Primero, hablemos de la respuesta tardía de Trump. Mientras que Trump fue a Texas dos veces en el plazo de una semana tras el huracán Harvey, y viajó a la Florida cinco días después del huracán Irma, la Casa Blanca recien anunció el martes –ante una tormenta de críticas– que Trump visitará la isla el 3 de octubre. Eso será casi dos semanas después del huracán.
Pero eso es un detalle menor en comparación con la falta de interés que Trump mostró en los días que siguieron al paso del huracán María el 20 de septiembre a través de Puerto Rico.
En los cinco días que siguieron, después de que el huracán había dejado a toda la isla sin electricidad y a la mitad sin agua, Trump escribió sólo un tuit sobre la tragedia de Puerto Rico: un mensaje al gobernador Ricardo Rosselló diciendo: “Estamos con ustedes”. En comparación, durante el mismo período, Trump escribió 17 tuits relacionados con su afirmación de que los atletas de la liga de fútbol americano NFL que se arrodillan durante el himno nacional no respetan la bandera de Estados Unidos.
Hay razones legítimas para preguntarse si Trump tiene credenciales para dar lecciones de patriotismo. “Una gran manera de demostrar respeto por la bandera es rechazar las ofertas de ayuda electoral secreta de agencias de espionaje de gobiernos extranjeros hostiles”, escribió ironicamente David Frum, el editor de la revista Atlantic, refiriéndose a las cálidas relaciones de Trump con Rusia.
Más al punto, fue totalmente insensible de parte de Trump iniciar un debate sobre el respeto a la bandera en medio de la tragedia de Puerto Rico. El cantante Marc Anthony tuiteó el 25 de septiembre: “Sr. Presidente, deje de hablar de la NFL y haga algo por nuestra gente en necesidad en Puerto Rico”.
Cuando finalmente Trump reaccionó ante las críticas, lo hizo con un tuit que sonó cruel. Trump escribió que Puerto Rico está en “graves problemas”, después del huracán María, y que sus miles de millones de dólares en deudas con los bancos de Wall Street “deben ser afrontados”.
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Por supuesto, Puerto Rico está en quiebra, y debe llegar a un acuerdo con los bancos de Wall Street. Pero el tuit de Trump fue el equivalente de darle un sermón sobre la necesidad de comer más sano y hacer ejercicio a un paciente que llega a la sala de emergencia en estado crítico.
“Es inconcebible que en un momento como éste, cuando los hospitales de Puerto Rico no tienen electricidad, la mitad de la isla no tiene de agua y la vida de la gente está amenazada por epidemias, el presidente esté preocupado por los intereses de Wall Street”, me dijo Edwin Meléndez, director del Centro de Estudios Puertorriqueños del Hunter College de Nueva York.
Meléndez me dijo que no ha podido hablar con su hijo y nieto en la isla desde que el huracán golpeó a Puerto Rico hace casi una semana, y sólo ha sabido que están a salvo gracias a un pariente que tuvo acceso a un teléfono satelital.
Lo menos que podría hacer Trump es enviar más ingenieros del ejército a la isla. Puerto Rico necesita batallones de ingenieros para restaurar los servicios de agua y electricidad, y para reconstruir carreteras y puentes.
Ademas, Trump debería eximir a Puerto Rico del Acta Jones, que exige que solo buques de bandera de Estados Unidos pueden llevar carga de un puerto estadounidense a otro. Esa ley estrangula la economía de la isla, y hace mas difícil y costosas las tareas de reconstrucción”.
Pero sobre todo, Trump debe entender que –le gusten o no los puertorriqueños– son ciudadanos estadounidenses. Más de 200,000 puertorriqueños han servido en las fuerzas armadas estadounidenses desde 1917, incluyendo 48,000 durante la Guerra de Vietnam (la misma guerra a la que Trump evitó ir pidiendo cinco postergaciones consecutivas.) ¡Puerto Rico merece ser tratada mejor!