Cuando Christian Thielemann dirige las obras de Bruckner, los amantes de las obras del compositor se alegran, pues son pocos los directores que logran extraer de la orquesta los maravillosos sonidos, que éstas contienen. En este concierto Thielemann dirige la séptima sinfonía de Bruckner. Y como si fuera poco, el renombrado pianista Rudolf Buchbinder interpreta el concierto Nº 1 para piano y orquesta de Ludwig van Beethoven.
jueves 22 de junio
19:30 horas
Ingreso libre
GOETHE-INSTITUT PERU
Jirón Nazca 722, Jesús Maria, Lima—Peru
Alt. Ministerio de Trabajo—Av. Salaverry cuadra 6
En su juventud Ludwig van Beethoven llamó la atención como pianista porque dominaba el arte de la improvisación. Ya en 1787 Mozart quedó impresionado del por entonces joven de 17 años por esta capacidad. Once años después el periódico vienés “Allgemeine musikalische Zeitung” escribía que Beethoven demostraba una “gran ventaja sobre todo en la libre fantasía. Y en esto es realmente extraordinario, con qué facilidad y al mismo tiempo solidez desarrolla inmediatamente la suceción de ideas en el tema que se le ha solicitado”. Que, por otro lado, la técnica de ejecución del compositor no fuera del todo magnífica lo confirman otras fuentes: El pianista Johann Baptist Cramer consideraba el desempeño de Beethoven al piano como “poco cultivado y no pocas veces impetuoso”, un colega compositor, Luigi Cherubini, lo encontraba simplemente “tosco”. Pero lo que fascinaba en la interpretación de Beethoven era su pronunciado sentido sonoro. Su alumno Carl Czerny constataba, que Beethoven “lograba efectos, que a nosotros ni en sueños se nos han ocurrido”. Éstos también dejó fluir Beethoven en los pasajes rapsódicos que aparecen casi como improvisados en su primer concierto para piano, que fue estrenado en 1795 en Viena. Hoy con Rudolf Buchbinder, los solos están en las manos de uno de los más renombrados intépretes de la música para piano de la Viena clásica.
Anton Bruckner gozó desde temprana edad de tener la fama de ser el organista más brillante de su tiempo. Pero el compositor no quería saber nada de una prolongada carrera como un virtuoso viajero. En 1864 escribió: “Tengo poco tiempo y ganas de atormentarme de ese modo. Los organistas por lo general están mal pagados”. Es por ello que cuatro años después el compositor presentó al público su primera sinfonía. Pero tuvieron que transcurrir 20 años antes que Bruckner se pudiera consolidar definitivamente como compositor sinfónico. Luego del estreno de su séptima sinfonía en Leipzig en diciembre de 1884, Bruckner pudo alegrarse porque al final “lo aplaudieron durante un cuarto de hora”. Los estrenos de esta obra en Múnich y Viena en los años siguientes fueron un verdadero triunfo para el compositor. Gracias a su gran respiro melódico y su colorida instrumentalización la séptima sinfonía de Bruckner es hasta el día de hoy la preferida y más interpretada.
Con Christian Thielmann estas dos obras ejecutadas por la Filarmónica de Berlín están bajo la batuta de un director cuyo repertorio central es la música de Beethoven y Bruckner.