Frente a lo desconocido o de difícil identificación, frente a lo extraño o sin nombre – como el título de esta muestra –, surge siempre una iniciativa de exploración. Con el incentivo suficiente es posible sumergirse en un proceso de lenta (por paciente) búsqueda como lo puede tener la arqueología o la historia y, por supuesto, como lo tiene la pintura. Todas ellas son disciplinas que interesan al artista y que trabajan o se desarrollan fuera del tiempo, descubriendo así, un relato paciente que se construye continuamente.
Gayoso Díaz no es ajeno a esta ciudad, a su destrucción, construcción y destrucción constante. A su transformación, a sus materiales, a sus mensajes ocultos, a sus desechos y acumulación, así como también a su pasado. Recoge ideas, acumula objetos; mensajes y formas que le llaman la atención en lo inesperado del camino. Percibe muy bien su entorno (incluso clínicamente, debido a algunas profesiones de su ámbito familiar nuclear y de donde quedarán con él algunas herramientas como pinzas, bisturíes, agujas, etc.).
El artista inicia su pintura desde un reconocimiento arcaico, es decir, desde lo táctil. Capa por capa va generando un “pasado histórico” a través de su propia aglomeración de experiencia y materiales tales como el concreto, mallas de metal, aglutinantes, etc. Todos ellos elementos que remiten a la idea de construir o edificar, pero que producen la memoria o huella de un espacio arquitectónico que yace en escombros o ruina. Luego, haciendo uso de sus singulares herramientas y enfrentándose a la capa matérica, emprende lo que podríamos llamar un “presente arqueológico”. Destruye y construye constantemente escarbando sobre las distintas capas: rasga, raya, marca y, a su vez, delimita, ensambla y determina formas y volúmenes sobre la superficie desigual. Interpreta a través del material.
Sin embargo, durante el proceso, el sentido corporal toma fuerza y poco a poco va dejando de lado la interpretación para dar espacio/voz al material mismo. Desde su naturaleza táctil, el artista comprende que la materia posee un discurso propio, quizá oculto, pero que sin duda existe. Al notar esta presencia descubre, luego de toda la “arqueología” anterior, nuevas dudas e interrogantes. Ahora, entonces, y en favor de aquellos elementos: sólo ensambla, estira, suspende, evidencia…observa más. El espacio entra en juego y con él los nuevos (y más grandes) cuestionamientos acerca de lo limítrofe y volumétrico de la materia. Gayoso Díaz invierte en lo táctil con el fin de orientarnos en plena oscuridad.