En las últimas décadas, desde la vigencia de la Constitución de 1993, hasta el 2011, en que se produce una inflexión hacia la sobre-regulación y la desconfianza en la inversión privada, el Perú aprovechó, como pocos países de la región, uno de los periodos más propicios para el crecimiento de su economía.
Además del crecimiento, esto permitió el aumento de los ingresos y de la inversión (especialmente en las regiones), el crecimiento de la clase media, la reducción de la deuda externa, el incremento de nuestras reservas, el aumento de las exportaciones, y alcanzar el grado de inversión.
Lamentablemente, en 2016, el gobierno de PPK, devolviendo favores a los Humala, le ocultó al país la situación de nuestra economía, en el proceso de transferencia. Este grave error, no permitió que tomáramos debida nota de los cambios y correcciones que debían hacerse, algo fundamental para validar, popular y políticamente, las necesarias reformas que permitieran relanzar la economía hacia la inversión (pública y privada) y el crecimiento. Peor aún, a fines del 2016, el MEF enfrió la economía (el ‘friaje de Thorne’), haciendo bajar el nivel de inversión y la demanda interna.
El 2017 estaba llamado a que enmendemos y avancemos, pero nos agarró el ‘niño costero´ y el escándalo de corrupción, organizado por el imperialismo de la izquierda brasileña y sus empresas constructoras. Pero, además, nos afectó severamente, la falta de acumen del gobierno (agudeza, perspicacia e ingenio –RAE; o la habilidad para entender y juzgar las cosas rápida y claramente –Oxford Dictionary).Hacia fines de año, se sumó a esto, la crisis de la vacancia-indulto, que terminó de paralizar el país.
¿Cómo le fue a la economía en el 2017?
Según un reciente informe del INEI titulado “Informe Técnico Indicador de la Actividad Productiva Departamental” sobre el crecimiento regional del tercer trimestre del 2017, la economía peruana aumentó en 2.5%, en el tercer trimestre, principalmente por el comportamiento positivo de ocho departamentos que fueron Apurímac (9.3%), Arequipa (9.0 %), Loreto (7.0%), Lambayeque (6.1%), Áncash (5.9%), Junín (5.3%), La Libertad (2.6%) y Lima (1.1%), que concentraron el 65.3% de la producción nacional.
Como se aprecia en el informe del INEI sobre el crecimiento de las regiones, no quedan dudas sobre el impacto positivo de la minería en el crecimiento del conjunto de la economía, el empleo y los encadenamientos con otros sectores.
Como hemos explicado anteriormente, la caída del crecimiento de la economía, que ahora todos extrañan, se originó, fundamentalmente, debido a la inflexión producida en la inversión minera por el pésimo manejo político de las inversiones del gobierno de Ollanta Humala. Hoy hemos vuelto a la realidad de la carencia de recursos y déficit fiscal. Los ingresos del Estado ya no son suficientes para cubrir nuestras necesidades de gastos operativos (mayores sueldos) y de inversión pública en requerimientos sociales indispensables.
A estas alturas todos sabemos que al caerse la inversión minera se afectó toda la economía. Esa es una relación causa-efecto que hay que analizar y mostrar para que la población no se vuelva a dejar engañar.
Según el estudio del INEI, el departamento de Apurímac creció en 9.3% sustentado principalmente por el subsector minero debido a la mayor extracción de cobre de la minera Las Bambas, así como, por el aumento de la extracción de plata y oro de la minera Anabi.
Por su lado, Arequipa, la segunda región con mayor crecimiento, presentó un incremento de 9.0% impulsado por el subsector minero, debido a la mayor extracción de molibdeno y cobre por la minera Cerro Verde. Y el departamento de Áncash aumentó en 5.9% influenciado por el subsector minería debido a la mayor extracción de zinc, cobre, plomo y plata reportado por la empresa Antamina; y la producción de oro por la minera Barrick Misquichilca.
Arequipa y Apurímac lideran el crecimiento en el tercer trimestre, así como ocurrió en el 2016. La producción de cobre de Apurímac y Arequipa se incrementó 7.4% y 10%, respectivamente, en el tercer trimestre. El resultado de las dos regiones de mayor caída se debió al desempeño de su sector minero.
Junin y La Libertad también. Junín creció en 5.3% principalmente por el subsector minero debido a la mayor extracción de cobre y molibdeno realizado por la minera Chinalco Perú y La Libertad se incrementó en 2.6% por la mayor extracción de oro en la Compañía Minera Los Andes Peru Gold y la Compañía Minera Poderosa, y plata en la Minera Barrick Misquichilca.
Por su lado, Lima creció solo 1.1% en el tercer trimestre del año, la menor tasa desde el 2009, lo cual evidencia una sostenida desaceleración. El crecimiento trimestral promedio entre el 2011 y el 2013 fue 6.8%. El resultado del tercer trimestre del 2017 se explica, principalmente, por la contracción de los sectores manufactura (-2,5%) y electricidad, gas y agua (-5,8%).
El caso de Cusco es clamoroso. Por algo más de 10 años creció al mismo ritmo que China, alrededor de 10% anual. El 2017, Cusco fue la región de peor desempeño, con una caída de 6.7%. Entre las razones de desempeño, el INEI sugiere que se debe a la menor actividad minera en la extracción de plata y cobre por la Compañía Minera Antapaccay, así como el subsector hidrocarburos por la baja explotación de gas natural y líquidos de gas natural. Además, también decreció el subsector electricidad y los sectores Transporte, Almacenamiento, Correo y Mensajería; Construcción y Agropecuario.
Algunas conclusiones
El IPE analizó este informe y llega a la conclusión que “a partir del reporte, se identifican tres tendencias principales: la recuperación de las regiones afectadas por el fenómeno de El Niño costero y de la zona oriente, la moderación del crecimiento de las regiones mineras, y la sostenida desaceleración de la región Lima.”
La situación actual es bastante complicada. La proyección del crecimiento para el 2017 se ha revisado hacia abajo varias veces. El año comenzó con un anuncio del Banco Mundial que proyectaba un crecimiento del PBI del Perú de 4.2%. Para febrero, seis entidades ya habían reducido su previsión de crecimiento a aproximadamente 3.5%. Por su lado Apoyo Consultoría prevé que, en la región sur, la demanda interna fluctúe entre cero y uno por ciento. Esto en un año de elecciones regionales.
Además, en noviembre el PBI creció tan solo 1.78% (se esperaba un 2.4% de crecimiento) y decepcionó al mercado, siendo la minería el mayor motor de crecimiento. Por lo tanto, es prácticamente imposible que alcancemos el 2.8% proyectado por el Ministerio de Economía y Finanzas y el 2.7% que esperaba el Banco Central de Reserva.
Por su lado, los ahorros del gobierno en el BCR disminuyeron en US$5,716 millones en el 2017, que es equivalente a una reducción del 38% frente al 2016. “Esto [la reducción de los ahorros] es una señal de alerta macroeconómica porque estamos consumiendo ahorros de forma acelerada”, afirmó recientemente Luis Alberto Arias, ex superintendente de la Sunat. Esto es una alerta sobre la salud de la sostenibilidad fiscal, considerando que la suma es equivalente al 2.6% del PBI.
Asimismo, la demanda interna también muestra debilidad, y la inversión pública se mostró más débil de lo previsto en el último mes del año y solo creció 6.3%. Todo esto se ha traducido en una caída en la confianza empresarial, que mostró niveles mínimos de nueve meses en diciembre, influenciada por los problemas políticos de los últimos meses.
La situación es pues, verdaderamente grave, el Perú se ha alejado de su positivo ciclo de inversión y expansión y, en el mejor de los casos, se encamina a un crecimiento mediocre de menos de 4% anual a partir del 2018. Un factor clave para el crecimiento del Perú será el impacto en la confianza y evitar que la inversión pública y privada disminuya, lo cual podría peligrar con la inestabilidad política actual.
A diferencia de inicios de siglo, en que supimos atraer inversión, ahora estamos desperdiciando una excelente oportunidad para crecer. Es cierto que las cotizaciones de los metales ayudan, por ejemplo, un dólar adicional por libra de cobre, significa mayores exportaciones por unos US$ 6,000 millones, de los cuales, el Estado se queda con algo menos del 50%, algo cerca de 1.2% del PBI. Muy importante. Esta situación permite también, inversiones menores en ampliaciones y otras, pero mientras el país no tenga una conducción política con visión y liderazgo, así como consecuente con nuestras necesidades, no se avanzará con los proyectos más grandes, como Tía María, Quellaveco, Michiquillay, etc., que son los proyectos que pueden llevarnos a recuperar buena parte del crecimiento.
La verdad es que los pobres del Perú, debieran estar marchando para reclamar al gobierno su falta de capacidad para permitir que los grandes proyectos se echen a andar, así como reclamando a los anti-mineros por sus acciones anti-inversión.
Como dijimos en Lampadia el 15 de agosto pasado, Solo el crecimiento salvará al Perú. El Perú no puede resignarse a la mediocridad, nuestra tarea por el desarrollo integral y la búsqueda del bienestar general nos exigen algo mejor, máxime, teniendo los recursos y el potencial para emprender una gran revolución productiva.
Pero nuestra mayor preocupación es que ahora solo queda un camino para la recuperación del crecimiento y la armonía social y política (ver en Lampadia: No apuntemos a un crecimiento mediocre):
Tenemos que pensar en grande, un país de múltiples y grandes necesidades, y con infinitas posibilidades de desarrollo productivo, no puede resignarse a la mediocridad ni a la anomia social. Hay que ponerse delante de los problemas, con fuerza de espíritu, sentido de urgencia y confianza en el futuro. Lampadia