Hijo de Narciso Ugarte y Rosa Vernal, el coronel del Ejército Peruano Alfonso Ugarte nació en Iquique, Tarapacá, el 2 de agosto de 1847. Entre 1861 y 1867 estudió en los colegios mercantiles de Valparaíso y Europa.
Contaba con una buena posición económica: Dos casas en Iquique, terrenos en Tarapacá, depósitos en la Caja de ahorros de Lima, certificados salitreros y cuantiosos créditos activos. Además, cuando Chile declaró la guerra al Perú, decide quedarse a servir en la defensa de su país. Se encargó de la organización el batallón Iquique número 1, conformado por 429 soldados y 36 oficiales.
En la Batalla de Tarapacá fue herido de bala en la cabeza y se replegó junto con el Ejército Peruano, que fue puesto a disposición del Ejército de Sur comandado por el general de división EP Juan Buendía. El Ejército de retiró hasta el puerto de Arica.
Alfonso Ugarte estuvo presente en la junta histórica en la cual el coronel Francisco Bolognesi expresó la célebre frase de luchar “hasta quemar el último cartucho”. Falleció combatiendo en la Batalla de Arica.
Sobre la muerte de Alfonso Ugarte, el historiador peruano Jorge Basadre señala lo siguiente: “La versión de que Alfonso Ugarte se había inmolado voluntariamente circuló bien pronto en el Perú. Un telegrama oficial fechado en Quilca el 15 de junio comunicó lo siguiente, después de haber de haber informado anterior acerca del resultado del combate de Arica según datos del vapor inglés Columbia llegado del Sur: ‘El coronel Alfonso Ugarte, como los demás, no quiso rendirse y, habiéndosele acabado la munición, echó mano de su revólver, empleando bien sus tiros; pero como fue acosado por gran número de chilenos, pereció al fin en un caballo blanco’. Léese en el artículo de La Patria del 21 de junio de 1880 antes citado: ‘ El último acto de la corta pero interesante carrera de Alfonso Ugarte revela cuanto era capaz esa alma verdaderamente grande. Acosado por innumerables enemigos, vencido ya en la cumbre del Morro histórico, presenciando la mutilación de los caídos, la profanación de esas reliquias sagradas del heroísmo, quiso sustraerse a las manos enemigas y clavando las espuelas en los ijares de su caballo, se lanzó al espacio desde aquella inmensa altura para caer despedazado sobre las rocas de la orilla del mar’. Quienes se fijan solo en la cruel frialdad de la lógica niegan esta versión que no está acogida en ninguno de los partes peruanos sobre la batalla del 7 de junio, ni por otros testigos oculares, aunque sí por Markham. Pero ello podría tomarse como un símbolo de la voluntad de sacrificio que es visible en toda la actuación de Alfonso Ugarte en la guerra. La emoción colectiva habría puesto, pues, ropaje de poesía épica a una realidad esencial. Alfonso Ugarte, el millonario de Tarapacá, el joven apacible, se lanzó simbólicamente con su caballo a la inmensidad mucho antes del 7 de junio”.