Alfredo González Salazar. Presidente del club Universitario de Deportes en tres períodos (1995-1998), (1998-2001), (2004-2007), Alfredo González Salazar pasará a la historia no por haber sido el mejor en el cargo sino por haber desempeñado el papel de dirigente hincha hasta las últimas consecuencias. Hijo de Alfredo González Byrne, quien fuera dirigente del club por 20 años. Alfredo González realizó sus estudios primarios y secundarios en el colegio británico Markham, uno de los colegios más pudientes de Lima. Sus estudios superiores los realizó en la Universidad Nacional Agraria de la Molina, donde acabó agronomía y en ESAN, donde se graduó como Magister en Administración de Empresas. Trabajó en el Banco Continental, en el Sindicato Pesquero del Perú, ESAN, Confiep, Electrolima y Edelnor. Durante su gestión en Universitario de Deportes se construyó el Estadio Monumental de Ate, uno de los estadios más modernos del mundo. Asimismo, se edificó la Villa de Menores, espacio para promocionar nuevos valores, y se amplió la sede social del Campo Mar U, complejo deportivo y sede de playa. En su segundo período presidencial Universitario de Deportes obtuvo el tricampeonato nacional (1998-2000).Con suma perspicacia advirtió déficits en la Trinchera Norte, que lo llevó a reorganizarla, fomentarla y consolidarla hasta convertirla en una de las barras más bravas del país. Cuando asumió la presidencia del club, no permitió que el hincha que llevaba dentro fuera desplazado; por el contrario, en muchas de sus decisiones dejó que el hincha se antepusiera al de dirigente. Pero no el hincha común y corriente, que va al estadio, apoya a su equipo los noventa minutos y luego se retira cuando culmina el encuentro, sino el hincha que delira por su equipo las veinticuatro horas del día, acude al estadio a gritar y a denostar al rival de turno, y que cuando es necesario apela a la violencia verbal y física. En buena cuenta, el hincha de la Trinchera Norte. En uno de sus actos más controvertidos, Alfredo González (1996) envió al ex futbolista Pedro Meza al norte del país para tratar de persuadir a tres jugadores del Torino de Talara, a fin de que no pusieran resistencia cuando se enfrentaran a la U. Un error de cálculo no permitió que se materializara el acuerdo: No tomó en cuenta que los jugadores tenían escrúpulos y, lo que es más grave aún, que éstos no estaban en venta. El técnico del equipo, César Cubilla denunció el hecho a la Comisión de Justicia de la FPF. Ésta lo halló culpable y le dio cuatro años de castigo, razón por la cual tuvo que dejar la presidencia de Universitario de Deportes. Varios años atrás (21 de abril de 1991), antes de que asumiera la presidencia, se le había acusado de introducir una bomba molotov en el ómnibus de Sporting Cristal después del encuentro en el que la “U” perdiera por 2 a 1 ante los del Rímac en el Estadio Lolo Fernández. Por falta de pruebas el caso no prosperó en el Poder Judicial. Consciente del precio que hubiese tenido que pagar por asumir la autoría de semejante acto de heroísmo, Alfredo González optó por eludir toda responsabilidad. Su amor incondicional al club merengue no le impidió vigilar con celo a su mujer. Es por ello que no tuvo ningún reparo en protagonizar un escándalo mayúsculo (23 de diciembre de 1997) cuando creyó ver a ésta coqueteando con un desconocido en el estadio del Lolo Fernández en pleno partido. Alianza Lima, su rival más acérrimo, lo sufrió en más de una oportunidad, pero ninguna de ellas tuvo tanto impacto como cuando se paseó con un pedazo de papel higiénico en el estadio de Matute en un clásico y golpeó al dirigente de Alianza Lima, José Luis Quiroga (5 de marzo del 2000). Algunos miembros de la Trinchera Norte toleraron que González golpeara al dirigente íntimo, lo tomaron como un acto acorde con su investidura, pero no aceptaron que se paseara con un rollo de papel higiénico en el estadio, les pareció un acto de traición. “El señor González puede golpear al dirigente que quiera, pero no puede salir a provocar a la barra de Alianza. Para eso estamos nosotros. Primero nos apoya regalándonos entradas, pero luego nos quita nuestra chamba. El gordo quiere robarse todo el show”, señaló visiblemente molesto uno de los hinchas. La gestión de Alfredo González caló muy hondo en el inconsciente colectivo de la hinchada. Cuatro años después de que dejara el cargo, su prominente figura salió a relucir en la lamentable muerte del hincha aliancista Wálter Oyarce. Algunos miembros de la barra creyeron ver a Alfredo González dándole instrucciones al “Loco” David y al “Cholo” Payet (24 de setiembre del 2011) para que arrojaran a Wálter Oyarce desde un palco. Para desdicha del controvertido ex presidente ninguno de ellos se atrevió a denunciarlo.
Andrés Mendoza. Surgido de las divisiones menores del club Sporting Cristal, por su velocidad y capacidad de convertir goles de zurda y de cabeza fue contratado por Brujas de Bélgica, club donde realizó una excelente perfomance. Su participación en la selección peruana destaca menos por las bondades en su juego que por los desatinos en su conducta. En un partido de preparación para el TorneoPreolímpico Sub-23 de Brasil (2000) se negó a cantar el himno nacional arguyendo razones religiosas. Luego de que la selección obtuviese con sumo esfuerzo la Copa Kirín (1999), intentó llevarse el trofeo a su casa, acaso vislumbrando un futuro carente de galardones. Ante Ecuador, por las Eliminatorias Alemania 2006, en el minuto final falló un gol frente al arco desguarnecido. Tanto la hinchada como los medios de prensa criticaron acremente su falta de categoría para definir en un momento clave. Al año siguiente, 7 de diciembre del 2007, participó con Santiago Acasiete, Jefferson Farfán y Claudio Pizarro en una fiesta a todo dar en el Hotel El Golf Los Incas, festejando el empate con Brasil en Lima por las Eliminatorias Sudáfrica 2010. Acosado por las evidencias de su participación, declaró con desparpajo que el técnico Chemo Del Solar le había dado licencia para realizar la fiesta. Para ilustrar su falta de formación profesional y su poca calidad humana, el técnico Freddy Ternero comentó que el jugador dilapidaba su dinero comprando carros de lujo marca Mustang y Audi, y camionetas cuatro por cuatro, mientras que su madre vivía en Chincha comiendo gatos.
Carlos Flores. Alto y fuerte de complexión, hábil y de buena técnica, Carlos Flores Murillo, “Kukín”, apareció en el escenario deportivo como una de las promesas más descollantes del fútbol peruano. Como muchos cracks del medio nacional se formó en la Academia Deportiva Cantolao, cantera de talentos que ha proporcionado gran cantidad de jugadores a las selecciones juveniles y a los clubes como Alianza Lima, Sporting Cristal y Universitario de Deportes. Debutó profesionalmente en la Primera División jugando por Sport Boys Association (1991), club con el cual se sintió inmediatamente identificado. De acuerdo con las estadísticas, su trayectoria futbolística se puede definir con una sola palabra: Inestabilidad. Carlos Flores jugó en total por 16 equipos, 11 nacionales y 5 extranjeros; 8 veces por Sport Boys, 2 por Universitario de Deportes y 2 por Sport Áncash. Salvo en sus inicios con Sport Boys, donde permaneció un par de temporadas, en los demás clubes estuvo menos de un año. Sus frecuentes ingresos a los centros de rehabilitación y sus incontables intentos de conversión a la fe cristiana impidieron que en su trayectoria profesional prevaleciera la regularidad, sostienen sus seguidores más fervientes. Sin embargo, es innegable que si no logró materializar en la cancha todo su potencial futbolístico se debió a la compleja personalidad del jugador, quien en su interior parecía albergar dos Carlos Flores: Uno talentoso, atleta y profesional, que lo llevó a protagonizar partidos de excelente nivel; y otro díscolo, indisciplinado y vicioso, que lo indujo a plasmar actos socialmente inaceptables dentro y fuera del campo. Empero, no son pocos los entendidos que sostienen que esa simbiosis de genio intermitente y de hampón frustrado es la que lo llevó a convertirse en el “Kukín” Flores que todo el pueblo chalaco idolatra. Sea cierta o no esta hipótesis, al parecer “Kukín” Flores no se sintió del todo satisfecho de proyectar esta imagen, puesto que en no pocas ocasiones acudió a la religión. Los fogosos sermones de los pastores, las oraciones cantadas a cappella y las lecturas fervorosas de La Biblia habrían logrado enderezar la vida de “Kukin” Flores, ya en el ocaso de su carrera. No obstante, tanto sus críticos más moderados como sus detractores más encarnizados se muestran escépticos sobre su recuperación y aducen que, de haberse producido en ‘Kukín’ un acercamiento a Dios, Cristo o el Espíritu Santo, lo más factible es que éste se haya producido por inspiración de La Biblia.
Chulapa. Si mencionamos su nombre, éste no nos dirá nada; si decimos que su apelativo era “Chulapa” quizás algunos esbocen una sonrisa; y si decimos que es brasileño y vino a probarse a Alianza Lima es probable que a todos les cause desconcierto. Albino Melendes “Chulapa” forma parte de esa larga lista de jugadores que vinieron al club íntimo a hacer historia, pero que con su desempeño en la cancha borró los rastros de su paso por la institución. En su prueba crucial ante el Lanus de Argentina (1994), “Chulapa” desaprovechó la oportunidad de darle una nueva dimensión a su apelativo, de vaciarlo de nimiedad y colmarlo de trascendencia, pero con su accionar en el gramado el tiempo se llevó consigo su estampa de futbolista, su rostro, su nombre, su apellido, su apelativo… Sin embargo, los dirigentes del cuadro íntimo no impidieron que otros Chulapas lleguen a la institución; más aún, muchos de ellos fueron contratados y formaron parte del equipo titular. Gustavo de Luca, Hernán Peirone, Gonzalo Galindo, Román Cuello, Diego Martínez, Arístides Rojas, Henry Hommann, Óscar Galvis, Claudio Spontón son tan sólo una muestra de una larga lista. Si los mencionamos ahora es para recordar que deben ser olvidados.
“Claudio Pizarro. Nacido para asumir retos, desafiar estadísticas, romper récords, Claudio Pizarro es el extranjero con más partidos en la Buendesliga (411), el máximo anotador con 190 goles y el máximo goleador peruano en Europa con 252 goles marcados en torneos oficiales. Sin embargo, su desempeño con la casaquilla nacional no ha sido tan fructífero y, si bien no ostenta récords negativos, los números no le son muy favorables, pues en 10 partidos por la Copa América ha convertido 3 goles, y por las Eliminatorias Mundialistas en 41 partidos solo ha podido anotar 6 goles, lo cual hace un promedio de 0.14, a diferencia de su rendimiento en la Buendesliga cuyo promedio es de 0.49. Es decir, mientras que en Alemania requiere de 182 minutos para convertir un gol, en la selecciónperuana requiere de 615 minutos. No es casual, pues, que reciba el apelativo de “El Bombardero de los Alpes”.
Diego Penny. Arquero formado en las divisiones inferiores del club Sporting Cristal, Diego Penny Valdez fue promocionado al plantel profesional a los 18 años (2002), pero su carrera recién despegó cuando pasó a formar parte del club Coronel Bolognesi de Tacna, donde jugó de titular no sólo en el torneo local sino en la Copa Sudamericana 2004, la Copa Sudamericana 2006 y la Copa Libertadores 2008. En el 2008 dio un paso importante en su carrera emigrando hacia Europa. Bumley F.C, un equipo inglés de la segunda división, adquirió su carta pase. Pese a alternar poco en el equipo titular y mostrar altibajos en su rendimiento, los clubes del extranjero no dejaron de manifestar su interés por contar con sus servicios. Diego Penny no desoyó la propuesta del Juan Aurich de Chiclayo para jugar en la temporada 2010. Con el equipo chiclayano, Diego Penny se coronó campeón del Descentralizado 2011, destacando como el mejor arquero del torneo. Dos años después regresó al club Sporting Cristal para la temporada 2013. Con el equipo rimense, jugando de titular indiscutible, salió campeón nacional el 2014. Alto y de complexión delgada, Diego Penny posee una gama insospechada de recursos que le permiten realizar atajadas extraordinarias. Pertenece a esa estirpe de arqueros que impide la materialización de anotaciones prácticamente consumadas. Sin embargo, esa facultad posee un inconveniente: La de permitir en el mismo partido o en ulteriores encuentros anotaciones fácilmente atajables. En no pocos partidos Penny ha salvado al equipo de goles hechos, pero también lo ha perjudicado con goles tontos. La proporción entre atajadas extraordinarias y goles fáciles es, en el mejor de los casos, de una a dos; es decir, por una atajada extraordinaria Penny se deja convertir dos goles tontos. En teoría una atajada excepcional equivale a dos atajadas normales y una atajada normal equivale a dos atajadas fáciles. Ergo, una atajada excepcional equivale a cuatro atajadas fáciles. Pero en la práctica todas las atajadas poseen igual valor. En suma su don de hacer fácil lo difícil y hacer difícil lo fácil no es rentable. Sin embargo, para suerte de Sporting Cristal, DiegoPenny no es un arquero extraordinario; es un buen arquero que realiza eventualmente tapadas extraordinarias.
Eduardo Esidio. Zurdo brasileño que destacó en Universitario de Deportes por la velocidad, la potencia y fuerte disparo. Sin su consentimiento condescendió en convertirse en Luis Guadalupe en un vídeo, con el objetivo de hacerlo vendible al mercado belga, cosa que finalmente se logró.
Fernando Cuéllar. Destacado back central de Universitario de Deportes que hizo pareja en la zaga central con Héctor Chumpitaz en aquella generación de notables futbolistas como Percy Rojas, Roberto Challe y Luis Cruzado. Como director técnico realizó una excelente labor dirigiendo al club San Agustín (1986), equipo recientemente ascendido al cual sacó campeón nacional. Con la selección nacional la suerte le fue esquiva. En la Copa América 1987 Perú ocupó el sexto lugar con 2 puntos. En el Preolímpico de Bolivia de 1987 quedó penúltimo con un solo punto. Y en el Preolímpico de Paraguay de 1992 acabó en sexto lugar con 2 puntos. El último partido ante Paraguay no tuvo un trámite normal, ya que perdió por 7 goles a 1 y el árbitro expulsó a tres jugadores peruanos: Flavio Maestri, Roberto Palacios y Juan Reynoso. Sin embargo, el técnico Fernando Cuéllar estimó que los jugadores habían llevado a cabo una hazaña sin precedentes puesto que perdieron luchando con ocho jugadores y con un árbitro parcializado. Por la carga dramática de sus palabras parecía que estaba exigiendo los laureles deportivos para sus legionarios. Hasta ese entonces la afición aceptaba con cierto resquemor las victorias con sabor a derrota, los empates con sabor a triunfo y las derrotas decorosas. Los recuerdos de la época dorada del fútbol peruano aún estaban demasiado vivos como para digerir y asimilar las derrotas catastróficas con sabor a gloria.
Freddy Ternero. Sin duda, el técnico nacional más exitoso de la historia. Muchos de sus logros obtenidos se debió a su trabajo en la parte motivacional, que se puede sintetizar en la frase “Sí se puede”, un grito de guerra que estuvo presente en todos los partidos que dirigió. En su primera experiencia con la selección no le fue nada mal, pues logró que ocupara el cuarto lugar en Copa América 1997, a pesar de jugar con un equipo alterno, con pocos titulares y muchos suplentes. Sin embargo, el desempeño y el resultado en el enfrentamiento con la selección de Brasil dejaron mucho que desear. “Somos once contra once”, “Al igual que nosotros tienen dos piernas, dos brazos” fueron algunas de las frases con las cuales trató de convencer a sus pupilos de que Brasil no era invencible. Pero Brasil contaba con una constelación de estrellas: Romario, Ronaldo, Denilson, Flavio Conceicao, Leonardo, Djalminha. Perú sufrió una de las goleadas más estrepitosas de su historia: Perdió por 7 a 0. Si algo había quedado muy claro en este partido es que jugando de igual a igual Brasil no sólo era invencible, sino temible e implacable. Al mando de Cienciano de Cusco FreddyTernero cosechó sus logros más valiosos. Con un plantel cuya mayoría de jugadores desconocía el éxito y estaba cumpliendo su ciclo como futbolista pero que asimiló y puso en práctica la filosofía del “sí se puede”, Cienciano obtuvo lo que parecía imposible: La Copa Sudamericana (2003) y la Recopa (2004). La comisión de la FPF vio en él al candidato idóneo para ocupar el puesto de DT de la selección con miras a las Eliminatorias 2006, tras la renuncia de Paulo Autori. El técnico Freddy Ternero aceptó el difícil reto conservando casi la base del equipo de Autori, pero convocando nuevos jugadores. En vista de que disponía de poco tiempo para trabajar, puso en práctica un curso intensivo de autoayuda. Colocó en lugares estratégicos de la Videna carteles con frases para levantar la moral de los jugadores. Lamentablemente no todos se mostraron dispuestos a ponerlas en práctica; más aun, algunos se sintieron hasta mortificados. Enfundados en su ropa Giorgio Armani, luciendo un reloj Jacob & Company en la muñeca, manejando un automóvil Audi último modelo, divirtiéndose con chicas A1 en las noches les pareció que se trataban de mensajes que atacaban su dignidad y prestigio, construidos con sumo esfuerzo en canchas europeas. Su debut como técnico fue nada menos que contra Colombia en Barranquilla y no pudo ser menos auspicioso, pues Perú perdió por 5-0. En el balance, su gestión fue negativa, de 15 puntos posibles sólo obtuvo 4 puntos. No pocos fueron los que se sintieron decepcionados. Su proclividad por tratar con jugadores reciclados parece que conspiró en su trato con los consagrados. Al final, dejó la sensación de que hubo exceso de optimismo para un panorama harto pesimista. Demasiado “Sí se puede” para una realidad que demandaba a gritos la filosofía del “No siempre se puede”.
Gianluca Lapadula. Los más de treinta años sin ir a un mundial, la carencia de jugadores de jerarquía en el torneo local, la suerte de la selección cifrada en las matemáticas, Paolo Guerreo como única arma efectiva en el ataque, la ausencia de gol, la presencia de Pizarro llevaron al director técnico de la selección nacional, Ricardo Gareca, a buscar material humano en otros ámbitos futbolísticos. En Estados Unidos encontró a Andrew Farrell y Colin Fernández; en España a Franco León y Francisco Duclós; en Francia a Percy Prado; en Suecia a Eduardo Portocarrero; en Venezuela a Luis Roberto Seijas; en Chile a Joao Ortiz; en Japón a Frank Romero; en Bielorusia a Alexei Ríos; en Suiza a Jean Pierre Rhyner. Sin embargo, es en Italia donde ubicó al delantero que más se ajustaba al perfil requerido. De nombre y apellido italiano, Gianluca Lapadula nació en Turín, provincia de Turín, Italia. Defendía los colores del Pescara (Serie B) cuando el técnico argentino mostró interés en él. Estaba seguro que había hallado al jugador idóneo: uno bueno pero no lo suficientemente bueno como para ser convocado por la selección de su país natal. Ricardo Gareca viajó a Italia para conocer personalmente al jugador, hablarle del fútbol peruano y plantearle sobre la posibilidad de vestir la casquilla nacional. No sería la primera vez que la selección iba a contar con el aporte de un extranjero, luego de haber jugado algunas temporadas en campeonatos nacionales. Gianluca Lapadula era un caso inédito por no decir insólito ya que no sólo no había jugado en el fútbol peruano, sino que jamás había pisado territorio peruano. Sin embargo, Ricardo Careca confiaba en que la madre (peruana de nacimiento) fuese el cordón umbilical que vincule a Gianluca Lapadula con el fútbol peruano. Ésta se encargaría, por un lado, de sortear la distancia social, cultural, política, idiomática y gastronómica que hay entre Italia y Perú; y, por otro lado, de despertar desde lo más recóndito de su ser al peruano postergado por espacio de 25 años. Los entrenamientos, los amistosos y los encuentros oficiales; las salidas, los restaurantes criollos, los bares, las fiestas y las chicas nocturnas serían el pasaporte que haría posible la peruanización del jugador italiano. Con el objeto de iniciar su proceso de adaptación en la selección, el técnico argentino invitó al delantero italiano para que participe en la Copa América Centenario. Después de meditar la oferta por un largo período, Gianluca Lapadula comunicó su decisión de no formar parte de la selección peruana. “Sólo quería aclarar que decidí no participar a la Copa América porque no quiero ir sólo por aprovechar de una ocasión profesional. Iré seguramente a conocer el Perú y sólo así puedo entender de verdad que cosa significa la blanquiroja”, fueron sus palabras. Sin duda el técnico argentino no previó que las aspiraciones profesionales del italiano no estaban en proporción directa con su potencial. Pero, aun cuando se hubiese mostrado consciente de sus limitaciones, persuadirlo de que alterne en un fútbol de menor jerarquía iba a resultar sumamente difícil. En algún momento iba a sopesar los logros obtenidos por la selección de su país natal (Italia) y los de la selección peruana. Las cuatro Copas Mundiales, la Eurocopa de 1968 y la medalla olímpica de 1936 difícilmente iban a sucumbir ante las dos Copas Américas y las dos Copas Kirín.
José del Solar. Cuatro son los hechos que podrían ilustrar la carrera profesional de José “Chemo” del Solar, uno de los personajes más identificados con el club Universitario de Deportes: Jugando gratis por Universitario todo el 2001, debido a que el club se encontraba en una situación económica precaria; hinchas cremas arrojándole monedas mientras dirigía impertérrito al Sporting Cristal contra Universitario de Deportes; declarando en conferencia de prensa que ha aprendido mucho dirigiendo a la selección peruana de fútbol (Eliminatorias Sudáfrica 2010); dirigiendo a Universitario de Deportes (2011) en la mayor crisis financiera de su historia. Ponen de manifiesto su amor incondicional hacia el club crema. Dirigir a un rival acérrimo de la “U” como Sporting Cristal así como a la selección peruana de fútbol supuso un largo y paciente aprendizaje que luego lo volcó en Universitario de Deportes. Las fuertes sumas que cobró por dirigir a estos equipos (por la selección cobró 34 mil dólares mensuales) se vieron compensados moralmente cuando tuvo que conducir gratis al equipo de sus amores. Destaca también su proclividad para dirigir en condiciones adversas. Cuando se hizo cargo de la “U” en el 2011 la situación del club pasaba por un período caótico: Deuda considerable con la SUNAT, problemas administrativos, deuda con los jugadores, inhabilitación del Estadio Monumental, pérdida de puntos en mesa, etc. Sin embargo, Del Solar también supo procurarse de condiciones desfavorables. Al mando de la selección (Sudáfrica 2010), no tuvo piedad en castigar drásticamente a imprescindibles como Pizarro,Farfán y Acasiete por el infausto episodio ocurrido en el hotel de San Isidro. No le preocupó que la selección cambiara de objetivo: De realizar una participación digna en el proceso eliminatorio pasó a sostener una disputa honorífica con la selección boliviana por el penúltimo lugar. A pesar de que Universitario de Deportes se encontraba el 2014 en una condición económica mucho mejor a la que le toco vivir hace tres años, Del Solar aceptó dirigirlo una vez más. “En la actualidad estar en la U es como estar en Disneylandia” fueron textualmente sus palabras. El paralelismo con el parque de diversiones se hizo más patente por la inocencia de la administradora en la contratación de jugadores, por la juventud de sus dirigidos, por los errores infantiles en la defensa, por el tamaño diminuto de algunos de sus jugadores y por el talento liliputiense de otros.
José “EL Puma” Carranza. De haber tomado la posta de Teodoro “Lolo” Fernández, no se habría convertido en ídolo en Universitario de Deportes. Jugador de notable condiciones, capaz de disparar al arco con los dos pies con igual efectividad, buen panorama de juego que le permitía cambiar los frentes de ataque con pases certeros, gran cabeceador, valiente, fuerte, honrado, solidario, humilde, Teodoro “Lolo” Fernández era demasiado perfecto para hacerle siquiera sombra. Sus fotos en blanco y negro, el testimonio de sus contemporáneos y el recuerdo de quienes los conocieron exhalaban santidad. José Carranza estaba compelido a demoler este paradigma y crear uno nuevo a su imagen y semejanza. Con un fútbol picapedrero, pero con garra, entrega, espíritu de sacrificio, y con modales rústicos que lindaban con la patanería, y con un verbo tan elemental y limitado que se expresaba en monosílabos, José “El Puma” Carranza se ganó el respeto y la admiración de los hinchas cremas, convirtiéndolo en su nuevo ídolo.
Jahirsino Baylón. Pasó a la historia por ser el único jugador que, pese a formar parte un determinado club, jugó por su ex club menos de cinco segundos en un partido a puerta cerrada. Pertenecía a Unión Comercio (Cajamarca) pero debía jugar en Lima (21 de agosto del 2013) a puerta cerrada por su ex club Universitario de Deportes en un lapso de ocho minutos ante Melgar de Arequipa, pero al final jugó menos de cinco segundos. Esto porque la Comisión de Justicia de la FPF ordenó a Melgar y Universitario de Deportes jueguen los ochos minutos que restaban del partido suspendido (21 de julio del 2013). Prueba de que los bloopers no se generan únicamente en la cancha sino en las oficinas de las mandamases del fútbol local.
Juan Flores. No inventó el blooper, ciertamente, pero ninguno en el medio local lo ha enriquecido tanto como Juan Flores. Frisando los cuarenta años y con una buena cantidad de bloopers en su haber, sin duda acredita recibir el calificativo de blupero. Juan “Chiquito” Flores es, pues, un blupero profesional. Asume con la misma sapiencia el rol de blupero pasivo como el de blupero activo. Con la misma eficacia induce a cometer bloopers a jugadores de su equipo como a los del equipo contrario. Pero a Juan Flores no le resulta suficiente incurrir en bloopers; siente la necesidad de hablar sobre ellos. Sus bloopers no se reducen al ámbito deportivo, sino que se extienden al plano discursivo. Juan Flores no da explicaciones ni tampoco otorga disculpas; articula discursos que son verdaderos autogoles. Esto no lo convierte, ciertamente, en el inventor del blooper verbal, pero no podemos negar que lo cultiva con mucho talento.
Juan Manuel Vargas. Pocos jugadores peruanos han tenido una carrera profesional tan fulgurante como Juan Manuel Vargas, conocido en el ámbito nacional como “El loco” Vargas. Salido de las canteras del club Universitario de Deportes, una vez que Juan Manuel Vargas se posicionó del puesto de lateral izquierdo nada ni nadie lo detuvo hasta llegar al mercado más codiciado de todo futbolista que se respeta: Europa. De Universitario de Deportes pasó a las filas del Atlético Colón (Argentina), luego al Catania (Italia) y después al Fiorentina (Italia). La carrera ascendente del “Loco” Vargas parecía no tener límite. Por varios años Real Madrid, Roma, Juventus y Barcelona pugnaban por tenerlo en sus filas. Pero cuando apareció la modelo Tilsa Lozano en su vida, su carrera profesional dio un giro de ciento ochenta grados. Ningún club lo quería contratar. Más aún, su equipo, la Fiorentina, tampoco deseaba tenerlo. Y es que los estragos por practicar una disciplina paralela a la del fútbol se evidenciaron rápidamente en su físico. Gordo, fuera de forma, resaqueado, extenuado de tantos partidos nocturnos, Juan Manuel Vargas se transformó en una sombra del crack que había sorprendido al mundo entero. Sólo un club, cuyo nombre hasta ahora se mantiene en reserva, estuvo dispuesto a pagar la mitad de lo que pedían por él, si es que incluían en la oferta a Tilsa Lozano. En verdad, la despampanante modelo ha marcado tanto su carrera profesional, que no sería descabellado dividirla en Pre Tilsa, Tilsa y Post Tilsa.
Julinho selección. Se suele convocar a jugadores extranjeros nacionalizados peruanos cuando no se puede cubrir determinados puestos en la selección nacional. Para jugar las Eliminatorias Argentina 78, Marcos Calderón convocó al arquero argentino nacionalizado peruano Ramón Quiroga. Cuatro años atrás, el también arquero argentino, Humberto Horacio Ballesteros, estuvo muy cerca de ser el primer extranjero en vestir la casquilla nacional, pero la política nacionalista del general Juan Velasco Alvarado, presidente de facto desde octubre de 1968 hasta agosto de 1975, no se lo permitió. En aquellas Eliminatorias,Alemania 74, la selección fue eliminada por la chilena; las malas actuaciones del arquero fueron determinantes, sobre todo en el encuentro definitorio llevado a cabo en una cancha neutral. La carencia de arqueros nacionales de calidad obligó a Juan Carlos Oblitas a convocar a Julio César Balerio, uruguayo que adquirió la nacionalidad peruana en 1996, para jugar las Eliminatorias Francia 98. Empero, no fue el único caso; el alarmante déficit de buenos delanteros lo llevó a convocar a Julio César de Andrade Moura, conocido en el ambiente futbolístico como Julinho, quien nació en Brasil, jugó por varios clubes brasileños, viajó a Italia y recaló en el fútbol peruano gracias a una propuesta del Defensor Lima. Sus buenas actuaciones en este equipo, así como su capacidad goleadora, determinaron que el club Sporting Cristal lo contratara (1993). En el club rimense el brasileño tuvo un soberbio rendimiento; obtuvo el tricampeonato (1994, 1995, 1996) y fue subcampeón de la Copa Libertadores de América en 1997. Técnicamente Julinho era más, mucho más que el deficiente Santiago Carty y el irregular Flavio Maestri. Sin embargo, su rendimiento en la selección nunca estuvo por encima de ambos jugadores. Sin duda le pesó la camiseta, pero no la de Perú sino la de Brasil. Nunca pudo despojarse de una camiseta que había logrado en cuatro oportunidades la Copa Mundial de Fútbol (1958, 1962, 1970 y 1994) y en cuatro ocasiones la Copa América (1919, 1922, 1949 y 1989). Julinho renunció a la nacionalidad brasileña, ciertamente, pero nunca dejó de ser brasileño. Legalmente había adquirido la nacionalidad peruana, pero moral, emocional y racionalmente nunca se sintió peruano. Las pocas veces que Julinho jugó con la camiseta nacional siempre tuvo como antagonista a la selección brasileña. Y, como era de esperarse, todos los encuentros los perdió, algunos incluso por goleada.
Julio César Uribe. Denominado “El último de los Mohicanos” por el notable periodista Emilio Lafferranderie, “El Veco”, para dejar en claro que fue el último de los grandes de una generación gloriosa de futbolistas peruanos, Julio César Uribe, conocido también por el apelativo de “El Diamante Negro”, es incuestionablemente uno de los mejores centrocampistas armadores de todos los tiempos. Su regate, su habilidad y su extraordinaria técnica pudieron ser apreciados tanto en el Perú como en Italia, México y Colombia. Al lado de César Cueto, José Velásquez, Héctor Chumpitaz, Juan Carlos Oblitas y Gerónimo Barbadillo, entre otros extraordinarios jugadores, clasificó a la selección peruana al Mundial España 82.
Sin embargo, no es menos cierto que le faltó un peldaño para llegar a la cima y cerrar con broche de oro su carrera profesional, acaso coronándose campeón con un club importante del orbe o destacando nítidamente en un campeonato mundial. Pero lamentablemente Julio César Uribe nunca pudo superar el escollo que le impidió llegar a la cúspide: Él mismo, su personalidad, su ego, que acaso afloró el día que se le premió como el tercer mejor jugador de América en el Monumental de River Plate ante 90 mil aficionados. ¿Consideró que se trataba de una premiación mezquina dado que se circunscribía únicamente al continente americano? ¿Se sintió postergado al ser ubicado por debajo de Diego Armando Maradona y Arthur Antunes Coimbra, Zico, quienes ocuparon el primer y segundo puesto, respectivamente?
En pleno campeonato mundial (España 82) declaró: “Me marcan más que a Zico y a Maradona” y, en la culminación del mismo, señaló que Elba de Paula Lima, Tim, técnico de la selección peruana, y Teófilo Cubillas, excepcional delantero de la selección, habían malogrado su futuro. Salvo su estadía en el Cagliari Calcio, que duró tres años (1982 – 1985), Julio César Uribe permaneció un año en ulteriores clubes, y en algunos casos tan solo unos meses. Por discrepancias con el técnico, renunció sucesivamente al Gagliari Calcio, al América de Cali, al Club América, al Tecos y al Sporting Cristal (de Juan Carlos Oblitas). Para explicar y justificar cada una de sus dimisiones, Julio César Uribe se valió de un arma tanto o más poderosa que su endiablado dribling: el verbo, que alcanzará su máxima dimensión cuando ejerza el oficio de director técnico. Si de Jesucristo se afirma que es verbo hecho carne; de Julio César Uribe se podría decir que es carne que se vuelve verbo.
Dirigiendo al club Alianza Lima (1995) declaró lo siguiente al final de un encuentro trascendental que perdió ante F.C. Melgar: “La estrategia fue perfecta, pero no hubo respuesta de los jugadores”. Cuando tuvo a su cargo el club Carlos. A. Manucci (1992-1994) percibió que los malos resultados de su equipo eran producto de una conspiración de los árbitros contra su persona; a fin de no seguir perjudicándolo, se sacrificó presentando su carta de renuncia. Si como jugador adjudicaba a sus compañeros y al técnico la responsabilidad de las derrotas y fracasos, como director técnico la responsabilidad se las atribuía a sus dirigidos y a los árbitros.
Sin embargo, va ser su capacidad verbal la que lo llevará a ocupar el más alto cargo que todo entrenador aspira en su carrera: dirigir a la selección de su país. En realidad tomó la posta del técnico Francisco Maturana, quien había dejado el equipo nacional al borde de la eliminación. Cabían dos posibilidades para encarar el resto de las Eliminatorias (Corea del Sur – Japón 2002): dar por concluido el sueño de la clasificación, asumiendo los partidos restantes con seriedad pero pensando ya en las próximas eliminatorias; o, de lo contrario, renovar el sueño clasificatorio, llevando a cabo ajustes en el equipo y en el sistema de juego. A juzgar por el discurso que emitió en su presentación oficial, Julio César Uribe afrontó el reto pensando que las opciones de clasificación estaban intactas. Más aún, cada vez que tomaba la palabra, los aficionados tenían la sensación que éstas se incrementaban. Y en los momentos de mayor efervescencia, percibían que la clasificación al mundial ya se estaba materializando.
Por suerte, a diferencia de Maturana, cuyo sueño de clasificación se disipó lentamente, el sueño de Uribe se desvaneció abruptamente. La derrota en el primer encuentro de la Segunda Ronda ante Paraguay fue tan clara, justa y contundente que el impacto de la eliminación tuvo un efecto fulminante. Cinco años después la comisión de la Federación Peruana de Fútbol (FPF) lo nombró nuevamente técnico de la selección, aunque en esa oportunidad para afrontar la Copa América 2007. Ni en el campo periodístico ni en el de la afición encontró ninguna resistencia. Más aún la gran mayoría recibió la noticia con satisfacción. Y es que, para un país cuya mayoría de la población sufre de Alzheimer, cinco años era demasiado.
En la convocatoria preliminar sorprendió menos la inclusión de su hijo, Edson Uribe, que la justificación del mismo. Cuando se le consultó sobre el motivo, Julio César Uribe señaló: “Mi hijo tiene los conceptos muy claros”. A algunos aficionados la respuesta los dejó desconcertados, a otros pensando y a la gran mayoría en el limbo. Que Edson Uribe tenía un conocimiento inmejorable de los fundamentos básicos del fútbol parecía ser el significado más apropiado. Sin embargo, no quedaba claro si su conocimiento era solo de carácter teórico o también era práctico. La duda se disipó en poco tiempo y esta vez la respuesta de Julio César Uribe fue clara y contundente: marginó a su hijo de la convocatoria final.
Descarnada, fría, inapelable, la estadística es el mejor referente para establecer un balance de su corta gestión. La selección obtuvo un triunfo ante Uruguay (3-0), un empate ante Bolivia (2-2), y dos derrotas, una ante Venezuela (0-2) y otra ante Argentina (1-4). De 12 puntos posibles, sólo logró 4 puntos. En cuanto a la diferencia de goles, convirtió menos que lo que recibió, 6 goles a favor contra 8. En suma, aplicando cualquiera de las cuatro operaciones matemáticas el resultado es siempre el mismo: fracaso, desilusión, vergüenza. Sin embargo, a raíz de una encuesta (2013) sobre técnicos nacionales que le resultó favorable, Julio César Uribe manifestó lo siguiente: “En el tiempo valoran lo que hice por mi selección de manera honesta, intensa y profesional… ante Uruguay, en la Copa, se jugó muy bien. En general, me siento agradecido. No es casualidad que hayamos clasificado a una siguiente etapa de Copa América solo con 15 días de trabajo. Hicimos grandes partidos tácticamente”. Sería injusto atribuir a su ego descomunal y a su nula capacidad de autocrítica declaraciones tan sorprendentes; se debe tener presente sobre todo su verbo prestidigitador, que con suma destreza transforma lo oscuro en luminoso, lo adverso en favorable, el error en acierto, el fracaso en triunfo.
Luis Guadalupe. De complexión atlética y con un metro noventa y tres centímetros de estatura, sin duda la naturaleza ha sido pródiga con Luis Guadalupe. Apareció en el fútbol peruano desempeñando el puesto de delantero. Aprovechando su descomunal potencia, los técnicos lo utilizaban como arma mortal en los contragolpes: “El Cuto” se proyectaba hacia el área como un ferrocarril sin que nadie pudiera detenerlo. Empero, los rivales no tardaron en encontrar la fórmula para neutralizarlo. Carente de habilidad y técnica, los defensores se las ingeniaban para obstaculizarlo o desestabilizarlo. A fin de recuperar su efectividad, Luis Guadalupe explotó al máximo el reglamento de la FIFA, valiéndose de sus falencias, intersticios y rigideces, y sacó pleno provecho de su generosa anatomía, buscando el choque, repartiendo patadas por doquier, y aplicando codazos y manotazos. Nada de esto, sin embargo, habría surtido efecto de no haber puesto en práctica una cualidad poco común en el fútbol: el histrionismo. De su cuantioso repertorio, Luis Guadalupe solía recurrir a las caídas aparatosas, la simulación de lesiones, la provocación de grescas. En su faceta menos nociva se podía ver a un Luis Guadalupe cantando y bailando, haciendo gestos y ademanes, burlándose y riéndose de manera estridente. Aun cuando a muchos aficionados les ocasionaba risas e incluso carcajadas, a otros los sacaba de quicio. Los más conservadores aducían que un personaje de semejante índole dañaba la imagen del fútbol peruano. Con un espectro de por sí bastante variopinto, en la cual alternaban paquetes y parrilleros, bluperos pasivos y activos, juergueros eventuales y a tiempo completo, donjuanes de modelos y vedettes, visitantes asiduos de comisarías y penitenciarías, vegetarianos espiritistas e inhaladores espirituales, la presencia de un clown dentro y fuera de la cancha no alteraba en nada el panorama. Eso sí, dejaba la sensación de que una suerte de maldición se había posesionado del fútbol peruano.
Desde su aparición con el Yo Calidad Chalaco, pasando por Universitario de Deportes, club con el cual obtuvo tres campeonatos consecutivos, hasta equipos extranjeros como el Independiente de Avellaneda, Luis Guadalupe había sido ubicado en todas las zonas posibles del campo. Esa suerte de ubicuidad en la cancha – carrilero, back central, volante de contención, volante externo, puntero, delantero centro, etc.- hizo pensar a muchos que se trataba de un jugador polifuncional. Con el tiempo se pudo advertir que los constantes cambios de posición se debían a que no rendía satisfactoriamente en ninguna. En la defensa era un peligro permanente, dada su tendencia a cometer penales y autogoles; en el medio campo las expulsiones eran continuas debido a su manera brutal de marcar; y en el ataque, su producción era estéril causado por sus escasos recursos técnicos. Pero como quiera que no hay profesional que no tenga algo de bueno, a su favor se podría decir que se trataba de un jugador regular, puesto que su rendimiento en cualquier zona del campo era casi siempre nulo.
Un hecho que alguna vez fue historia pero que hoy se propala como leyenda urbana sucedió en el año 2000, cuando Luis Guadalupe fue transferido al club KV Mechelen de la Liga Jupiter Belga. Vender a un jugador con pocas virtudes y muchas limitaciones al exigente mercado europeo comportaba todo un desafío para los empresarios. En rigor, sólo cabían dos posibilidades para plasmarlo en la realidad: mejorar sustancialmente su nivel técnico o editar un video de sus mejores momentos futbolísticos. La primera hubiese requerido de un esfuerzo sobrenatural y al final lo más probable es que no se habrían logrado los frutos deseados. En cuanto a la segunda, aun aplicando las técnicas más avanzadas en la edición de vídeos, con suma dificultad se habría podido engendrar una versión superada de Luis Guadalupe, que en el mejor de los casos lo hubiera hecho atractivo para el mercado de Oceanía. Lo cierto es que sobre su venta se han esbozado no pocas hipótesis, la más verosímil era aquella que sostenía que la estrategia marketera había consistido en utilizar el mensaje subliminal, interpolando en el video imágenes de jugadores excepcionales como Pele o Ronaldinho. Pronto, sin embargo, se supo la verdad: Eduardo Esidio había sustituido a Luis Guadalupe, videos de lo mejor de Eduardo Esidio se hicieron pasar como si fueran de Luis Guadalupe. Eduardo Esidio era un jugador brasileño que militó en el club crema y que destacó por su potencia y velocidad, así como por su fuerte disparo de zurda. La distancia futbolística entre Guadalupe y Esidio era, pues, abismal, pero de cerca el parecido físico era considerable y de lejos no había forma cómo distinguirlos. En el primer día de entrenamiento, el técnico belga no tardó en descubrir el engaño, al percatarse de que la pierna izquierda solo le servía para caminar y correr, pero que en el plano estrictamente futbolístico era prácticamente un inválido. No sospechaba, sin embargo, que con el transcurrir de los días iba a descubrir un drama aún mayor: que su flamante adquisición era ambidiestro, vale decir, un torpe con ambos pies.
Pero la carrera de Luis Guadalupe no siempre fue un lastre; en el 2005 se produjo un hito en su producción que marcaría un punto de quiebre en el fútbol nacional. Aficionados, periodistas y directores técnicos consideraron que “El Cuto” había mejorado notablemente su nivel en Universitario de Deportes, club donde venía alternando de back central durante siete años, luego de habérsele probado en todas las zonas del campo. Fiel a su política de dar prioridad a los mejores jugadores del medio local (y del extranjero), Paulo Autuori, técnico de la selección para las Eliminatorias Alemania 2006, vio por conveniente su convocatoria para el encuentro de visita contra Brasil, cuya plantilla de jugadores estaba conformada por una constelación de estrellas, como Ronaldo, Kaká, Ronaldiho, Roberto Carlos, entre otros. Luis Guadalupe ingresó faltando casi un cuarto de hora; al minuto, Ronaldinho, Ronaldo y Kaká combinaron con suma destreza y este último convirtió. Kaká superó sin dificultad a Luis Guadalupe y, luego, ante la salida del arquero, disparó al arco con mucha categoría. No cabía duda de que su ingreso había distendido el esquema defensivo del cuadro nacional. Quienes observaron el encuentro no podían creer que era el mismo que había dado muestras de una mejora exponencial en el fútbol local. Lento, sin reflejos y harto torpe se preguntaban una y otra vez si no habían sido objetos de una ilusión óptica. Después de numerosas e interminables disquisiciones tuvieron que admitir que habían incurrido en un error de percepción. Si Luis Guadalupe estaba destacando en el campeonato local no era porque Luis Guadalupe había mejorado su rendimiento sino porque el campeonato local había descendido su nivel considerablemente. En suma, el pésimo perfomance de Luis Guadalupe había servido para poner en conocimiento una terrible verdad a los dirigentes, empresarios y a instituciones del Estado: el fútbol peruano había tocado fondo. No cabe duda que esta es la página más destacada que Luis Guadalupe ha aportado a la historia del fútbol peruano.
Luis Reyna. Antes de encontrase en su camino con Diego Armando Maradona,Luis Reyna no figuraba en el firmamento futbolístico. En el encuentro de Perú contra Argentina por las Eliminatorias México 86, Luis Reyna neutralizó a Diego Armando Maradona recurriendo a armas más vedadas que lícitas. Finalizado el partido, Diego Armando Maradona siguió siendo el astro y Luis Reyna se convirtió en uno de sus satélites.
Mario Gómez. En las últimas décadas algunos futbolistas del medio local han determinado que las fronteras del fútbol peruano sean campos totalmente ajenos al deporte como las discotecas, los sets de televisión, las pasarelas, los bares, las cantinas. Otros han ido aún más lejos al permitir que colinde con las comisarías, la penitenciaría y las cárceles. Sin embargo, aún no ha llegado la época en la cual un futbolista se jacte de haber pasado un determinado tiempo de su vida en la prisión, como suele hacerlo cuando habla de haber crecido en la esquina, la calle, el barrio. Surgido de las calles duras del Callao, Mario “Machito” Gómez hizo su debut profesional en el club Universitario de Deportes (1998), equipo dirigido por el técnico argentino Oswaldo Piazza. Gracias a su padre, el “Macho”Gómez, quien también se dedicó al fútbol profesional (Mariscal Sucre), lleva el hipocorístico “Machito”. Pese a no ser zurdo y de jugar en sus inicios de delantero, Juan Carlos Oblitas lo ubicó de marcador de punta izquierdo en la selección Sub 20 (1999), adaptándose con suma facilidad, al punto que en su club continuó jugando en ese puesto hasta consolidarse como uno de los mejores en el medio local. Mario Gómez destacó por su entrega total, la marca fuerte y su habilidad para sortear jugadores cuando se proyectaba, pero también por su vehemencia, el exceso de fuerza y en no pocas oportunidades la mala fe. Si el boxeo y otros deportes afines han servido muchas veces para canalizar la violencia de personas belicosas, no se puede decir lo mismo del fútbol. Sus reglas de juego resultan demasiadas coercitivas; actúan como una camisa de fuerza. Cada vez que MachitoGómez conseguía librarse de éstas salía expulsado del campo, razón por la cual se vio obligado a volcar todo su potencial en otro espacio, donde pudo contar con todas las armas disponibles a su disposición, con reglas de juego flexibles, con antagonistas hechos a su medida, sin árbitros, sin público, sin testigos. Así, pues, no sólo escuchó las voces de sus familiares, amigos, dirigentes y técnicos, sino también la voz de los marginados, del submundo, del hampa. En su primera experiencia callejera (2001) Mario Gómez se enfrentó a Carlos “Kukín Florez, jugador del Sport Boys, y la suerte no lo acompañó pues acabó internado en un hospital. Un integrante de la banda de Kukín lo atacó por la espalda con una botella rota. La herida será la impronta que lo avalará como un integrante de los bajos fondos, una especie de código de barra que lo distinguirá en el mundo delincuencial. En el 2002 dará un paso más en su carrera delictiva que le abrirá las puertas del poder judicial: Provocó una balacera en el Club Atlético Bilis (Callao), ocasionando la muerte de Gloria Prieto Pimentel (28), luego de ser herida gravemente por una bala. Los tribunales enviaron a “Machito”Gómez al penal Sarita Colonia acusado de homicidio. Permaneció 73 días y salió bajo libertad condicional el 11 de junio del 2003. Seis años después fue internado nuevamente en el penal Santa Mónica por lesiones graves a un menor de edad y por tenencia ilegal de armas de fuego. Si bien “Machito”Gómez no descuidó del todo su carrera deportiva, ésta fue declinando con el curso de los años. Jugó por nueve equipos pero en ninguno duró más de una temporada, salvo en sus primero años con Universitario de Deportes. Al parecer no tuvo el equilibrio emocional necesario que le permitiera moverse con igual propiedad en esos dos mundos distintos pero que él los asumió como complementarios: El del fútbol y el del crimen. Su conducta no colisionaba con los nuevos parámetros morales del club crema, establecidos por su presidente Alfredo González Salazar y aprobados por la Trinchera Norte, pero su desempeño en la cancha carecía mucho de la pasión con que se entregaba en las calles porteñas. Pero si su paso por Universitario dejó momentos estelares de buen fútbol, no se puede decir lo mismo de su paso por sus ulteriores clubes. Su rendimiento en el Sport Áncash, Universidad de San Martín, Sport Boys, Juan Aurich, Cienciano y Los Caimanes dieron cuenta del deterioro progresivo de sus cualidades futbolísticas.
Max Barrios. Fue convocado por la selección peruana para el Campeonato Sudamericano de Fútbol Sub20 del 2013, pero en pleno evento se descubrió que no era peruano sino ecuatoriano ni que tenía 17 años sino 25 y que tampoco se llamaba Max Barrios sino Juan Carlos Espinoza Mercado. Cuando se esperaba una nueva revelación sobre su persona – ya solo faltaba que se pusiera de manifiesto su verdadera identidad sexual- el tal Max, o lo que quedaba de Max, huyó del Perú. El hecho dejó en claro que, cuando el Estado Peruano y la Federación Peruana de Fútbol unen fuerzas, son capaces de cometer disparates descomunales.
Pablo Bengochea. Connotado ex jugador uruguayo cuya carrera profesional como técnico está ligada a la de Marcelo Bielsa, técnico argentino de notable trayectoria. La Federación Peruana de Fútbol (FPF) anunció a comienzos de febrero que anhelaba contar con los servicios de Marcelo Bielsa para hacerse cargo de la selección con miras a la Copa América2015 y las Eliminatorias Rusia 2018. Tanto los aficionados como los medios de prensa se sorprendieron que la FPF, al mando de Manuel Burga, cambiara de proyecto futbolístico. Sin embargo, el técnico argentino rechazó la propuesta. Casi de inmediato la FPF nombró en el cargo a Pablo Bengochea, un profesional carente de experiencia nacional e internacional. La FPF había dado, pues, un viraje sorpresivo: Del proyecto bielsista había pasado al proyecto bengocheista. En realidad lo que había hecho es retomarlo. Pablo Bengochea había sido asistente de Sergio Markarián en la Copa América 2011 y en las EliminatoriasBrasil 2014. Para consolidar su carrera profesional requería de una responsabilidad aún mayor: La de técnico de una selección, siendo la peruana la más indicada. La Copa América que se llevaría a cabo en Chile sería su prueba de fuego. Si realizaba un buen papel, se le renovaría el contrato para las Eliminatorias Rusia 2018. Sin embargo, en el mes de diciembre del 2014 Pablo Bengochea se vio obligado a renunciar. El 18 de diciembre se realizaron las elecciones para elegir al presidente de la FPF. Ganó Edwin Oviedo y éste anunció que Pablo Bengochea no estaba en sus planes. Fiel a su historia, una vez más la FPF cancelaba un proyecto por ambiciones personales. Ni bien quedó libre, el club Atlético Peñarol lo contrató para que se hiciera cargo del equipo mayor.
Phillip Butters. De ascendiente inglés, Phillip Butters estudió en el colegio Santa María Marianista y en la Universidad de Lima (donde siguió la carrera de administración de empresas), pero fueron sobre todo la esquina, la calle, el barrio los que perfilaron su personalidad, que se refleja claramente en su estilo periodístico: Frontal, agresivo, ácido y demoledor. Con más de treinta años de no clasificar a un mundial, realizar presentaciones mediocres en la Copa América y quedar eliminados en la primera fase de la Copa Libertadores y la Copa Sudamericana, percibió que en el fútbol peruano el carácter predictivo es menos perfectible que en los desastres naturales, en los movimientos sísmicos, en el tiempo y en el clima. Así, pues, vaticinó, antes de que se iniciaran las Eliminatorias Brasil 2014, que Perú no iba a ir al mundial. Responsable en extremo de su labor periodística, estuvo al tanto de que su vaticinio se materializara progresivamente en cada fecha eliminatoria. Ni siquiera el nombramiento de Sergio Markarián, con un currículo pletórico de triunfos, clasificaciones y campeonatos, lo hizo virar en su convicción. Aunque muchos periodistas y aficionados sospechaban que el técnico uruguayo había ingresado a una etapa de declive en su carrera, cuyo indicio más claro sería precisamente el haber aceptado el cargo ofrecido por la FPF, Phillip Butters consideró que el técnico charrúa estaba en contubernio con la FPF para estafar a la hinchada. Con el afán de estigmatizarlo a lo largo de todo el proceso, lo rebautizó llamándolo indistintamente Estafarián y Mermelarián. Aun cuando en su larga trayectoria se ha desenvuelto en la prensa escrita, la radio y la televisión, es en esta última donde Phillip Butters ha sacado a relucir todo su potencial. Y es que su capacidad de analizar, juzgar y descalificar solo puede ser apreciada en toda su dimensión a través de imágenes. Con un dominio casi perfecto de sus músculos faciales, fruto de una práctica constante y disciplinada, Phillips Butters expresa en su rostro toda la indignación que le produce el fútbol peruano. Para referirse a la crisis de este deporte y a sus responsables, nunca dejó de recurrir a su generoso vocabulario coprolálico. “El fútbol peruano está podrido, está “enmierdado” por culpa de los dirigentes y los jugadores sin compromiso”, es una de sus expresiones más difundidas.
Piero Alva. Hijo del ex jugador Fernando Alva, de quien hereda no sólo su inclinación por el fútbol sino su sobrenombre, “El Zorro”, Piero Alva surge de las canteras del Ciclista Lima y se consolida como futbolista profesional en Universitario de Deportes. Su parentesco, sin embargo, le viene menos por el lado familiar que por el futbolístico. Podría ser el clon de Wílmer Aguirre, pero no por su apariencia física sino por sus deficiencias técnicas. Al igual que Wílmer Aguirre, que también lleva un apelativo igual, solo que en diminutivo, “El Zorrito”, Piero Alva posee habilidad para sortear rivales, pero poca capacidad para definir frente al arco contrario. Tanto el promedio de gol de Piero Alva como el de Wílmer Aguirre es muy escaso; solo los diferencia el calibre de sus anotaciones, mientras que los de Wílmer Aguirre suelen ser convencionales, los de Piero Alva suelen ser insólitos. Como si estas afinidades no fuesen suficientes, ambos delanteros cuentan con un hito en su carrera profesional. En el caso de Wílmer Aguirre éste se produjo la vez que jugó un partido excepcional ante Estudiantes de la Plata por la Copa Libertadores (2010); en el caso de Piero Alva, la vez que pasó por alto el fair play en un encuentro entre César Vallejo y Unión Comercio por el campeonato nacional (2013). Luego de recibir una patada casual de uno de sus compañeros, el arquero de Unión Comercio, Juan Flores, se tiró al campo lesionado y dejó el balón a un costado del campo. Sidney Faiffer trató de despejar la pelota al lateral, pero Piero Alva la interceptó y esta ingresó al arco desguarnecido. Semejante a una epifanía, Piero Alva descubrió el carácter subjetivo del fair play: en última instancia será la coyuntura la que determine la pertinencia de su aplicación. César Vallejo requería del gol, a fin de consolidar el triunfo, ya que estaba ganando por 2 a 1, en tanto que él venía de una prolongada sequía de goles, de modo que no podía darse el lujo de desperdiciar semejante ocasión. Desafiando las múltiples críticas, provenientes no sólo de medios nacionales sino extranjeros, uno de los cuales calificó su gol como el más despreciable de todos los tiempos, Piero Alva justificó su gol aduciendo que el arquero Juan Flores había simulado su lesión. Difícilmente podrá hallarse una secuencia más apropiada para ilustrar la crisis del fútbol peruano: Un blooper que genera un anti fair play, que a su vez genera otro blooper.
Pulpo Paul. Nacido en Weymouth, Inglaterra, pero criado en Sea Life Centre en Oberhausen, Alemania, Paul era un cefalópodo que se hizo famoso por predecir certeramente los resultados de los partidos de la Eurocopa 2008 y el Mundial Sudáfrica 2010. Inteligente como todos los de su especie, poseedor de una excelente memoria, astuto para ocultarse de sus enemigos, capaz de solucionar problemas difíciles, sus dueños descubrieron que también estaba calificado para adivinar resultados de encuentros de fútbol. Como era de esperarse, Paul tuvo muchos detractores, quienes consideraban que era manipulado por sus amos. Sin embargo, nada impidió que Paul ejerciera el oficio de oráculo hasta sus últimos días. El destino quiso felizmente que Paul naciera y creciera en Europa, sin duda un lugar propicio para desarrollar su talento innato. De haber nacido o crecido en un país como Perú su suerte habría sido distinta. Sus opciones de trabajo hubieran sido mínimas: Encerrado en un acuario, atractivo en un zoológico o, peor aún, de aperitivo en una cebichería de mala muerte. En suma, no hubiera podido desarrollar ese don que Dios o la naturaleza lo había dotado. En un campeonato tan mediocre como el Decentralizado, cuyo único encanto se reduce en ignorar el resultado de los encuentros, Paul no hubiese tenido posibilidad alguna de triunfar. En tanto que ejercer de oráculo en las Eliminatorias Mundialistas hubiera sido un trabajo estéril, pues los hinchas se han convertido desde hace buen tiempo en pronosticadores infalibles de los resultados del combinado nacional. Sólo le hubiera quedado como única posibilidad la de vaticinador de scores, que de haber obtenido éxito habría puesto en peligro su vida, pues se habría interpretado como una burla a la situación crítica del fútbol peruano.
Raúl “Lalo” Maradona. Al igual que su hermano menor, Diego Armando Maradona, era zurdo de padre y madre, poseía su misma estatura y corte de pelo, y había militado en el Atlético Boca Junior, uno de los clubes más importantes del fútbol argentino. A los dirigentes del club Deportivo Municipal tales atributos les resultaron más que suficientes para contratarlo por la respetable suma de 70 mil dólares. Bastaron unos minutos en la cancha para que el parentesco futbolístico con su hermano se desvaneciera. Del mismo modo que les sucedió a los españoles, japoneses, canadienses y los propios argentinos, el club limeño había sido víctima del gen maradoniano, creencia que da por sentado que el talento excepcional de Diego Armando Maradona está diseminado en todos sus parientes.
Reimond Manco. De un jugador de condiciones excepcionales se suele decir que nació con un balón entre sus pies. De Reimond Manco se puede decir, a juzgar por su corta carrera profesional, que vino al mundo con una pelota entre sus pies, un vaso de cerveza en la mano y una vedette en la otra. Desde sus inicios en el fútbol Reimond Manco se ha empecinado en querer demostrar que si es posible conjugar el deporte con el trago, las modelos y las malas noches. En sus cuatro últimos clubes, Atlante de México, Juan Aurich de Chiclayo, UTC de Cajamarca y el León de Huánuco, Reimond Manco se presentó a los entrenamientos con altos índices de alcohol. Parece inevitable establecer un paralelismo con la trayectoria de Carlos “Kukín” Flores. Si no fuera porque éste permaneció más tiempo jugando en Primera División, diríamos que la carrera de Reimond Manco es un remake de la de “Kukín”.Pese a que han pasado más de diez años, aún hoy se recuerda la frase que le profirió a la modelo Shirley Arica y que la dejó petrificada: ‘Tócame que soy realidad’. Quizás ahora sea él quien tenga que tocarse todas las mañanas para convencerse a sí mismo que se ha convertido en una lamentable realidad.
Roberto Agüero. Se parecía a Teófilo Cubillas porque jugaba con las medias caídas, a Perico León porque le gustaba escaparse de las concentraciones y a César Cueto por el corte de cabello y sus pases matemáticos a jugadores rivales. Roberto Agüero nació el 24 de marzo de 1952 en Chincha (Ica), esa sucursal en gran escala de La Victoria (Lima). A los 14 años pasó de las barriadas de El Carmen (Chincha) a formar parte de las divisiones inferiores del club Alianza Lima. Debutó a los 19 años pero nunca pudo alternar de titular en el club de La Victoria. “No era malo como para no ser tomado en cuenta, pero tampoco lo suficientemente bueno como para jugar en el equipo titular. Estaba destinado a ser, pues, un calentador de banca”, comentó. Roberto Agüero tenía que ganarse un puesto en un equipo lleno de estrellas, considerado el último rodillo negro: “Pitín” Zegarra, Julio Baylón, “Perico” León, Teófilo Cubillas. Además, acababa de debutar César Cueto. Rodeado de jugadores de tanto nivel pensaba que el destino le estaba escamoteando la posibilidad de jugar. “Acepto cuando me dicen que fui un privilegiado por haber entrenado y jugado partidos de práctica con jugadores de gran calidad, pero no cuando me dicen que yo he jugado en la época dorada del fútbol peruano. Nada más falso. La época dorada del fútbol peruano empezó a fines de los ochenta, continuó en los noventa y el dos mil, y prosigue hasta el día de hoy. Está visto que hoy en día no se requiere de mucho talento para jugar; es más, jugadores de un nivel muy discreto ganan sumas elevadas, se pasean con carros último modelo, cortejan a las modelos más ricas y, como si fuera poco, aparecen en las páginas policiales y del espectáculo más que en las deportivas” refirió con cierto malestarRoberto Agüero. Como por encima de todo quería jugar y sabía que no tenía ninguna posibilidaden el cuadro íntimo optó por irse a otro club.Al año siguiente, José Gálvez de Chimbote, equipo recientemente ascendido a la primera división, decidió contar con sus servicios. Sin embargo, la alegría no le duró mucho. El equipo chimbotano recibió ayuda económica de empresarios vinculados a Pesca Perú y Sider Perú para conformar un equipo con serias aspiraciones. Así, pues, contrató a César Cueto, aunque en calidad de préstamo. “Su sola presencia ya era motivo para rescindir contrato, pero además el club contrató a Luis La Fuente, Mariano Loo, Rubén Techera, Mazzo, entre otros de calidad indiscutible”, comenta Agüero. Sin embargo, Agüero alternó en el equipo titular en varios encuentros. “Era, digamos, el suplente oficial de César Cueto; en los minutos finales ingresaba para reemplazarlo”, añadió. Una vez que finalizó su contrato con el club de Chimbote se fue al Callao y llegó a un buen entendimiento económico con el presidente del Sport Boys. “Siempre quise jugar en equipos de fuerte arraigo popular; en la vida hubiese jugado por Sporting Cristal”. En el club porteño se encontró con otro jugador de zurda prodigiosa, Wálter Daga, quien no escribía poemas con el balón como Cueto; disparaba el balón como si fuera un misil. “Era capaz de convertir goles de larga distancia, de tiro libre y, sobre todo, de tiro de esquina, los llamados goles olímpicos”, refirió. Con él aprendió a perfeccionar los pases largos y los tiros libres, pero sobre todo a tomar alcohol. “Se decía de él que era un bebedor metódico, porque le metía de todo. A mí no me consta; yo solo lo vi tomar cerveza en grandes cantidades. Y, sí, no lo puedo negar, me inculcó el culto a la bebida, pero nunca llegué al extremo de llegar borracho a los entrenamientos o llegar a mi casa cargado por un taxista como Reimond Manco”, aseguró. Aun cuando jugaba menos que en José Gálvez, permaneció muchos años en el equipo chalaco.A diferencia de otros clubes, Roberto Agüero no se sentía desarraigado; por el contrario por vez primera se sentía que estaba en su casa. “Tenía todo lo que un futbolista deseaba tener, amigos, dinero, al menos el suficiente, alcohol y, por supuesto, mujeres. Y cuando digo mujeres, hablo de chicas A1, no de chuchumecas. Si bien estaba casado y con hijos, siempre me las ingeniaba para darme mis escapadas. En el Callao había harto lugares para pasarla bien”, señaló. Cuando Walter Daga acabó su contrato, recibió una oferta de Alfonso Ugarte de Puno. “A mí me quiso llevar. Físicamente estaba bien, pero me sentía demasiado viejo para adaptarme a la altura. Walter, en cambio, pese a contar con una barriga descomunal, forjada por el exceso de rabioles y chelas, se adaptó rápidamente, y convirtió goles de todo calibre”, expresó. Agüero. La salida de Daga le permitió a Agüero convertirse en titular indiscutible. “En el declive de mi carrera recién pude lograr el objetivo de mi vida como futbolista: Ser titular en un equipo grande. Es cierto que el Boys bajó de nivel con la salida de Wálter, pero no me podía quejar”, señaló Agüero. No sabía que estaba jugando sus últimos partidos, no sólo en el equipo chalaco sino en el fútbol profesional. “Si hubiese jugado en esta época, les aseguro que habría jugado hasta los cincuenta años, como Sergio Ibarra, quien militó en todos los equipo peruanos de primera división” puntualizó.
Sergio Ibarra. Argentino de nacimiento, el “Checho”, como usualmente se le conoce, debutó en el club Sportivo y Biblioteca Atenas (1990) de la Ciudad de Río Cuarto, provincia de Córdoba, Argentina. Durante dos años jugó de titular en la Primera División pero sin lograr el objetivo que se había trazado cuando se dedicó de lleno a esta profesión: destacar, hacer la diferencia, trascender. Sin vacilaciones, Sergio Ibarra tomó la determinación de elevar su nivel futbolístico. De las dos vías que se le presentaron para hacer realidad su propósito, la normal, que consiste en esforzarse al máximo para mejorar en la parte física, técnica y mental, y la excepcional, que consiste en competir en un fútbol de menor jerarquía, el argentino optó por esta última. Para que su proceso de adaptación y figuración sea lo más rápido posible eligió la Segunda División del fútbol peruano como destino. Una temporada en el Ciclista Lima (1992) le bastó para emprender una carrera exitosa en el fútbol peruano. Al año siguiente ya estaba jugando en un club de Primera División, Alianza Atlético Sullana, equipo en el que convirtió 24 goles. Deportivo Municipal (1996-1998) y Sport Boys (1998-1999) fueron los siguientes equipos donde demostró su capacidad goleadora. En éste convirtió 19 goles y en aquél 13 goles. Vistiendo la camiseta del FBC Melgar de Arequipa (2008) logró convertirse en el goleador histórico del fútbol peruano con 215 goles, superando el récord del peruano Oswaldo “Cachito” Ramírez, quien registra195 goles en torneos nacionales oficiales. Cuatro años atrás había obtenido la Recopa con el Cienciano del Cusco, club al cual regresaría en el 2010. Debido a la crisis que atravesaba, no sólo se desempeñó como jugador sino como entrenador, psicólogo, masajista y hasta utilero. Algunos señalan que de haber tenido más ambición, habría ocupado el cargo de presidente del club y, más adelante, el de presidente regional del Cusco. Para el 2011 Ibarra había convertido un total de 276 goles en torneos locales, destacando a nivel mundial por encima de jugadores de la talla como Thierry Henry y Sebastián Abreu. Por sus años de entrega al fútbol nacional; por la cantidad de goles convertidos; por haber realizado mucho con tan poco en un medio tan pobre; Sergio Ibarra se convirtió en un emblemático del fútbol peruano. Sin embargo, el fútbol peruano no ha sabido corresponder su aporte, entrega y dedicación. En el ocaso de su carrera, cuando Ibarra jugaba en condición de futbolista jubilado, con movimientos y desplazamientos más propios de un reumático que el de un atleta, ningún equipo de la Primera División quiso contar con sus servicios. Sacando a relucir su profesionalismo, optó por culminar su carrera en la Segunda División, donde demostró que aún tenía mucho que ofrecer. No son pocos los que piensan que la Dirección General de Migraciones y Naturalización (DIGEMIN) debió de haberle concedido la ciudadanía peruana de modo automático. De haber nacido en el Perú la Asociación Deportiva de Fútbol Profesional (ADFP) se habría visto compelido a realizar las gestiones pertinentes en el Ministerio de Cultura para que se lo declaren Patrimonio Arqueológico del Fútbol Peruano.
Sergio Markarián (2010-2013). No confundir con el “Mago”, que dirigió con éxito a la selección paraguaya (mayores y Sub 23) y clubes como Olimpia, Universitario de Deportes, Sporting Cristal y Universidad de Chile. Ambos poseen el mismo nombre y apellido, han nacido en Uruguay, tienen el mismo volumen físico, son pocos tolerantes con los periodistas, deploran las críticas y gustan de las citas bíblicas. El Markarián que vino a Lima dirigió a Perú para clasificarlo al Mundial Brasil 2012, objetivo que él denominó la Tierra Prometida. Empero, a la selección la dejó varada en el desierto de la eliminación. Este Markarián dista mucho, pues, de ser un mago; es más bien un ilusionista, un maestro en el arte de ilusionar pero sin contar con los medios para materializar nada. Dejó para el recuerdo los denominados microciclos, períodos cortos de entrenamiento con miras a descubrir, repotenciar y consolidar jugadores. Sus detractores no tardaron en rebautizarlos como microsiglos, dado que contaba con jugadores de un nivel tan discreto que podían estar per seculum seculorum entrenando sin lograr ningún avance. Más polémico resultó su trato condescendiente con Claudio Pizarro, Paolo Guerrero, Juan Vargas y Jeffersson Farfán, quienes fueron bautizados como los Cuatro Tanáticos, mejor dichos, los Cuatro Fantásticos. Al aficionado le quedó claro que el hiperbólico apelativo no trascendió del plano nominal. Memorable por lo desconcertante de su propuesta fue el sistema que empleó con la selección cada vez que jugaba de visitante. Al parecer quiso despojarse del rótulo que le impusieron en Chile de técnico ratonero, por su tendencia a retrasar a sus dirigidos para defender con todo. Con una selección repleta de pericotes y apenas cuatro gatos se imponía a toda costa un sistema de juego defensivo. Pero quizás el recuerdo que perdurará por muchos años es la vez que Markarián tildó a un hincha de miserable por haber criticado su labor al frente de la selección. A medida que el proceso eliminatorio llegaba a su fin el adjetivo se fue descafeinando hasta adquirir un tono más bien irrisorio.
Wilmer Aguirre. Un delantero eficaz conforma con el balón y las redes del arco una tríada indisoluble. A fin de rendirle un homenaje de despedida a Martín Palermo, goleador histórico del Boca Juniors, la barra le obsequió un arco de fútbol. Si Alianza Lima se viera compelida a rendirle un homenaje a Wílmer Aguirre, ¿qué objeto simbólico le obsequiaría la hinchada? ¿El vértice de un arco? ¿El horizontal? ¿El parante? ¿Una foto del arco iris? Su poco domino del balón no se limita únicamente a los pies; Wílmer Aguirre falla, con igual eficacia, con la cabeza o con cualquier parte permitida del cuerpo. Por la derecha, por el centro o por la izquierda de la zona de ataque, Wílmer Aguirre no desaprovecha la oportunidad de enviar la pelota a cualquier parte menos al fondo del arco. Lejos de ser el enemigo acérrimo de los arqueros, Wílmer Aguirre se ha convertido en el delantero que todos los arqueros sueñan tener en el bando contrario. Saben que a lo largo de los noventa minutos se convertirá en el socio involuntario de sus defensores. Si bien hasta el momento ha acumulado 122 goles en su carrera profesional, debe tenerse presente que fueron convertidos en 476 partidos, haciendo un promedio de 0.25 por encuentro, una cifra a todas luces deficiente. Y si se tiene presente la cantidad de goles fallados, las anotaciones quedan reducidas a su mínima expresión, casi desintegradas en su totalidad. Dada su tendencia a fallar goles, muchos entendidos se preguntan si sus goles anotados no habrán sido consecuencia de errores involuntarios. Empero, el destino, que no pocas veces suele ser inescrutable, le reservó en la Copa Libertadores del 2010 un partido excepcional ante el Estudiantes de la Plata. Excepcional no sólo por su extraordinaria actuación, en la cual convirtió tres soberbios goles y dio una asistencia de gol, sino por su carácter de excepción, pues por única vez justificó su apelativo de “Zorrito”, mostrándose veloz, movedizo, inteligente, astuto e infalible. La imperiosa necesidad de los dirigentes de vender al delantero a un precio exorbitante y la urgencia de un club mexicano de contar con los servicios de un jugador excepcional hicieron posible la contratación de Wílmer Aguirre por club San Luis. A juzgar por la permanencia de Wílmer Aguirre en el San Luis –nada menos que tres temporadas- , todo parece indicar que a los dirigentes aztecas les tomó mucho trabajo asimilar que el costo del producto no estaba en proporción directa con la calidad del mismo.