El poeta, crítico, narrador, periodista y dramaturgo peruano Sebastián Salazar Bondy nació en Lima un 4 de febrero de 1924.
Se le considera miembro de la denominada Generación del 50, conformada por Francisco Bendezú, Washington Delgado, Jorge Eduardo Eielson, Julio Ramón Ribeyro, Alejandro Romualdo, Juan Gonzalo Rose, Mario Vargas Llosa, Sebastián Salazar Bondy, Manuel Scorza, Oswaldo Reynoso, Miguel Gutiérrez, Gustavo Valcárcel, Carlos Eduardo Zavaleta.
En 1960 obtuvo el Premio Internacional de Poesía “León de Greiff.
Junto con su hermano Augusto, Santiago Agurto Calvo y Alberto Ruiz Eldredge, fundó el Movimiento Social Progresista (MSP) en 1956.
El género en el cual más destacó fue el dramático, en sus diversas formas: comedia, farsa, drama psicológico, drama histórico y teatro épico. Entre sus obras se pueden mencionar: Amor, gran laberinto (1948), Rodil (1952),El espejo no hace milagros (1953), No hay isla feliz (1954), En el cielo no hay petróleo (1954), Algo que quiere morir (1956), Un cierto tic-tac (1956), Flora Tristán (1959), Dos viejas van por la calle (1959), El fabricante de deudas (1963), La escuela de los chismes (1965), Ifigenia en el mercado (1966), El rabodomante.
También publicó Voz de vigilia (1944), Cuadernos de la persona oscura (1946), Máscara del que duerme (1949), Tres confesiones (1950), Los ojos del pródigo (1951), Confidencia en alta voz (1960), Vida de Ximena (1960), Conducta sentimental (1963), Cuadernillo de Oriente (1963), y el póstumo El tacto de la araña (1965), Lima, la horrible (1964), El tacto de la araña / Sombras como cosas sólidas (Poemas 1960-1965) (1966), Poemas (1967), Sombras como cosas sólidas y otros poemas (1974).
DISCURSO DEL AMOR O LA CONTEMPLACIÓN
Si quiero preguntar por mi casa y mi amada
una rama madura se dobla y roza el agua leve del alma,
un bello rastro deja sobre ella vidrios y melenas,
de llaves y papeles que caen en un abismo
de azul tiniebla o negra nieve, desdichado.
Hay un rasgo de luz que le abre y le descubre
pedrería de lumbres vivas y abandonadas:
hay un arma delgada, un leve corte en sus entrañas
que precipita al mar, agua enlutada,
su dulce carga antigua de manos y criadas.
¡Qué sabe el cisne o la vulpeja, el dios,
de este prodigio del amor hecho temprana maravilla,
o qué piensa con su cabeza gris y pura
el padre muerto y bienaventurado entre los míos,
de la escondida faz que está en el beso!
Cuando los niños van al prado entre mentiras
con sus juegos perennes por las calles,
no advierten la presencia angélica, la hermosa prenda,
el porvenir humano tras el cirro convertido
en mejilla del cielo, en pequeño testuz del año nuevo.
Amor o cárcel con orillas deslumbrantes
donde medita el hombre su tortura o su abandono
y oye pasar entre tañidos y rumores
las alas del tiempo, los aretes eternos de la noche,
la gaita aquella iluminada sobre el pecho.
(De Cuaderno de la persona oscura)
LOS DESPOJOS
Hay una hora feliz en que reúno los despojos del día,
roto el feliz augurio que despierta
en la luz de una mañana cualquiera.
Al borde de este abismo junto
los restos de la aventura que trajo en sus ojos la aurora,
su alegre guirnalda tejida con sueños y promesas.
Ante ellos medito y comprendo que la juventud
es un opaco tiempo de libros y mujeres que sucumben
bajo una tormenta de deseos y penosas cadenas.
El hombre, después, desciende a ciertas profundidades,
a ciertas cavernas donde el miedo
lo envuelve con la palidez de una criatura borracha,
lo ata para siempre a unas cuantas palabras:
honor, costumbre, perfección, qué más da…
Esa lección y otras que callo azotan mi anochecer,
lo convierten en una paciente ceremonia
alrededor de la hoguera donde arde toda vanidad,
ese montón de hojas muertas
quemadas en un rincón inútil del día.
(De Los ojos del pródigo)
CONFIDENCIA EN ALTA VOZ
Pertenezco a una raza sentimental,
a una patria fatigada por sus penas,
a una tierra cuyas flores culminan al anochecer,
pero amo mis desventuras,
tengo mi orgullo, doy vivas a la vida bajo este cielo mortal
y soy como una nave que avanza hacia una isla de fuego.
Pertenezco a muchas gentes y soy libre,
me levanto como el alba desde las últimas tinieblas,
doy luz a un vasto campo de silencio y oros,
sol nuevo, nueva dicha, aparición imperiosa
que cae horas después en un lecho de pesadillas.
Escribo, como ven, y corro por las calles,
protesto y arrastro los grillos del descontento
que a veces son alas en los pies,
plumas al viento que surcan un azul oscuro,
pero puedo quedarme quieto, puedo renunciar,
puedo tener como cualquiera un miedo terrible,
porque cometo errores y el aire me falta
como me faltan el pecado, el pan, la risa, tantas cosas.
El tiempo es implacable como un número creciente
y comprendo que se suma en mi frente, en mis manos,
en mis hombros, como un fardo,
o ante mis ojos como una película cada vez más triste,
y pertenezco al tiempo, a los documentos, a mi raza y mi país,
y cuando lo digo en el papel, cuando lo confieso,
tengo ganas de que todos lo sepan y lloren conmigo.
(De Confidencia en alta voz)
TESTAMENTO OLÓGRAFO
Dejo mi sombra,
una afilada aguja que hiere la calle
y con tristes ojos examina los muros,
las ventanas de reja donde hubo incapaces amores,
el cielo sin cielo de mi ciudad.
Dejo mis dedos espectrales
que recorrieron teclas, vientres, aguas, párpados de miel
y por los que descendió la escritura
como una virgen de alma deshilachada.
Dejo mi ovoide cabeza, mis patas de araña,
mi traje quemado por la ceniza de los presagios,
descolorido por el fuego del libro nocturno.
Dejo mis alas a medio batir, mi máquina
que como un pequeño caballo galopó año tras año
en busca de la fuente del orgullo donde la muerte muere.
Dejo varias libretas agusanadas por la pereza,
unas cuantas díscolas imágenes del mundo
y entre grandes relámpagos algún llanto
que tuve como un poco de sucio polvo en los dientes.
Acepta esto, recógelo en tu falda como unas migas,
da de comer al olvido con tan frágil manjar.
(De El tacto de la araña)
LOS AMIGOS
Amigos. Nadie más. El resto es selva.
Jorge Guillén
En torno de algunos cigarrillos consumidos
o de un momentáneo café
unos cuantos se escuchan, se miran, se conocen,
solitarias almas de pronto reunidas
cuyas palabras no se pierden en el aire que borra los días.
Pasa de uno a otro el sorpresivo ademán,
la mano tendida y abierta para dar y recibir
algo maduro que se ha hecho recíproco
como el diario pan en la mesa de una apacible familia.
La discordia es ahí otro alimento,
una leve agitación en las aguas de esta cita,
y luego la calma, el esperado perdón,
desciende de lo alto como un don que nadie rechaza.
El tiempo va rodeando la amistad con sucesos
que nadie olvidará
porque el olvido es la destrucción de la vida, el olvido
es la muerte ciñendo su oscuro lazo alrededor del amor.
UNA EXPERIENCIA CREADORA
(Artículo publicado en agosto de 1961 en el suplemento Dominical del diario El Comercio)
Bajo el auspicio de Histrión Teatro de Arte se ha iniciado entre nosotros una hermosa experiencia: el Seminario
de Teatro Peruano. La idea nos la trajo Osvaldo Dragún desde la Argentina, merced a la prueba que hizo al respecto el Teatro Fray Mocho de Buenos Aires. No se trata de una mesa redonda en la q’ los escritores discutían teorías acerca del arte dramático, acerca de la tragedia griega o el drama isabelino como clásicos mdelos de una escena que se impone como forma y expresión de una época y su pensamiento. Por el contrario, es la del Seminario una idea de taller, de artesanía. Los autores se reunieron para plantearse cómo, de qué manera, con cuáles asuntos y técnicas puede darse aquí un teatro que responda a nuestra realidad -sociedad, tiempo, historia, público, destino, etc.- y, transfigurándola, la haga del presente y de la perduración. Proyecto ambicioso, que no se promete fácilmente el éxito, pero cuyo cumplimiento será el único testimonio de su factibilidad o su fracaso.
El procedimiento es lento y requiere paciencia y convicción. Primero ha sido preciso trazar el cuadro de los temas más amplios y generales: situación de la juventud, crisis social, estado de las clases, la cultura como finalidad, las dificultades inherentes a las circunstancias de todo carácter que asedian al hombre en el Perú. De ahí a encontrar la parcela que a cada autor atrae, hay un lapso que se da como resultado del análisis de las facultades e inclinaciones personales de cada miembro del seminario. Así, los que ya habían emprendido la tarea creadora han llevado su material escrito para ser sometido a una crítica sana y penetrante de los aciertos y desaciertos que posee. La primera experiencia de este tipo fue aleccionadora: una escritora joven, Sara Yofré, leyó un acto de una pieza en torno a la frustración juvenil. Se impuso a todos la calidad intrínseca de la nueva escritora y también se iluminó la conciencia de sus planes de creación. Sara Yofré recibió la contribución como un aporte vivo a su labor. Ella, por cierto, accederá a las sugestiones en la medida en que las considere coadyuvantes a sus propósitos, sin nunca ceder en su íntima libertad. Así desfilarán otros dramaturgos, noveles o ya estrenados, en un mismo nivel de buena disposición hacia la cooperación de los colegas reunidos con el objetivo de participar en este esfuerzo por dar vida a un repertorio, que Histrión se compromete, una vez aprobado por la unanimidad de los integrantes de seminario, a poner en escena.
Los que aún no han comenzado un trabajo determinado elegirán, de entre los grandes temas señalados antes, un argumento concreto y expondrán ante el grupo de colegas su esquema, primero, y el desarrollo de redacción, según se realice, luego. La colaboración de todos y cada uno de los copartícipes en el convivio intelectual de Histrión, donde no están ausentes directores escénicos y actores, tienen un fin positivo, de crítica sin prejuicios, de debate abierto, de libre opinión, lo cual dispone un clima amistoso y solidario. Una obra que pasa por este antelado tamiz, exigente y cordial, al mismo tiempo, habrá sido sometida, antes de su estreno, al juicio de una suerte de super-público por su preparación, su especialización, su intención.
El Seminario de Autores Teatrales está abierto a todos los que aspiren a concurrir a él, siempre y cuando admitan la ofensiva sin compromisos que el grupo colectiva e individualmente ejerza sobre la pieza que está en el tapete. Creo sinceramente que de ahí surgirá un conjunto de obras valiosas, tal como sucedió en Buenos Aires. Obras propias, en su estilo y contenido, de un escritor, en las que, no obstante esa propiedad personal, ha intervenido un espítitu que debemos llamar, a falta de una expresión específica, colectivo o de equipo. La confianza en el éxito de este método de trabajo se basa precisamente en que supera el aislamiento de que adolece nuestra vida literaria y, debido a ello, establece una comunión real de los autores entre sí en el estricto sentido de dicha trascendente palabra.