“El secreto de la elegancia es parecer uno mismo”, decía Hubert de Givenchy, Con su porte aristocrático indisociable del de su musa Audrey Hepburn, el diseñador -cuya muerte se anunció este lunes- puso durante más de 40 años su talento al servicio de un estilo simple y refinado.
“El señor De Givenchy falleció mientras dormía el sábado 10 de marzo de 2018”, informó en un comunicado a la AFP el también diseñador Philippe Venet, que quién compartió su vida durante varias décadas. Sus funerales se realizarán “en la más estricta intimidad”, precisó.
Nacido el 20 de febrero de 1927, Hubert de Givenchy perdió su padre cuando tenía dos años y creció en Beauvais, en el norte de Francia, rodeado de su familia materna. Su abuelo era administrador de las manufacturas de tapicerías de Gobelins y de Beauvais. Así nació su gusto por los tejidos y materias: “Esta herencia que tuve la suerte de poder consultar fue de una gran influencia”, decía.
Un vestido debe “embellecer a la mujer que la lleva y no disfrazarla”, subrayaba este hombre distinguido y sumamente cortés que compartía con su “maestro” Cristóbal Balenciaga el gusto por las líneas depuradas.
Se puso a dibujar siluetas de moda, siguió clases en Bellas Artes y, a los 17 años, debutó su carrera de modisto en los talleres de Jacques Fath y Elsa Schiaparelli. Con 24 años decidió abrir su propia casa de moda.
Su primera colección, constituida casi por completo de piezas separadas, cosechó enseguida un gran éxito en 1952.
El encuentro en 1953 con Balenciaga, con quien entabló una gran amistad, fue crucial: “Balenciaga era la arquitectura, la genialidad, la belleza en el estado puro. Me lo enseñó todo”, declaró Hubert de Givenchy, quien sin embargo no trabajó nunca con el diseñador español.
La gracia de Audrey Hepburn
1953 supuso también el inicio de 40 años de complicidad con Audrey Hepburn, la actriz de cuerpo grácil y encanto ingenuo que se convirtió en su amiga y su musa.
Más que ninguna otra mujer, Audrey Hepburn encarnó el estilo Givenchy, esa elegancia sin ostentación, de fantasía discreta, cómoda sencillez, clásica pero no austera. Hubert de Givenchy la vistió para la pantalla (“Sabrina”, “Breakfast at Tiffany‘s”…) y también para la vida real.
Con ella, “ángel con ojos lánguidos”, “el trabajo se convertía en un acto de alegría”, declaró el diseñador en una ocasión. “Daba a la ropa la gracia que tenía en ella”.
La estrella de Hollywood le aportó numerosa clientela del otro lado del Atlántico que adoraba los vestidos con la elegancia sencilla y cómoda del diseñador.
“Estoy atada a Givenchy como las estadounidenses a su psiquiatra”, decía por su parte Audrey Hepburn.
Trabajador tenaz y perfeccionista, Hubert de Givenchy comenzó durante décadas su jornada laboral a las 07H30, permanentemente vestido con una bata de lino blanco. El diseñador, que por otro lado era un apasionado de la decoración y un gran coleccionista de arte, resumía así su línea de conducta: “Rigor, nada de cosas inútiles y mucho trabajo”.
Entre sus clientas figuraban Grace Kelly de Mónaco, Jackie Kennedy, la duquesa de Windsor, Elizabeth Taylor, Lauren Bacall, Jean Seberg, Diana Ross… En el cine vistió también a Brigitte Bardot.
Ovación
En 1988, Hubert de Givenchy vendió su casa de moda al grupo LVMH pero continuó como director artístico. Tiró la toalla unos años después, en 1995. “Me había convertido en un simple empleado de cuyo nombre se burlaban”, explicaba.
En julio de 1995, presentó su última colección de alta costura dedicada a su personal, en presencia de compañeros de profesión como Yves Saint Laurent, Christian Lacroix, Jean-Louis Scherrer, Kenzo, Paco Rabanne y Valentino. Una colección que quiso “siempre más depurada, más sencilla”, guiado por la preocupación de “llegar a la esencia misma de un abrigo, de un vestido, de un traje de chaqueta” y falda o pantalón.
Unos meses más tarde, en octubre, su última colección de prêt-à-porter, recibida con una ovación, puso el broche de oro a su carrera de diseñador.
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Hubert de Givenchy tenía una opinión severa sobre la moda actual. “Se habla de lujo como nunca antes”, decía en un documental difundido en 2015. “Hay cada vez más vestidos pero no hay dirección, bolsos con cadenas, zapatos casi inllevables. Si eso es el lujo, tiene el tiempo contado”.
Compartió su vida durante muchos años con el también diseñador Philippe Venet, con quien tenía un castillo lleno de obras de arte. Fue él quien anunció su muerte, ocurrida el sábado a los 91 años.