Cinema Partito. Existe abundante material cinematográfico sobre el Fútbol Peruano, pero no todos se conservan en buen estado. Algunos se encuentran deteriorados, otros con fallas técnicas y otros mutilados. Rodada en blanco y negro, Argentina-Perú en la Bombonera es una cinta de visión obligatoria para los peruanos. Aunque carece de nitidez y las imágenes parpadean en algunos pasajes, el desarrollo de la historia se sigue con interés, sobre todo la segunda parte que es cuando se convierte las anotaciones. Ambientada en el año 1969, la selección peruana de fútbol debe conseguir al menos un empate ante la selección argentina, a fin de clasificar por primera vez a un mundial. En cualquier estadio los albicelestes son difíciles de vencer; en La Bombonera, son casi invencibles. La proximidad de las graderías con la cancha y el aliento indesmayable de la hinchada ejercen una presión extenuante sobre los visitantes, logrando que éstos reduzcan considerablemente su rendimiento. Aun así, la selección peruana obtiene un dramático empate. Destacan Héctor Chumpitaz, Teófilo Cubillas, Roberto Challe, “Perico” León, pero el héroe de la jornada es Oswaldo “Cachito” Ramírez, quien convierte dos goles: la segunda anotación parece una réplica de la primera. Algunos entendidos no dudan en calificar al film de género épico, aunque quizás sea más preciso enmarcarlo en el de superación.
De la misma índole, pero carente del suspenso y de la emoción de Argentina-Perú en la Bombonera, es la cinta Perú-Chile (Eliminatorias Argentina 78). La rivalidad entre ambos contendientes es histórica: se remonta a la época de la llamada Guerra del Pacífico. El equipo peruano juega de local y, por tanto, está compelido a derrotar a Chile a fin de pasar a la siguiente ronda. Además. cuenta con jugadores de mayor jerarquía. Llegado el momento del encuentro, esa supremacía se plasma en el campo de juego y, sin mayores inconvenientes, la selección nacional logra su objetivo con goles de Hugo Sotil y de Juan Carlos Oblitas. A todas luces se trata de un desenlace previsible. La novedad reside en la celebración. Los hinchas invaden el terreno de juego para festejar con los jugadores. En medio de la multitud aparece el presidente de la República, el general Francisco Morales Bermúdez. Con la autoridad que le confiere su alta envestidura, se dirige al back central Julio Meléndez Calderón, le solicita su camiseta y se la coloca; luego felicita y abraza al director técnico Marcos Calderón. Embargados por la emoción los tres unen sus voces para entonar el himno nacional. Así, pues, el jefe de la nación parece haber dotado al triunfo de una dimensión nacionalista y patriótica. Empero, se trata de un Happy ending engañoso. El general Francisco Morales Bermúdez es un dictador impopular y desprestigiado que pretendió sacar provecho político de un suceso favorable en el ámbito deportivo.
De impostergable visión es la cinta Argentina-Perú en Argentina 78. Argentina y Perú juegan una de las semifinales. Perú carece de toda opción; Argentina, en cambio, está obligada a ganar por una diferencia de cuatro goles. De no conseguirlo, será Brasil la que juegue la Final ante Holanda. La albiceleste nunca ha sido campeona del mundo. Siendo la anfitriona del mundial, cuenta con una oportunidad inmejorable. En el encuentro Perú solo ofrece resistencia en el primer tiempo, incluso tuvo un par de opciones de gol. Terminado los primeros 45 minutos, Perú pierde por 2 goles a cero. En el segundo tiempo Argentina somete a su oponente y le encaja 4 goles más, consumando la goleada. Por el score abultado y demoledor, algunos críticos catalogan la película de género catástrofe; por lo ridículo de algunas anotaciones, otros la califican de comedia, una comedia de equivocaciones. Varios años después, con la aparición de escenas inéditas, la cinta adquirirá relevancia. En una de ellas se ve a Henry Kissinger, secretario de Estado de Richard Nixon (presidente de Estados Unidos), y a Jorge Rafael Videla (1976-1981), presidente de Argentina, ingresando al camerino de la selección peruana antes de empezar el encuentro. ¿Qué hacían un incitador de regímenes autoritarios y un dictador genocida visitando a jugadores del bando rival? ¿Cuál fue la reacción de los futbolistas? ¿Se sintieron intimidados? No hay forma de saberlo, pues se produce un corte (una elipsis) y de inmediato la cámara se traslada al campo de juego. Se estima que, en el mejor de los casos, deben haber sentido desconcierto y cierto escalofrío al ver el rostro de Jorge Rafael Videla con su apariencia de Hitler desnutrido. Está claro que, con la inclusión de semejante escena, el film adquiere un talante de corte político. Muchos años después, cuando parecía que el film había adquirido su forma definitiva, apareció una nueva escena. Luego de descender del ómnibus se observa a un jugador de la selección peruana estableciendo contacto con el representante de un club argentino. Fácilmente se deduce que ha recibido una oferta económica a fin de menguar su rendimiento. Sin embargo, al encajar una paliza descomunal por parte de los gauchos, se presume que fueron varios los peruanos que recibieron dinero para dejarse golear. Digamos que a partir del tercer gol todos los futbolistas pasan a ser sospechosos. Como era de esperarse, con la inclusión de esta insólita escena la cinta pierde prácticamente su connotación política y se enmarca dentro del género policial, del denominado cine negro, cine gansteril para ser más exactos. A pesar de tratarse de una película con incuestionables virtudes artísticas, es inhallable en el Perú. Quien quiera adquirir el DVD o el Blu-ray de la cinta tendrá que viajar a Chile, donde es considerada una película de culto. Es más, fanáticos, más de fútbol que de cine, ciertamente, se las habrían arreglado para visualizar los goles en tercera dimensión.
Aun cuando no fue un éxito de taquilla, los productores se lanzaron a filmar otra película en la misma línea: Polonia-Perú en Italia 90. A juzgar por el resultado final, derrota de Perú por 5 a 0, se diría que se trata de un remake de Argentina-Perú en Argentina 78. Sin embargo, la historia se circunscribe en el plano estrictamente deportivo: intenta representar una derrota sin atenuantes. Al parecer, trata de reparar la deplorable imagen moral que la selección nacional había dejado ante los gauchos en su mundial, dejando en claro que se puede perder por goleada sin presiones políticas y sin recibir estímulos económicos.
A pesar de su fracaso comercial, se continuaron filmando películas de derrotas calamitosas pero ya con otro giro: derrotas con sabor a victoria. Una de ellas está ambientada en el Preolímpico de Paraguay de 1992. Es el último encuentro de Perú en el campeonato clasificatorio. El partido es contra el anfitrión, Paraguay, y con situaciones adversas: el clima, la cancha, los hinchas, el árbitro, la pelota, los recogebolas, la suerte, en fin, una especie de conspiración del destino contra Perú. En el clímax de la película el equipo peruano sufre tres expulsiones. Los paraguayos no desaprovechan la ventaja y castigan sin piedad a su rival por siete goles a cero. Pese a los esfuerzos del director por transmitir la sensación de una derrota heroica, presentando a los jugadores como unos paladines luego de haber participado en una batalla sangrienta, al espectador le queda la sensación de haber sido testigos de un revés bochornoso y sin atenuantes.
El tema de las derrotas heroicas se convirtió en un filón inagotable para los cineastas peruanos. Por suerte uno de ellos se animó a filmar una de corte distinto: bajo la premisa de que el “querer es poder”, Perú se enfrenta a Brasil, una selección pletórica de cracks. El equipo peruano ofrece un rendimiento pobrísimo y sufre un castigo inclemente: pierde por siete goles a cero. El film se denomina Perú-Brasil en Copa América 1997 y los entendidos han sido unánimes en sostener que se trata de una sátira demoledora a las técnicas de superación personal. Aunque moleste el hecho de que el equipo peruano sea el objeto de esta burla, la cinta es altamente recomendable.
Interesante por su propuesta novedosa, más no por la plasmación de la misma, es la cinta Perú campeón mundial. Es una película futurista, está enmarcada en el 2090 y, aunque se desconoce la sede del mundial, se presume que se trata de un país europeo. Narra las peripecias del equipo peruano desde su clasificación al máximo evento deportivo hasta la obtención del mismo. La película pretende transmitir un mensaje de esperanza a los peruanos, pero conspira contra ella la falta de verosimilitud que se traduce en la proximidad del suceso, el nivel de excelencia del plantel, el orden y la disciplina de los jugadores, la variedad de tácticas, el físico privilegiado, la conducta equilibrada y respetuosa, y el hecho que en la final del torneo derrote por tres goles a cero a Brasil, que para ese entonces ya había acumulado diez copas mundiales.

Los bloopers de Juan “Chiquito» Flores. Los arqueros profesionales pasan a formar parte de la historia por haber destacado nítidamente, por haber mantenido su valla invicta en un número importante de encuentros, por haber impuesto un récord defendiendo la casaquilla de un club o de una selección. En el caso de Juan Chiquito Flores, guardameta que alternó en clubes importantes como Juan Aurich, Sport Boys y Universitario de Deportes, su nombre ha quedado perennizado por haber protagonizado los bloopers más desopilantes del futbol peruano.
En su larga e irregular carrera los bloopers se sucedieron en sus inicios de un modo aleatorio, luego se volvieron costumbre, hasta que finalmente se convirtieron en su marca distintiva. Dada la cantidad, la calidad y la variedad de sus bloopers, parece que en Juan Chiquito Flores hubiese primado un franco deseo de superación. Valgan verdades, no pocos de ellos son obras maestras, piezas de un acabado casi perfecto, escenas antológicas extraídas de una comedia de culto.
De los nueve bloopers que se aprecian en el video confeccionado por Fútbol en América (2013), cuatro son provocados, es decir, errores forzados. En todos ellos se materializa un error garrafal inducido involuntariamente por un agente. Ante un centro al área o un disparo al arco, el arquero rechaza el balón hacia su propio arco, calcula mal el salto que le impide rechazar con firmeza el balón, se le escurre la pelota de las manos.
El vídeo incluye una patada voladora que pasa por blooper pero que en realidad se trata de un anti fairplay. Juan Chiquito Flores comete un foul descalificador contra el delantero Mauro “El Toro” Cantoro. Si lo vemos como un blooper es porque el rol protagónico lo encarna Juan “Chiquito” Flores. Con otro actor no dudaríamos en exigir que se vaya a la penitenciaría por mezclar el kung Fu con el fútbol. En el área de juego, el delantero argentino disputa un balón con el arquero, pero mientras aquel trata de lograr su objetivo con el pie izquierdo, este sale raudamente de su arco con el pie derecho levantado para impedírselo, propósito que consigue al impactar los toperoles de su chimpún en la zona parietal de la cabeza del delantero. La escena es brutal a no dudarlo, pero la aparatosidad de Juan Chiquito Flores, su humanidad adiposa elevándose por los aires, no provoca indignación sino risa.
Uno de los bloopers no lleva la impronta exclusiva de Juan Chiquito Flores; es un blooper compartido. Y es que otro de sus atributos indiscutibles es su capacidad para inducir a sus compañeros de equipo – y a los del bando contrario – a cometer sus propios bloopers. Juan cae al suelo de dolor y deja la pelota a un costado; un compañero se acerca a ella y trata de despejarla, pero se interpone el pie de un delantero del equipo rival y la pelota ingresa al arco. Piero Alva, autor del tanto, ha sacado provecho de una oportunidad inmejorable. Su sequía de goles en el campeonato no le permitió pensar ni remotamente en el fair play. El árbitro consideró que el gol es legítimo y lo validó. Juan apela al fair play. Aun cuando no lo practica, Juan exige que se imponga el juego limpio. Al final del encuentro, se observa a Juan Flores cuestionando a Piero Alva por no haber practicado el fair play; y a Piero Alva justificando su acto por considerar que Juan Flores se tira al campo de juego para hacer tiempo. Debe de ser una de las escenas más descarnadas del fútbol peruano: por un lado, un inválido moral exigiendo fair play; por el otro, un faltoso tratando de cubrir su acto inmoral con un argumento falaz. Si se le percibe como un hecho aislado, estamos ante una comedia, pero si lo situamos como un capítulo más de la historia de la crisis del fútbol peruano, estamos ante un drama.
En cambio, tres bloopers llevan el sello distintivo de Juan Flores. Ignoramos cuál es el móvil que le compele a generar jugadas destinadas a convertirse en bloopers de grandes dimensiones. ¿Incapacidad para reconocer sus limitaciones? ¿Afán de probar que domina los pies igual que sus manos? ¿Proclividad para subestimar al adversario de turno? En uno de los bloopers, Juan toma el control de la pelota y sale jugando, a pesar de que muy cerca merodea un delantero del bando contrario. Este disputa la pelota con Juan y se la quita, patea al arco, pero su remate choca en el palo. Es la quintaesencia del fútbol peruano: un blooper generando otro blooper. En otra jugada Juan sale fuera de su área para impedir que delantero rival coja el balón. Juan le gana en velocidad y lo controla, pero luego da un pase largo a un jugador del equipo rival, quien, al ver el arco desguarnecido, patea y convierte el gol. El tercero de esta serie es sin duda el mejor, quizás su obra maestra. Juan tiene al frente a un delantero muy hábil, como es Irven Ávila, pero eso no lo intimida y decide burlarse de él pateando no al balón sino al aire. Luego se agacha para cogerlo y lo agarra pero sin fuerza; con suma picardía, el delantero celeste se lo roba de las manos, se dirige al arco y convierte el gol. Ver a Juan “Chiquito” Flores gateando en el campo debería de suscitarnos compasión, pero, por más esfuerzo que hagamos, no podemos evitar que nos provoque risa.
En suma, se trata de un vídeo altamente recomendable. Cuenta con un menú muy surtido, ya que no sólo reúne bloopers, sino anti fairplays, patada voladora y disparates por doquier. Además, cuenta con un valor agregado, las declaraciones de Juan “Chiquito” Flores, quien demuestra que también se puede aplicar el anti fairplay en el lenguaje e incurrir en bloopers semánticos sin ningún recato.
TV MUNDIAL. En 1970, el mundial llevado a cabo en México acaparó la atención de los televidentes, pues por vez primera Perú participaba en un evento de tal magnitud, luego de haber eliminado a una potencia sudamericana: Argentina. En el mundial de 1930, realizado en Uruguay, Perú había participado pero en calidad de invitado. Gracias al satélite de comunicaciones, los aficionados pudieron contemplar los encuentros de Perú en vivo y en directo, aunque en solo dos colores: blanco y negro. Para el mundial Argentina 78, la situación no varió mucho. Aun cuando ya había la tecnología que permitía ver la televisión a colores, la mayoría de peruanos contaba con televisor en blanco y negro. Cuatro años después la situación cambió radicalmente: el mundial España 82 fue apreciado a colores por una amplia mayoría. Como se recuerda, el común denominador de la participación de Perú en estos mundiales fue que en los últimos encuentros encajó goleadas estrepitosas. En México 70, Perú perdió por 4 a 2 contra Brasil; en Argentina 78, cayó por 6 a 0 ante el equipo anfitrión; y en España 82 sufrió una nueva humillación al caer por 5 a 1 contra Polonia. Muchos aficionados se sintieron decepcionados, frustrados e impotentes ante una realidad tan desoladora. Si bien no se habían hecho demasiadas ilusiones con el equipo, tampoco esperaban una despedida tan calamitosa. Sintieron que todo lo buenos que había logrado en los primeros encuentros lo había borrado de un plumazo. Con el objeto de volcar toda su rabia, algunos aficionados optaron por arrojar su televisor por la ventana de su departamento. Dos ciudadanos, uno de sesenta años y otro que frisa los cincuenta, narran sus testimonios de lo ocurrido: “Lo recuerdo muy bien. Fue un arranque de furia. Cuando se produjo el quinto gol de los polacos, cargué mi televisor Sonny Trinitron de 19 pulgadas y lo arrojé desde el séptimo piso. Apenas impactó contra la acera el aparato se hizo trizas. Por suerte, no había ni la más mínima posibilidad de que el aparato le cayera encima a un transeúnte. Cuando Perú jugaba las calles estaban desiertas. Si esta operación la hubiese realizado en esta última eliminatoria, por lo menos hubiera matado a un par personas. Pero hoy en día por esta selección no sacrifico ni mi celular”, señaló A. M. Fernández. “Creo que nací con la predisposición de arrojar aparatos eléctricos por la ventana. En el quinto gol que los argentinos nos propinaron en su mundial, cogí el televisor en blanco y negro y me dirigí a la ventana, y cuando ya estaba a punto de tirarlo, mi padre me detuvo. Me dijo que el televisor lo había comprado él. Entonces fui a la cocina y le pedí permiso a mamá para que me permitiera arrojar su waflera. Como era de esperarse, también se negó. Para el mundial de España yo ya trabajaba, de manera que pude comprarme mi televisor Phillips de catorce pulgadas. Cuando vino el cuarto gol de los polacos, lo tiré por la ventana. Sentí un alivio que ni diez libros de autoayuda leídos al hilo me lo hubieran proporcionado”, sostuvo M. J. Ramírez.