Por José Vadillo
Libro brinda detalles nuevos sobre el héroe de la Guerra del Pacífico. El joven coronel tuvo el coraje de cuidar el nombre de la patria. Poetas y escritores le han rendido tributo a su heroicidad sin mácula.
El hombre espoleó los ijares de su caballo, abrazó el pabellón nacional y se lanzó del morro. El coronel –en el laberinto del deber ser– había tomado la decisión frente a la caterva enemiga. En el momento en el que dio el salto al vacío y rasguñó el aire, transmutó de hombre a héroe. Quedó habitando en el ideario de la patria, en la memoria colectiva “para ceñir con sus laureles la altiva frente de la patria”, definiría Guillermo Billinghurst. Porque ya lo decía Luis Benjamín Cisneros: “¡Ah!, felices los que saben morir engrandeciendo el nombre de la patria”. Amén.
¿Qué hay del héroe cuyo apellido se han prestado plazas, avenidas y colegios en todas las ciudades del Perú? Recordó Billinghurst que Ugarte “profesaba amor entrañable a su país natal. Apenas puede concebirse otro joven que poseyera en más alto grado lo que el vulgo llama provincialismo, y lo que, en realidad, no es sino la idolatría que se profesa a ese pedazo de tierra en que se despierta la vida”.
Alfonso Ugarte
Trabajo bibliográfico
El Ministerio de Defensa, el Ejército y Telefónica del Perú presentan Ugarte, libro de 187 páginas dedicado a uno de nuestros héroes más conspicuos de la Batalla de Arica.
La primera parte es una biografía actualizada, a cargo del historiador Manuel Zanutelli.
La portada es un retrato elaborado por el pintor Pablo Patrucco. Para el historiador Mauricio Novoa, editor del libro, el óleo muestra la soledad en la que vivían los militares peruanos en el teatro de operaciones de la Guerra del Pacífico.
“Arica es una plaza cuyos oficiales están solos: el Estado peruano los ha abandonado; el presidente de la República [Mariano Ignacio Prado] ha fugado, y de una manera muy cívica, el Estado Mayor, con Francisco Bolognesi a la cabeza, vota y decide luchar. Es casi una expiación porque en la peor de las circunstancias, ellos se sacrifican en nombre de todos los peruanos. Y al final se convierte en una derrota gloriosa”, subraya.
Alfonso Ugarte
Empresario salitrero
Alfonso Ugarte Vernal nació en la inhóspita provincia de Tarapacá el 13 de julio de 1847. Era la provincia “de los pioneros”, y su oro era el salitre. Cuando tenía 5 años, su padre, el empresario Narciso Ugarte, falleció.
Personas que lo conocieron, como el periodista tacneño Modesto Molina (1844-1926), han ayudado a dar un retrato más próximo de él:
No era un hombre alto. Tenía los ojos negros, la cabellera abundante, la frente pequeña, la nariz gruesa y un bigote. Tenía el carácter reservado y el cráneo “de un hombre enérgico y de grandes resoluciones”, describió Molina.
Ugarte empezó en el negocio salitrero en 1865. Llegó a trabajar hasta Valparaíso (Chile). Tres años después, volvió a Iquique, donde su apellido estaba emparentado con el comercio del salitre, muy solicitado por entonces para actividades agrícolas, médicas, industriales y militares. En 1876, el joven empresario fue elegido alcalde de Iquique.
Cuando en 1879 estalló la Guerra con Chile, no dudó en enrolarse; “puso su persona, su actividad y sus caudales al servicio de la causa nacional, que es la justicia”, detalló Luis B. Cisneros. Su madre, ya casada en segundas nupcias con un alemán, lo había invitado a viajar a Europa, mas Ugarte prefirió organizar el Batallón Iquique. Puso el pecho.
De Iquique a la gloria
El Batallón Iquique fue financiado (uniformes, alimentación, pertrechos) por Ugarte y los oficiales de sus seis compañías. Las milicias identificadas por determinados gremios o pueblos son una característica heredera de las milicias virreinales y las ordenanzas de Carlos III que aún se aplicaron durante la Guerra con Chile (1879-1883).
¿Fue el tarapaqueño una excepción, un pituco que se inmoló por la patria? Para Novoa, si bien hubo gente de dinero que se largó ni bien estalló la guerra, otros miembros de la alta burguesía defendieron la bicolor en el campo de batalla. Mencionemos:
En la campaña del sur, Ramón Zavala, Justo Arias y Aragüez o José Andrés Belaunde; en el Huáscar, Carlos de los Heros, Melitón Carvajal, Manuel Bonnemaison; en la defensa de Lima, dos hijos del presidente Manuel Pardo, Augusto B. Leguía, el hijo de Ramón Castilla, el exrector de San Marcos, Ramón Ribeyro y muchos otros.
Civiles en la guerra
“Si queremos entender la historia militar del siglo XIX es muy importante comprender que en ese siglo hay una gran porosidad entre el mundo civil y el mundo militar”, explica Novoa. Es el caso de Ugarte, de Bolognesi, Cáceres y Grau.
Pese a su origen, Ugarte es un héroe muy cercano. Su juventud es elemento fundamental en esta admiración, también el de alguien acomodado en pos de los intereses nacionales, y su muerte gloriosa, que lo singulariza.
Si la Historia clásica enseña que la milicia era una forma de adquirir ciudadanía y, en el Perú del XIX, la virtud militar estaba asociada con las principales virtudes de la patria, “la voluntad en el desierto de Arica es un ejemplo de cómo estas virtudes militares se continuaron”.
Documentos y poemas
La gran novedad de Ugarte está en su segunda parte: incluye una compilación de documentos (cartas, partes militares, su testamento, etcétera), testimonios y piezas literarias –sobre todo poemas– que inspiró el héroe en Ricardo Palma, Carolina Freyre, Numa Pompilio Llona (ecuatoriano), Juan de Arona, Luis Enrique Márquez y José Santos Chocano. A ello se suma un análisis de la provincia de Tarapacá y del boom del negocio del salitre en la segunda mitad del siglo XIX, mediante emprendimientos peruanos e inversión extranjera.