Lunes, 23 de Diciembre del 2024
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Tres mujeres reactivan sus denuncias por acoso contra Trump y piden al Congreso que abra una investigación

Publicado el 11/12/17

La ola contra el acoso sexual que recorre Estados Unidos ha golpeado hoy al presidente Donald Trump. Tres mujeres que habían acusado al multimillonario de conducta sexual impropia han unido sus voces y, en nombre de un grupo de 16 supuestas víctimas, han exigido al Congreso que abra una investigación. La andanada, que difícilmente puede prosperar debido a la mayoría parlamentaria republicana, ataca a Trump en uno de sus puntos más oscuros y débiles: su relación con el sexo opuesto. “Los tiempos han cambiado y quiero que nos escuchen otra vez”, dijo una denunciante.

Estados Unidos vive días febriles. Desde que se destapara la olla podrida del productor cinematográfico Harvey Weinstein, que ya ha sido acusado por 80 actrices, no hay semana sin escándalo. En menos de dos meses, más de 40 directivos, empresarios, famosos y políticos han caído fulminados por supuesto acoso sexual.

Bajo esta tormenta, era solo cuestión de tiempo que los rayos alcanzasen el presidente. Primero fueron relatos esporádicos del pasado, luego coloquios con supuestas víctimas en televisiones y hoy en Nueva York una puesta en escena completa: la productora cinematográfica Brave New Films, aprovechando los nuevos aires del #metoo (#yotambién), ha reunido a tres de las participantes en el documental 16 mujeres y Donald Trump, emitido en noviembre, para que contasen sus experiencias. Eran Rachel Crooks, Jessica Leeds y Samanta Holvey.

La embajadora estadounidense ante la ONU, Nikki Haley, es una figura emergente. A sus éxitos en el Consejo de Seguridad se ha sumado su voz clara sobre asuntos espinosos. El del acoso es uno de ellos. Preguntada en una entrevista en la CBS por las mujeres que han denunciado a Donald Trump, la embajadora sorprendió al país con su franqueza: “Deben ser escuchadas y hay que tratar con ello. Cualquier mujer que se siente violada o maltratada de cualquier modo, tiene todo el derecho de hablar”, afirmó, rompiendo la línea oficial de que las elecciones eran el punto final del caso. “Sé que fue elegido, pero debemos estar siempre dispuestos a escuchar”, zanjó.

La primera relató que en 2005 el magnate se abalanzó sobre ella y la besó sin permiso en un ascensor de la Torre Trump donde trabajaba de recepcionista. Tenía 22 años. La segunda, sufrió supuestamente tocamientos del multimillonario en un vuelo en los años setenta. No le conocía de nada. Y la tercera asegura que fue intimidada en el camerino durante el concurso de Miss América. “Entró cuando estaba desnuda”, dijo. Todas pidieron que la conducta del ahora presidente sea investigada. “Que le apliquen la misma vara de medir que a Weinstein”, exigió Crooks.

No es la primera vez que Trump es señalado por acoso. En 30 años le han acusado 24 veces. Ninguna imputación ha prosperado. Y como ocurrió este lunes, cada denuncia ha sido desmentida con rotundidad. “Son imputaciones falsas, puestas en duda por testigos oculares y respondidas con largueza durante la campaña. El pueblo americano emitió su veredicto otorgando a Trump la victoria”, señaló la Casa Blanca, que consideró la presentación “una gira publicitaria con motivaciones políticas”.

Pero si en el campo judicial Trump siempre ha resultado victorioso, su credibilidad no salido indemne. El punto más bajó lo tocó en la campaña electoral cuando se destapó una grabación de 2005, en la que el entonces showman decía:“Yo empiezo besándolas… Ni siquiera espero. Cuando eres una estrella, entonces te dejan hacer. Ágarralas por el coño; puedes hacer lo que quieras”.

Más allá del escándalo, sus comentarios retrataban a un Trump brutal y desmedido con las mujeres. Un acosador en potencia. La onda expansiva de la grabación hizo que sus colaboradores más cercanos temieran el fin de su carrera electoral. Pero el millonario sobrevivió, aunque con dificultad.

Ese mismo día emitió un breve comunicado en el que calificaba sus palabras de “broma de vestuario” y aprovechaba para atacar a Bill Clinton, del que aseguraba que le había dicho “cosas mucho peores en el campo de golf”. Fue una respuesta fallida que solo incendió aún más a sus detractores.

Horas después, forzado por su esposa, Melania, y su hija Ivanka, emitió un vídeo en el que aseguraba: “Nunca he dicho que sea perfecto y nunca he fingido ser alguien que no soy. He dicho y hecho cosas de las que me arrepiento, y las palabras publicadas hoy en un vídeo que tiene más de una década son una de ellas. Cualquiera que me conozca sabe que esas palabras no me representan. Ya lo he dicho: me equivoqué y pido disculpas”.

Sus excusas supieron a poco. Pero le valieron para seguir adelante en campaña y, a la postre, ganar las elecciones. Desde entonces, ha intentado sortear la cuestión del acoso e incluso ha apoyado el vendaval del #metoo. “Es muy bueno para las mujeres y soy muy feliz de que estas cosas salgan a la luz”, ha llegado a decir.

Sus declaraciones a favor de las víctimas han tenido una vida efímera. Él mismo las hundió cuando, en contra de su propio partido, salió en defensa del candidato republicano al Senado por Alabama, Roy Moore, acusado de abusos a menores.Un respaldo que le situó otra vez en el disparadero. Ese lugar donde vive permanentemente Trump.

La primera relató que en 2005 el magnate se abalanzó sobre ella y la besó sin permiso en un ascensor de la Torre Trump donde trabajaba de recepcionista. Tenía 22 años. La segunda, sufrió supuestamente tocamientos del multimillonario en un vuelo en los años setenta. No le conocía de nada. Y la tercera asegura que fue intimidada en el camerino durante el concurso de Miss América. “Entró cuando estaba desnuda”, dijo. Todas pidieron que la conducta del ahora presidente sea investigada. “Que le apliquen la misma vara de medir que a Weinstein”, exigió Crooks.

No es la primera vez que Trump es señalado por acoso. En 30 años le han acusado 24 veces. Ninguna imputación ha prosperado. Y como ocurrió este lunes, cada denuncia ha sido desmentida con rotundidad. “Son imputaciones falsas, puestas en duda por testigos oculares y respondidas con largueza durante la campaña. El pueblo americano emitió su veredicto otorgando a Trump la victoria”, señaló la Casa Blanca, que consideró la presentación “una gira publicitaria con motivaciones políticas”.

Pero si en el campo judicial Trump siempre ha resultado victorioso, su credibilidad no salido indemne. El punto más bajó lo tocó en la campaña electoral cuando se destapó una grabación de 2005, en la que el entonces showman decía:“Yo empiezo besándolas… Ni siquiera espero. Cuando eres una estrella, entonces te dejan hacer. Ágarralas por el coño; puedes hacer lo que quieras”.

Más allá del escándalo, sus comentarios retrataban a un Trump brutal y desmedido con las mujeres. Un acosador en potencia. La onda expansiva de la grabación hizo que sus colaboradores más cercanos temieran el fin de su carrera electoral. Pero el millonario sobrevivió, aunque con dificultad.

Ese mismo día emitió un breve comunicado en el que calificaba sus palabras de “broma de vestuario” y aprovechaba para atacar a Bill Clinton, del que aseguraba que le había dicho “cosas mucho peores en el campo de golf”. Fue una respuesta fallida que solo incendió aún más a sus detractores.

Horas después, forzado por su esposa, Melania, y su hija Ivanka, emitió un vídeo en el que aseguraba: “Nunca he dicho que sea perfecto y nunca he fingido ser alguien que no soy. He dicho y hecho cosas de las que me arrepiento, y las palabras publicadas hoy en un vídeo que tiene más de una década son una de ellas. Cualquiera que me conozca sabe que esas palabras no me representan. Ya lo he dicho: me equivoqué y pido disculpas”.

Sus excusas supieron a poco. Pero le valieron para seguir adelante en campaña y, a la postre, ganar las elecciones. Desde entonces, ha intentado sortear la cuestión del acoso e incluso ha apoyado el vendaval del #metoo. “Es muy bueno para las mujeres y soy muy feliz de que estas cosas salgan a la luz”, ha llegado a decir.

Sus declaraciones a favor de las víctimas han tenido una vida efímera. Él mismo las hundió cuando, en contra de su propio partido, salió en defensa del candidato republicano al Senado por Alabama, Roy Moore, acusado de abusos a menores.Un respaldo que le situó otra vez en el disparadero. Ese lugar donde vive permanentemente Trump.



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