarias en la plaza de Tahrir de Bagdad, el epicentro de la protesta, según se apreciaba en la televisión. Junto a ellas, mujeres de todas las edades, mostraban su apoyo a una completa remodelación del sistema político establecido tras el derrocamiento de Sadam Husein por las fuerzas de Estados Unidos en 2003. En algunas marchas, los hombres las han acompañado haciendo un pasillo protector, mientras que en la capital caminaban detrás.
Inusitado en un país patriarcal y machista, las iraquíes han estado presentes en las manifestaciones desde el primer día. Aunque normalmente permanecen en la retaguardia de los enfrentamientos, entre las que prestan asistencia sanitaria ha habido alguna muerta y varias heridas por el impacto de los botes de humo que disparan las fuerzas de seguridad. No obstante, era la primera vez que las mujeres convocaban una marcha específica.
La inhabitual cita daba respuesta a las críticas del populista Al Sadr quien hace unos días criticó a las manifestantes acusándolas de faltar al respeto a la religión y a la moral pública, a la vez que pedía la segregación por sexos en las concentraciones. El clérigo, cuyo grupo político constituye uno de los principales bloques del Parlamento, ha entrado en colisión con el movimiento de contestación.
Tras su apoyo inicial tratando de rentabilizar el malestar popular, cambió de actitud e intentó que sus seguidores disolvieran las protestas tras la designación como primer ministro de Mohamed Tawfiq Allawi, a quien apoya. Sus voluntarios, conocidos como gorras azules, atacaron la semana pasada a los manifestantes y se les responsabiliza de la muerte de ocho de ellos en la ciudad de Naseriya, al sur de Bagdad. Eso ha causado deserciones en sus filas.
En los cuatro meses y medio de protestas, la represión policial y la violencia de las milicias que sustentan el sistema político han dejado cerca de 600 muertos y 30.000 heridos, según la Comisión Iraquí de Derechos Humanos.
Por otra parte, este jueves se registró un ataque con misiles contra la base militar KI que alberga tropas estadounidenses en la provincia de Kirkuk, al norte del país, que no habría causado víctimas, según informaron fuentes de seguridad iraquíes y estadounidenses a AFP. Se trata del primer ataque contra estas instalaciones desde el 27 de diciembre de 2019.
FUENTE>: EL PAÍS