Ricardo Darín recogió ayer el segundo Premio Donostia de la 65 edición del Festival de Cine de San Sebastián y se lo dedicó a Argentina “y a toda sudamérica”, tras recordar que es el primer sudamericano que recibe esta distinción en la historia del certamen.
Darín (Buenos Aires, 1957) recibió la estatuilla honorífica, en reconocimiento a su trayectoria, de manos de las actrices Dolores Fonzi y Elena Anaya, sus compañeras de reparto en “La cordillera”, el thriller político de Santiago Mitre que se proyectó ayer en el Palacio del Kursaal después de la ceremonia.
Fonzi, que ha hecho ya cuatro películas con él, recordó el día en que lo conoció, en el rodaje de “El aura” (2005).
“Sentí que había esperanza de vivir esta profesión con talento y verdad, sin perder la alegría, el entusiasmo y el compañerismo”, señaló la actriz, para añadir a continuación: “A todos nos pasa que nos gustaría ser Ricardo Darín”.
La simpatía y el cariño que despierta en el público este actor quedó en evidencia desde el momento en que pisó el escenario del Kursaal, en donde fue recibido entre ovaciones, aplausos y con el público en pie.
Darín, que optó por improvisar su discurso, recordó el día en que entregó este mismo galardón a Dustin Hoffman, en 2012. “Parado junto a ese monstruo cinematográfico universal, me preguntaba cómo se sentiría ese hombre, cómo se controlaría frente a tanta calidez”, señaló.
“Hoy me doy cuenta de que no hay forma de controlarse, aunque él quizá no contaba con la ventaja que cuento yo, y es que aquí me siento en casa”, prosiguió entre aplausos antes de desvelar que ha visitado varias veces San Sebastián, junto a su mujer, también fuera del festival.
El protagonista de “El secreto de sus ojos”, “Nueve reinas”, “El hijo de la novia” o “Truman”, por la que consiguió el Goya hace dos años y la Concha de Plata de este festival, ha echado la mirada atrás para agradecer la ayuda de sus colegas de profesión: actores, directores, guionistas, productores y equipos técnicos.
“Recibo este gran abrazo con mucha emoción”, confesó, aunque fue al mencionar a los más cercanos cuando esa emoción ha sido más evidente.
“Quiero dedicar este momento a los amores de mi vida: mi mujer, mis hijos, mis hermanas, sobrinos, amigos, a todos los que han tenido la amabilidad de acompañarme hasta aquí para darme contención”, ha dicho.
Justo antes de abandonar el escenario volvió a tomar el micrófono para reparar un lapsus: “Mamá, no me olvido de ti”, dijo alzando el premio.
El Premio Donostia es la distinción honorífica más importante del Festival de San Sebastián. Desde que se otorgó por primera vez en 1986 a Gregory Peck ha recaído en grandes mitos del cine, desde Glenn Ford a Robert Mitchum, y desde Al Pacino a Anthony Hopkins, Bette Davies o Glenn Close.
Horas antes de recibir el premio, en el marco de una conferencia de prensa en donde presentó el filme que protagoniza “La cordillera”, se refirió entre chistes y bromas a la distinción, de la que aseguró: “Es como recibir un reconocimiento de la familia”, máxime cuando él, aún hoy, no se fía de sí mismo.
“Aún no sé qué pienso de mí mismo, siempre he sospechado y aún sospecho de mí”, bromeó el actor, quien dijo que se abruma al “navegar” por la lista de nombres que tienen el Donostia, como Bette Davis, Gregory Peck, Hopkins…”y De Niro”, resalta antes de añadir riendo: “Creo que me echarían por impostor”.
“Te emocionan los gestos de la gente más próxima porque a veces por la cotidianeidad no nos damos tanta importancia, somos más proclives a admirar y elogiar a quien está más lejos, siento esa cercanía y por eso es una doble emoción”, agregó
Aún a riesgo de “acabar preso” de sus palabras, afirmó que ha rechazado muchos papeles “por convicciones personales”; por ejemplo, no sería capaz de encarnar a un pederasta, “sería abominable”, dijo, pero recordó que acaba de dar vida a un presidente corrupto y desalmado en “La cordillera”, de Santiago Mitre.
“El contexto es más importante que el personaje”, matizó el ganador de una Concha de Plata, conseguida ex aequo con Javier Cámara por “Truman” en 2015.
El argentino, también nacionalizado español, reconoció que los premios no le gustan por “la parte de contienda que contienen”, pero sí los reconocimientos, como este Donostia que agradece, pero “no necesita”, porque siempre se ha sentido querido.
Asegura que no es persona de volver atrás, pero que este tipo de galardones “obligan” a ello