lbert Einstein nació hace 140 años (14 de marzo de 1879) en Ulm, reino de Wurtemberg, Alemania, hijo del matrimonio Hermann y Pauline Koch. De origen judío, no profesó credo religioso alguno. Su concepto de Dios se equiparaba al del filósofo sefaradí Baruch Spinoza (Amsterdam, 1632-The Hague, 1677): “Un Dios geométrico; un símbolo de la armonía del Universo, no un Dios personal que interviene en las vidas y asuntos de la gente”.
Hasta sus 3 años, no habló ni caminó. Sus padres y sus tíos temieron que sufriera un retraso mental… Pero a los 12 devoraba libros de geometría, y a los 17 empezó cursos de física y matemáticas.
Un error frecuente afirma que fue un alumno mediocre, distraído y sin destellos de inteligencia.
Falso de toda falsedad. Sus primeros biógrafos confundieron el puntaje escolar de Suiza con el puntaje alemán. El 6, en Suiza, era la calificación más alta, y en Alemania, la peor nota. Boletín de Einstein, Albert: 6 en álgebra, física, geometría analítica y trigonometría…
¡Mirá el distraído!
Tuvo tres nacionalidades: alemán durante el Imperio austrohúngaro, suizo, alemán otra vez, y norteamericano desde los primeros signos de la Bestia Nazi: el profesor más brillante y famoso de la Universidad de Princeton.
Es casi imposible reunir en una nota periodística su paso por las aulas y los pizarrones tachonados de intrincadas ecuaciones. Pasó por no menos de veinte universidades europeas, escribió una decena de libros sobre relatividad, efectos fotoeléctricos, equivalencias entre masa y energía, ecuaciones de campo, mecánica cuántica, teoría del campo unificado, y fue miembro doce academias: Inglaterra, Prusia, Alemania, Estados Unidos, Baviera, Gotinga, Francia, Suecia, Países Bajos, Rusia…
Pero no todo fue relatividad, velocidad, luz en esa vida que un aneurisma de aorta abdominal apagó el 18 de abril de 1955, a sus 76 años.
En octubre de 1896, cumplidos ya sus 17, conoció a Mileva Maric, serbia, feminista y de izquierda.
Enamorados y (en 1900) graduados en el Politécnico de Zurich, se casaron, y dos años después les llegó una hija, Lieserl. Nacimiento obligado al secreto: la familia de Mileva detestaba a Einstein, y la de Einstein, a Mileva. Odio que no cesó con la muerte del padre de Albert: Pauline, su madre, lo mantuvo vivo hasta su último día…
¿Qué fue de la pequeña Lieserl? Jamás se supo. No existen documentos de defunción. Se supone que fue adoptada en Serbia por parientes de Mileva.
Tuvieron otros dos hijos: Hans Albert, que llegó a profesor en California, pero lejos del brillo de su padre, y Eduard, esquizofrénico, que murió en un centro psiquiátrico de Zurich en 1965.
¿Fue Mileva su gran amor? Sin duda. Pero hasta 1919, año en que se divorciaron, la pareja vivió entre luces y sombras.
Apasionados por la física, trabajaron noche y día entre números, fórmulas, hipótesis. No hay discusión acerca de una verdad admitida por el mismo Albert: “Sin ella, no habría llegado a completar la Teoría de la Relatividad“.
Sin embargo, a la hora de los laureles (en 1921 ganó el Premio Nobel de Física) y del asombro y la popularidad que logró en 1919, cuando las fotografías tomadas durante un eclipse solar por la expedición de Arthur Eddington demostraron su teoría de la curvatura de la luz ante un campo gravitatorio…, el nombre de Milena fue omitido en esos trabajos.
No fue así antes. En varias cartas, Albert escribió “Estaré orgulloso de tener a una doctora como esposa”, y “Mi amigo visitó a su tío, el profesor Jung, uno de los físicos más influyentes de Italia, y le dio una copia de nuestro artículo”. Además, cuando él trabajaba en la Oficina de Patentes de Berna ocho horas por día de lunes a sábado, ella cargaba con todas las tareas domésticas…, y de noche lo ayudaba en sus investigaciones. A veces, hasta el alba…, a la luz de un farol de kerosén.
No es todo. En septiembre de 1909, Mileva le escribió a su amiga Helene Savic: “Ahora es el mejor de los físicos, y le rinden muchos honores (…)Con toda esa fama, tiene poco tiempo para su esposa. (…) Uno consigue la perla, y el otro la concha”.
Por lo demás, y casado poco después de su divorcio con su prima Elsa Löwenthal Einstein –no tuvieron hijos–, no se privó de amantes. Número indeterminado…, pero seis seguras: Estella, Ethel, Toni, Margarita (espía rusa), y dos aludidas sólo por iniciales: “L” y “M“.
Pero en el fondo fue un gran solitario. Su mejor compañero: el violín, que llegó a ejecutar como un virtuoso.
Su desprecio por lo material y lo mundano era evidente en su despojamiento –sólo lo rodeaban objetos imprescindibles: pizarrón, libros, papel, lápiz, tiza, estufa, una lámpara– y en sus ropas. Aun como profesor en las más prestigiosas del mundo, ocupaba su puesto con el pelo largo y revuelto, anchos pantalones arrugados y un suéter no menos y ancho… y mayor de edad.
Prueba máxima: su célebre foto sacando la lengua… Un modo de decir “¡Al diablo con todo! ¡Déjenme trabajar el paz!