La mera sugerencia del equipo de Donald Trump de imponer un arancel del 20% sobre los productos mexicanos, cuya recaudación se utilizaría para pagar el muro fronterizo, despierta el escepticismo del mundo económico. “Ilegal”, “irracional” y “mala noticia” son los términos más repetidos por tres economistas latinoamericanos consultados por EL PAÍS. Insisten, en contra de la receta del nuevo presidente de Estados Unidos, en la necesidad de liberar de trabas el comercio mundial y de apostar por una mayor integración de las cadenas de valor para relanzar el crecimiento.
“Sería, a todas luces, ilegal”, dispara Jorge Suárez-Vélez, analista y autor de La próxima gran caída de la economía mundial. “Rompería el principio de la nación más favorecida que establece la Organización Mundial del Comercio (OMC) [para evitar discriminaciones entre países]. Tratándose de Trump, todo es posible, pero podría ser el principio de una guerra comercial no solo con México sino con otros países”. Ignacio Bartesaghi, director del departamento de Negocios Internacionales e Integración de la Universidad Católica del Uruguay, coincide con la apreciación de Suárez-Vélez y va un paso más allá: “Sería algo insólito, casi tanto como la propia construcción del muro, y constituiría una violación flagrante de las reglas del Nafta [TLC, el tratado de libre comercio de América del Norte, vigente desde 1994]”, apunta. Si la nueva Administración estadounidense llegase a dar el paso, México podría reclamar tanto ante el sistema de resolución de controversias del TLC como ante la propia OMC.
Más allá de la vertiente legal, Suárez-Vélez valora la sola amenaza arancelaria de Trump como una “mala noticia económica para todo el mundo”. “Sería absolutamente irracional”, complementa Bartesaghi. “Los aranceles ya no se utilizan para recaudar, esa es una visión obsoleta”. A su juicio, el impacto a corto plazo sería “mucho mayor” en el lado mexicano, si bien en el mediano plazo el golpe también sería fuerte en Estados Unidos. Sin embargo, recuerda el economista de la Universidad Católica del Uruguay, aun cuando la decisión de la Casa Blanca fuese en firme, tendría que pasar por el Congreso. “Y dudo mucho que la Cámara diese su visto bueno a algo así”, asevera.
“Sería una restricción clara al comercio, y todo lo que sea poner trabas es una mala noticia para ambas economías”, añade, por su parte Alberto Ramos, jefe de análisis del banco de inversión estadounidense Goldman Sachs para América Latina. “Sería una medida muy costosa para México, donde pasaría factura a la industria y a las decisiones de inversión a corto y medio plazo. Pero también para EE UU, donde repuntaría la inflación”.
Este último punto, el del aumento de los precios, no por ser menos analizado, deja de ser importante. Si la medida llega a ponerse en práctica, de lo que dudan el grueso de los economistas consultados, los precios de los productos producidos en México e importados por su vecino del norte repuntarían con efectos inmediatos. En ese escenario, la Reserva Federal estadounidense se vería forzada a acelerar su calendario de subida de tipos, lo que encarecería el dólar frente al resto de divisas internacionales y, en última instancia, dañaría la capacidad exportadora de EE UU y ahondaría en su ya de por sí abultado déficit comercial. “No logro entender qué pasa por la cabeza de los asesores de Trump”, zanja Bartesaghi.