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Trump logra una gran victoria al aprobar el Senado la mayor rebaja fiscal en 30 años

Publicado el 20/12/17

Donald Trump ya tiene prácticamente en el bolsillo el mayor logro de su presidencia hasta el momento, su archiprometida reforma fiscal. Tras meses de debate, el Senado aprobó esta madrugada, con 51 votos republicanos a favor y 48 demócratas en contra, la mayor rebaja de impuestos para las empresas de la historia reciente de Estados Unidos y una serie de reducciones en todos los tramos de renta, incluído el de los más ricos. En dólares contantes y sonantes, el recorte de impuestos se estima en unos 1,5 billones en el plazo de 10 años y genera una enorme incertidumbre para las cuentas públicas.

El proceso está terminando como empezó, con complicaciones. La Cámara de Representantes, que había votado a favor del proyecto definitivo el martes, tendrá que repetir la votación este miércoles porque, cuando el texto llegó al Senado, los senadores cambiaron tres provisiones que incumplían la normativa. Pasado este último trámite, Trump podrá estampar su firma en una reforma que se ha ganado con cifras el adjetivo de histórica; hay que regresar a la de Ronald Reagan de 1981, para encontrar una rebaja de tributos comparable.

El proceso ha sido largo y complicado, no solo por los contratiempos del último momento. Trump llegó a la Casa Blanca hace 11 meses con la intención de conseguir su reforma para el verano pero ha acabado por darse con un canto en los dientes por poder cerrarla antes de acabar el año. Las dificultades para poner de acuerdo a los propios legisladores conservadores ya supusieron el fracaso de la contrarreforma sanitaria, otra gran promesa electoral de la campaña, y ahora han dilatado las negociaciones sobre impuestos. El presidente necesitaba esta victoria como agua de mayo, dado el mal balance legislativo que ha marcado su presidencia pese a la mayoría republicana en las cámaras.

Ha sido tal la tensión hasta el último momento que el vicepresidente, Mike Pence, aplazó su viaje a Oriente Medio para estar en Washington en la votación en caso de que hiciera falta su voto de desempate en el Senado. La Cámara alta está formada por 48 senadores demócratas y 52 republicanos (aunque acaban de perder el escaño de Alabama) y la enfermedad de John McCain, que está tratándose en Arizona, les dejaba solo con 51 y temían una deserción de última hora.

Más allá de las luchas intestinas del partido republicano, la propia reforma fiscal es angulosa. El impuesto de sociedades cae del 35% al 21%, el tramo máximo para las mayores rentas encoge del 39% al 37% y, en beneficio de las clases trabajadoras, casi duplica el mínimo exento (de 6.500 a 12.000 dólares y el doble para parejas) y mejora las ayudas por hijo, gastos médicos y estudios.

En total, esos puntos porcentuales que desaparecen y deducciones que se añaden o se aumentan suman un montante de 1,5 billones de dólares que dejan de entrar en las arcas públicas. El argumento republicano es que cuanto más baja la presión fiscal, más se anima la economía, y, al acelerarse el crecimiento, aumenta el tamaño del pastel y el fisco acaba ingresando lo mismo pese a que los gravámenes bajen. Es decir, que el mayor dinamismo compensa el recorte de los tipos impositivos y la reforma fiscal, de alguna forma, se paga sola.

Pero muchos expertos, incluido el comité fiscal del Congreso, advierten de que esos cálculos son demasiado optimistas y que el bocado a las arcas seguirá sumando al menos un billón de dólares en esa década.



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