El agua es el recurso más importante para garantizar la vida y las actividades económicas. En el Perú, la cobertura más básica, que es el acceso a agua y saneamiento en los hogares peruanos, no ha sido resuelta aún; y esta carencia en zonas con potencial minero y agrícola se convierte en un foco perenne de conflicto.
Mas, ¿qué hacer en estos casos? La respuesta a este reto podría estar en incluir una visión tecnológica al abordar el binomio agua-minería e inclusive en todas las tareas de abastecimiento que impliquen dotar del derecho al agua a todos los peruanos.
En busca de una solución
El uso de las tecnologías halladas en las plantas desaladoras de agua de mar y en las plantas de reutilización o reúso es una de las herramientas adicionales para resolverlo. Con ello obtendremos nuevas fuentes hídricas para la producción minera sin comprometer aquellas destinadas por derecho al consumo humano directo y/o a la agricultura; a la par que, reduciremos la aparición y la intensidad de conflictos, e incluso incrementaríamos la capacidad -a través de las mismas- de aumentar el recurso para el consumo humano.
Recordemos que la disponibilidad de agua dulce en la tierra es escasa (el 97% es agua salada, solo el 3% es dulce; y de ese 3%, el 1% es agua dulce superficial); y que la actividad minera necesita miles de millones de litros de agua para su producción (una tonelada de cobre y una onza de oro requieren en promedio 39 mil litros y 13 mil litros de agua, respectivamente).
En el Perú existen experiencias exitosas respecto a la optimización de la gestión del agua a través del uso de plantas desaladoras y de reutilización. Tenemos mineras que reciclan más del 90% del agua que utilizan (Ancash), y otras que operan íntegramente con agua desalinizada (Moquegua). Estos procesos tecnológicos mejoran entre 15% y 30% la gestión del agua, generando importantes ahorros en ese sector.
Pero el éxito no se circunscribe solo a la minería. La industria petrolera también se beneficia actualmente de esta tecnología. La desaladora de Talara, localizada en las instalaciones de Petroperú – Refinería de Talara es un ejemplo de ello. Fue la primera planta que introdujo la tecnología de desalinización para producción y suministro de agua al servicio de la industria.
En relación con las plantas de reutilización, contamos con La PTAR Escalerilla (Arequipa), una planta de aguas residuales que adicionalmente al tratamiento de las aguas servidas urbanas del sector norte hasta purificarlas al nivel de una calidad adecuada para el riego, trata los fangos producidos para ser usados como abono . Este tipo de proyectos, aunque dirigido a depurar las aguas residuales domésticas, aplicaría perfectamente en el sector minero, en cuanto obra de compensación y/o beneficio para las comunidades aledañas, con el añadido de capacidad de reutilización y regeneración de agua para los procesos industriales.
Si bien ya hay interesantes experiencias de este tipo de tecnología en el sector saneamiento, como los proyectos citados, sería necesario que la instalación de las plantas desaladoras o de reutilización en el sector se constituya en un objetivo primordial de los planes de gobierno. El sector público peruano ha impulsado algunas iniciativas legales que apuntan a este sentido (por ejemplo, el proyecto de ley 1721/2017-PE, el cual proponía la desalación como tecnología complementaria para el tratamiento de agua), y aunque aún no se han concretado, se observa un interés de innovar en este campo, por lo que haría falta un mayor impulso tanto en lo legal como en lo ejecutivo para brindar nuevas soluciones a los retos del agua y saneamiento.
Un caso más cercano es el de Chile, al igual que Perú tiene un alto potencial minero, que los chilenos aprovechan y potencian introduciendo procesos tecnológicos de avanzada destinados a proteger los recursos hídricos o generar nuevos para dotar de agua a la industria minera sin disponer del agua reservada para uso doméstico. Una experiencia como esta es la Planta desaladora por ósmosis inversa de Copiapó, la cual produce más de 40 millones de litros de agua al día para abastecer las operaciones mineras del cliente en el valle del mismo nombre, ubicado en el desierto de Atacama. La planta de Copiapó se distingue por operar bajo los más rigurosos estándares ambientales y de calidad, y por haber reducido el riesgo de conflictos socio-ambientales en una zona conocida por su aridez extrema. Sin duda, una experiencia que puede replicarse en cualquier zona con potencial minero.
En este breve repaso por los proyectos en los que la tecnología ha contribuido a dar soluciones, podemos advertir que hoy, y no otro momento de la historia es pertinente actuar. Un momento en el que tenemos en ciernes el agravamiento del estrés hídrico, por un lado, y las expectativas por el crecimiento económico, por el otro lado. Gestionar el uso del agua con políticas correctas desde el Estado y con visión estratégica de parte de la empresa y el sector minero e industrial es una responsabilidad compartida.