París, abr. 16.
Fragmentos de vitrales medievales de un valor incalculable y un enorme agujero en el techo, donde se derrumbó su aguja. La luz del día revelaba el martes la magnitud de los daños en la catedral de Notre Dame de París, mutilada por un voraz incendio.
Philippe Marsset, vicario general de Notre Dame, fue uno de los primeros en poder entrar en la catedral gótica, cuyos arcos esculpidos estaban ennegrecidos por el humo, la noche del lunes, después de que el fuego fuera controlado.
“Parecía como si hubiera habido un bombardeo”, cuenta Marsset a la AFP sobre lo que queda de la iglesia donde fue ordenado sacerdote, hace 31 años.
“Todo estaba oscuro, pero en el fondo seguía de pie la gran cruz del altar, iluminada por las llamas. ¡Fue impresionante”, describe este vicario, que pasó toda la noche en vela junto a su queridísima iglesia.
Marsset describe como un “infierno” el momento en que se declaró el siniestro en el tejado de la catedral, poco después de que terminara la misa de la noche (19H00, 17H00 GMT) el lunes.
Los funcionarios de la iglesia corrieron para intentar salvar las pinturas y otros tesoros culturales, antes de ser evacuados por los bomberos.
Pese a los inestimables daños, no todo se perdió. Nuestra Señora, una estatua de la Virgen María, fue descubierta casi intacta y la mayoría de las vidrieras del templo, incluido el magnífico rosetón redondo que domina la fachada occidental de la iglesia, se salvaron.
“Todos estamos estupefactos. Es más que milagroso, es heroico”, dice Marsset, refiriéndose a la labor de los bomberos que trabajaron incansablemente para salvar esta catedral, Patrimonio de la Humanidad de la Unesco.