Javier Ponce presenta documental sobre Sarita Colonia
Publicado el 27/07/16
Dirección: JAVIER PONCE GAMBIRAZIO
Año de producción: 2016
Javier Ponce realizó una larga y detallada investigación para el documental Sarita Colonia: la tregua moral que se presentará en el 20 Festival de Cine Latinoamericano de Lima el lunes 8 a las 4:30 p.m en la Sala Roja. Luego de la proyección se ha organizado un conversatorio con el público asistente. Habrá otra función el miércoles 10 a las 8:30 p.m. en la Sala Armando Robles Godoy.
INVESTIGACIÓN Y REALIZACIÓN GENERAL: Javier Ponce Gambirazio
DIRECCIÓN DE ARTE: Patricia Noya
PRODUCCIÓN GENERAL: Javier Ponce Gambirazio
ARCHIVO: Jorge Nieto-Budich
Javier Ponce Gambirazio
ASISTENTES DE PRODUCCIÓN: Sabino Álvarez
Daniel Iriarte
ASISTENCIA TÉCNICA: Lucho Otero
Javier Becerra
SINOPSIS
Durante la fiesta de celebración de Sarita Colonia, la santa rechazada por la Iglesia Católica por acoger a delincuentes, prostitutas, travestis y homosexuales, entre sus muchos seguidores, se da una tregua donde sus devotos se sienten hermanos. Delante de su mausoleo, se comparte gratuitamente comida y regalos mientras las rivalidades y los odios son dejados a un lado. Cuando la fiesta acaba, fuera del cementerio, los prejuicios vuelven a gobernar a sus devotos.
Sarita Colonia es una santa popular no reconocida por la Iglesia Católica. Es venerada por delincuentes, transexuales, prostitutas y por las clases sociales marginales en general, quienes encuentran en ella una vía para desarrollar la espiritualidad que no encuentran en la Iglesia formal.
El 1ro de marzo del año 1914, nació en Huaraz, en la sierra de Perú. Junto con su familia emigró a Lima cuando era niña en búsqueda de un mejor porvenir. Luego de una vida difícil, muere el 20 de diciembre del año 1940 a la edad de 26 años. Su personaje se fortalece en los años 70 con la ola migratoria de la sierra hacia la capital y se solidifica el culto y las fiestas de celebración que coinciden con las fechas de su nacimiento y su muerte.
En estas fiestas los devotos que han recibido alguna gracia o milagro, conmemorando lo solidaria que era, llevan comida y comparten gratuitamente con los demás, en una especie de feria donde los rivales deponen sus armas y las categorías morales desaparecen. Por ejemplo, se puede ver a travestis repartiendo fruta y a las madres haciendo que sus niños se acerquen a ellos, cosa que fuera de la fiesta no ocurriría con tanta normalidad. También los delincuentes y las bandas dejan el delito y los odios fuera de la celebración, porque todos se sienten “hermanos en Sarita”.
La Iglesia Católica se opone a este culto porque lo considera inaceptable, no solo por la feligresía que sigue a Sarita, sino porque la leyenda dice que a ella también se le pueden pedir milagros reñidos con la fe católica, como por ejemplo, que un robo salga bien, que la policía no los descubra, puntería para matar el enemigo, que los clientes de las prostitutas no las maten o protección para cualquier otra actividad delincuencial.
Según la gente que la sigue, Sarita no discrimina ni rechaza a nadie y les ofrece su amor y protección sin mirar de quién se trate, concretando paradójicamente la utopía cristiana en su culto.
La investigación pretende preguntarse las razones por las cuales el culto de Sarita Colonia permanece en la marginalidad y no ha sido aceptado por la Iglesia Católica, a pesar de que sus feligreses no han renunciado a su fe sino que han incorporado a esta figura a su santoral particular. Sarita Colonia no pide misas ni confesiones, solo exige agradecimiento y solidaridad con los otros devotos. Si alguien recibe un favor o un milagro, debe agradecerlo, sino será víctima de la venganza de Sarita.
Al tratarse de una fiesta autogenerada, donde no hay ninguna organización ocupada en formalizarla, su culto es un fenómeno vivo que va mutando según quién lo siga. Su imagen es un ícono vacío que cada quién llena con sus propias fantasías y necesidades mágico religiosas. Cada quien es libre de reinterpretar la estampita y de elaborar una nueva versión para cada aniversario, lo cual supone un atractivo para las clases populares y marginales que se sienten más identificadas con un mito en constante movimiento. Su biografía está plagada de contradicciones, e incluso su muerte tiene tantas versiones como grupos sociales que la veneran.
A Sarita Colonia se le emparenta con el fenómeno de la música Chicha. Ambas son productos vivos que resultan de la migración de la sierra y la selva, hacia la capital. También los transexuales se identifican con esta migración de una realidad a otra, así como con la ausencia de genitales que la leyenda popular reza respecto a un episodio en que ella fue víctima de un intento de violación que no pudo ser concretado porque su vagina desapareció.
Su culto es un fenómeno autogenerado, como la vida de los migrantes o de los transexuales que se inventan una existencia en una ciudad que no les abre las puestas ni define sus espacios o funciones. Al margen de cualquier mirada, desde cero y sin una dirección superior, oficial o estatal, los migrantes van elaborando su historia en una ciudad desconocida.
Quizás, si fuera absorbida por el sistema, perdería su fuerza y dejaría de ser representativa de la población que no se siente identificada con el discurso oficial. La institucionalización del culto obligaría a encasillar la biografía en una versión oficial y a descartar las otras, así como estacionaría la evolución de la imagen de la estampita en una sola y acabaría con la posibilidad de releer constantemente a Sarita desde el ángulo que el devoto la perciba.
Algunos sacerdotes sienten que Sarita Colonia es una especie de emisaria de las clases marginales que buscan pedirle favores y “colarse por la puerta falsa a la Iglesia oficial” que, de otra manera, les haría muy difícil su acceso a Dios. Más aún si se piensa que los santos oficiales de la Iglesia exigen una conducta impecable para poder escuchar a sus devotos y e interceder por ellos. Los seguidores de Sarita sienten que ella los escucha sin juzgarlos ni discriminarlos.
Esta dicotomía entre lo oficial y lo marginal, lo aceptable y lo inaceptable, lo formal y lo informal, se expresa también mediante una oposición interesante entre Santa Rosa y Sarita Colonia. Santa Rosa fue blanca, nació en la capital, fue reconocida por la Iglesia como la primera santa de América y es patrona de la policía. Sarita Colonia en cambio, es nacida en la sierra, es mestiza y migrante, rechazada por la Iglesia, y encima es patrona de delincuentes. Quizás el único reconocimiento que tenga Sarita Colonia es una cárcel en el puerto del Callao con su nombre.
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Javier Ponce Gambirazio, nacido en Lima el año 1967, es psicólogo clínico y ha sido catedrático de la Facultad de Psicología y de las maestrías de Medicina y Educación de la Universidad Peruana Cayetano Heredia.
Ha publicado cuatro novelas, un libro de cuentos y uno de poesía, además de una colaboración en una publicación de varios autores. Ha colaborado con medios escritos del Perú como el diario Expreso y de España, como la revista Letras Libres y el diario El País.
Como investigador audiovisual ha realizado documentales y cortometrajes que han representado al Perú en distintos festivales internacionales.