Si la victoria del ultraderechista Jair Bolsonaro en la primera vuelta de las presidenciales brasileñas del pasado domingo sugería que lo tendría fácil para liderar la segunda vuelta, los nuevos sondeos lo confirman. La nueva encuesta de Datafolha otorga al exmilitar el 49% de la intención directa de voto, por el 36% de su rival, el progresista Fernando Haddad.
Nunca en la joven democracia brasileña se ha producido un vuelco entre el ganador de la primera vuelta y el vencedor final, en la segunda. Esta vez no será una excepción si se mantienen los resultados que Datafolha ha divulgado este miércoles, los primeros después de la cita con las urnas del domingo pasado. En el caso de Bolsonaro, los resultados son, en esencia, bastante similares a los del domingo: esa noche, el ultraconservador obtuvo el 42% de los votos totales y ahora tiene un 49% de la intención de voto. Ha subido siete puntos.
Haddad, por su parte, obtuvo el 27% de los votos en la primera ronda y ahora llega al 36%. Son 11 puntos más. Pero su caso es diferente: a él le correspondía absorber varias de las papeletas que recibieron los otros 11 candidatos que se quedaron por el camino. Su subida podría haber sido más sustancial, sobre todo visto el enorme rechazo que sufre Bolsonaro.
Los cambios que sufran estas cifras en los próximos 18 días dependen ahora de la carrera hacia el centro ideológico en la que están enfrascados ambos candidatos. Tras un primer turno basado en crispar el ambiente y tensar la convivencia, hasta el punto de que muchos brasileños llegaron a las urnas convencidos de que Haddad y Bolsonaro son en realidad dos caras de una misma moneda, el objetivo ahora es unir. En el caso de Bolsonaro -en el que la moderación ha brillado por su ausencia a lo largo de la campaña electoral-, el viaje al centro requiere de menos esfuerzo por un motivo: solo se le ha exigido, por ahora, declararse fiel a la Constitución tras renegar de ella durante sus 27 años en el Congreso (y de que su vicepresidente hablase abiertamente de modificarla sin necesitar permiso del pueblo). Fue exactamente lo que hizo el lunes en una entrevista televisada.
En el caso de Haddad, moverse hacia el centro político supone, en cambio, desmarcarse del pasado de su agrupación, el Partido de los Trabajadores (PT). A estas alturas pocos ponen en duda que las filas de Bolsonaro se componen de incontables críticos con el PT, entre los muchos resentidos con el curso político brasileño. Esto implica también dejar atrás al magnético expresidente Lula da Silva, mentor político de Haddad, referente ideológico durante la primera vuelta, y objeto de buena parte de sus mítines hasta ahora. Muchos creen que refugiarse en su rentable sombra hace, a estas alturas, más daño que otra cosa. En la mañana del martes, Haddad presentó nuevos diseños para los carteles de su campaña y la gran novedad fue la desaparición de toda alusión a Lula. Con esto, creen en su entorno, el cabeza de cartel del PT debería mejorar la gélida acogida que ha tenido entre los candidatos derrotados el domingo. Aún no hay señal alguna de cierre de filas a su alrededor en una suerte de cordón sanitario para evitar la llegada a la presidencia de Bolsonaro.
Incluso dentro de esta peculiar campaña, esta será una segunda vuelta inusual. Bolsonaro ha anunciado que no se presentará a los tradicionales debates entre candidatos, al menos durante esta semana, alegando que su salud se lo impide: el ultraderechista aún está recuperándose de la grave puñalada que un lunático te asestó en el abdomen durante un acto electoral el pasado 6 de septiembre. Hace campaña fuera de los focos, casi exclusivamente a través de redes sociales y siempre a través de pantallas, donde no tiene que responder a preguntas directas. Haddad ya ha ironizado que si hace falta, irá a una enfermería a vérselas con él.