Las convicciones religiosas se impusieron al derecho de las mujeres a decidir sobre su propio cuerpo en Argentina, el país del papa Francisco. Por 38 votos por el no y sólo 31 por el sí, el Senado argentino rechazó este miércoles el proyecto para legalizar el aborto hasta la semana 14 que había aprobado la Cámara de Diputados en junio. La interrupción del embarazo se mantiene como un delito penado con hasta cuatro años de cárcel, a pesar de que cada minuto y medio una mujer aborta en el país austral.
La Argentina del siglo XXI e integrada al mundo que pregona Mauricio Macri seguirá con una deuda histórica con las mujeres: el aborto legal. La ley vigente data de 1921 y sólo permite el aborto en caso de violación o riesgo de vida para la madre, dos supuestos que suponían un avance hace 97 años pero que hoy no responden a las nuevas demandas sociales. El presidente argentino habilitó por primera vez el debate parlamentario sobre la interrupción voluntaria del embarazo, pero Cambiemos, la coalición que encabeza fue la que más votos aportó en contra para rechazar la iniciativa. El resultado negativo enmudeció a las decenas de miles de personas que desafiaron la lluvia bajo paraguas y plásticos verdes, el color que identifica a los partidarios de la legalización, y fue aplaudido en el lado celeste de la plaza, donde se concentraron los detractores del proyecto.
La victoria en la Cámara de Diputados, pero en especial la multitudinaria movilización que acompañó al ‘sí’ el pasado 14 de junio, hicieron pensar en un primer momento que la marea verde se impondría también en el Senado, una Cámara mucho más conservadora, donde están representados los intereses de las provincias de interior del país. Pero con el paso de las semanas, la presión de la Iglesia católica y los evangélicos ganó terreno hasta decantar la votación. En sus discursos antes de definir el voto, numerosos senadores se escudaron tras sus creencias religiosas y la necesidad de salvar las dos vidas —la de la madre y la del feto— para justificar su voto en contra.
El debate se inició temprano por la mañana, en un intento por evitar que las discusiones se extendiesen más allá de la medianoche. Fue un intento vano, porque la sesión duró casi 16 horas y cerró cerca de las 3.00 de la madrugada. Pese a lo caldeado de las posiciones en la calle, el tono dentro del recinto fue mesurado, fiel al protocolo del Senado. “No será menos trágico un aborto porque se haga en un quirófano. No, será igual de trágico. El objetivo es que no haya más abortos en Argentina, eso es aspirar a más”, dijo el senador Esteban Bullrich, exministro de Educación de Mauricio Macri, ferviente católico y defensor del ‘no’ a la ley. Su presentación resumió la posición de los grupos antiabortistas: el embrión tiene derechos constitucionales desde el momento de la concepción y, aunque el aborto es un hecho, no podrá reducirse con una ley que lo regule.
Los portavoces del proyecto aprobado en la Cámara de Diputados concentraron sus argumentos en el reconocimiento de una realidad que existe, con o sin ley. “Las mujeres están solas. El varón aborta antes, desapareciendo. Por eso este es un problema de mujeres. Los abortos se hacen y el debate hoy es por el aborto legal o ilegal”, dijo la senadora peronista Norma Durango. Su par por Tucumán, Beatriz Mirkin, fue más directa. “Estoy acá para legislar, y acá en Argentina se aborta, lo he visto porque he trabajado en los hospitales. He visto muchos más legrados uterinos de los que ustedes imaginan”, dijo, visiblemente emocionada.
El cineasta Pino Solanas, de 82 años, dio sin duda uno de los discursos más emotivos. Consideró que “el goce es un derecho humano”, pidió que se respete el derecho de los pobres “a amar” y reveló que una novia de su adolescencia tuvo que abortar “porque entró en pánico”. Solanas asumió la derrota de la ley, pero pidió a las decenas de miles de jóvenes que esperaban el final del debate bajo la lluvia que no se den por vencidas. “¡Bravo chicas! Esta noche es sólo un pequeño descanso. Será ley, nadie podrá parar a la oleada de la nueva generación”, gritó Solanas para cerrar su discurso.
Otros senadores a favor de la norma denunciaron la presión de la Iglesia, como el entrerriano Pedro Guastavino. “Ayer, en mi cuenta de WhatsApp recibí una enorme cantidad de mensajes que, en nombre de Dios, me calificaban de manera irreproducible. Me lo pasé atajando y esquivando crucifijos”, dijo. Las posiciones atravesaron a todos los partidos políticos. Guastavino es peronista, como Rodolfo Urtubey, polémico en sus argumentos contra el aborto, incluso en casos de violación, uno de los supuestos legales del aborto en Argentina. “La violación también está clara su formulación, pero habría que ver. Hay algunos casos donde la violación no tiene esa configuración clásica de la violencia sobre la mujer, a veces la violación es un acto no voluntario”, dijo.
Los portavoces del no se concentraron en el oficialismo, pero hubo excepciones. La senadora Gladys González, cercana a Macri, defendió con vehemencia la ley. “No podemos proponer como solución al aborto ilegal que se cierre el sistema. Queremos salvar a las dos vidas y no estamos salvando ninguna”, dijo González, en referencia al lema de los contrarios a la ley. La escuchó atenta su par, la vicepresidenta y presidenta del Senado, Gabriela Michetti, contraria al aborto incluso en caso de violación a una menor. Particularidades de un debate basado en la libertad de conciencia de los legisladores.
Entre los grandes partidos, sólo el kirchnerismo votó mayoritariamente a favor. La expresidenta Cristina Fernández de Kirchner, quien se opuso a tratar el tema del aborto mientras fue presidenta por estar en contra, explicó por qué ahora votó a favor. “No fue por mi hija que cambié de opinión. Las que me hicieron cambiar de opinión fueron las miles y miles de chicas que se volcaron a la calle. Esta ley no va a salir esta noche, no saldrá este año, pero saldrá el que viene o el otro”, dijo Kirchner.
Abortos con agujas de tejer
La decisión de mantener el aborto como un delito no evita que numerosas mujeres decidan interrumpir embarazos no deseados. Según estimaciones extraoficiales, entre 350.000 y 450.000 mujeres abortan cada año en Argentina. Lo hacen en la clandestinidad, con riesgo para sus vidas, en especial las gestantes con menores recursos, que recurren a médicos no profesionales o métodos peligrosos como sondas, perchas, agujas de tejer y hasta tallos de perejil.
Mientras los senadores debatían, una mujer de 35 años y madre de cinco hijos luchaba por su vida tras ser sometida a un aborto clandestino en Mendoza, al oeste del país. Hace menos de una semana, Liliana Herrera, de 22 años, falleció de una infección generalizada por la misma causa. Cada año, casi 50.000 mujeres sufren complicaciones derivadas de interrupciones del embarazo y cerca de medio centenar mueren. El ministro de Sanidad, Adolfo Rubinstein, llamó a los legisladores a poner fin a estas muertes evitables votando a favor de una ley que garantiza que las mujeres puedan abortar de forma segura. También la defendió, sin éxito, el ministro de Ciencia, Lino Barañao.
Con el paso de las horas, el ambiente en la calle se volvió más tenso. “Si no hay aborto legal, que quilombo se va a armar”, advertían las miles de mujeres partidarias del aborto legal que aguantaron bajo la lluvia todo el debate. “Es doloroso que no nos escuchen, que hablen de intervenciones quirúrgicas cuando las mujeres hoy abortan en casa con misoprostol”, lamenta Clara, una estudiante universitaria de 20 años.
Las encuestas muestran una gran división de la sociedad argentina sobre el aborto, con una ligera ventaja a favor de su legalización, que se dispara entre los más jóvenes. Los estudiantes han sido el gran motor de la campaña a favor y volvieron a manifestarse ayer masivamente con pañuelos verdes. El Congreso no puede volver a tratar el tema hasta dentro de un año, pero la reivindicación a favor del aborto legal, seguro y gratuito seguirá en las calles. Es cuestión de tiempo que las argentinas no sean forzadas a dar a luz, sino que puedan elegir cómo y cuándo ser madres.