Perú y Bolivia libran una batalla. Los ejércitos de campesinos de ambos países luchan por el liderato mundial de la producción y exportación del “grano de oro”: la Quinoa, o Quinua, el alimento que en la última década se ha puesto en boca de todo el planeta, debido a sus bondades nutricionales. Raúl Veliz ha vivido en carne propia esta “guerra”. En Salinas de Garci Mendoza (municipio ubicado al occidente de Bolivia y conocido como la capital de la quinoa), Veliz capitanea a un grupo de 200 productores que han perdido terreno frente a la competencia de los agricultores peruanos, que ampliaron su producción (un 119.3%) y sus exportaciones (un 96.6%) entre 2013 y 2014.
Dicho incremento permitió a Perú convertirse en el mayor productor y vendedor de quinoa en el mundo, dejando a Bolivia, que por años encabezó la lista, en el segundo sitio. “Generamos un interés inusitado de parte de los países vecinos, principalmente Perú, después de más de 20 años de dura batalla para encontrar mercado internacional y reconocimiento de nuestro producto”, arguye Veliz en una conversación telefónica.
Hace 10 años, según la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), Perú apenas producía el 6% de la quinoa que se vendía en el mundo, mientras que Bolivia acaparaba más del 90% del mercado, que se consume en la región andina desde hace miles de años, y que históricamente también ha sido cultivada por Ecuador, Colombia y en el norte de Chile y Argentina. Hasta los años setenta del siglo pasado, el grano era casi desconocido fuera de la región andina, dice David Díaz, analista del fondo suizo ResponAbility, dedicado a las inversiones vinculadas al desarrollo.
Hasta entonces, el legado de la colonización española marginó la producción de este producto a costa del trigo y la cebada, comenta Díaz. Además, indica que los bajos rendimientos obtenidos por los agricultores, debido a la escueta demanda internacional, desincentivaron la producción en aquella época, cuando se solía cultivar para uso doméstico. Sin embargo, desde hace más de dos décadas la demanda de quinoa se catapultó en el mundo occidental, hambriento de comida saludable y orgánica.
“Se metió en el mercado gracias a sus cualidades nutricionales”, comenta Tania Santiváñez, oficial de Protección Vegetal de la FAO. En 2013, el alimento vivía años de “ensueño”, comenta Diego Peláez, presidente de la Cámara Boliviana de Exportadores de Quinua (Cabolqui). Fue justo en 2013 cuando se celebró el Año Internacional de la Quinoa y Naciones Unidas clasificó a este producto como un cultivo estratégico para la seguridad alimentaria. Desde entonces, los precios se han disparado, explica Peláez.
En 2009, un quintal (46 kilos) de quinoa tenía un costo en el mercado de 30 dólares, afirma Díaz. “En diciembre de 2013 superó los 300 dólares, multiplicándose por 10”, indica el experto de ResponAbility. Este fenómeno fue el gran dinamizador para que los agricultores peruanos se volcaran con mayor fuerza a la producción y exportación del alimento, comenta Alfonso Velásquez Tuesta, presidente de Sierra Exportadora, organismo público peruano que promueve las exportaciones de la zona andina. En 2014, la producción peruana del grano alcanzó las 114,343 toneladas, un 119.3% que más que en 2013.
En tanto, las exportaciones llegaron a las 36,662 toneladas, generando ingresos récord de 143.3 millones de dólares, según la Superintendencia de Aduanas de Perú. “Bolivia fue pionera en llevar la quinoa a los mercados internacionales”, reconoce Velásquez Tuesta. “Pero los peruanos somos ágiles y nos agrupamos alrededor de este producto y desde el Gobierno se impulsó el desarrollo de una industria”, espeta. Por su parte, la producción de quinoa boliviana logró, en 2014, sólo un repunte del 26.4%, hasta alcanzar a las 77,354 toneladas, un 67% menos que Perú.
Mientras, las ventas al exterior se redujeron un 15%. La bajada fue consecuencia de una sobreoferta, incentivada por la competencia peruana, en Estados Unidos (consumidor del 42% de las exportaciones del mundo), Canadá y Europa (en particular, Francia y Alemania), los principales mercados internacionales de la quinoa boliviana. Para entonces, la batalla comenzaba a dar frutos en uno de los frentes. Perú —que hasta 2013 contribuía con un 26% a las importaciones hacia Estados Unidos— logró en 2014 una cuota del 47.2%. Bolivia redujo su participación del 70% hasta el 48.5%, según información del Gobierno peruano.
Peláez considera que la diferencia en los precios jugó un papel clave en el desplome que ha sufrido Bolivia. “En 2013, una tonelada valía casi lo mismo en los dos países… rondaba los 4,200 dólares”, comenta. Pero en 2014, la alta demanda en el mercado provocó una subida en el coste del producto entre ambas naciones. En 2014, los productores bolivianos —que se han hecho fama por cultivar un grano orgánico único, denominado “quinoa real”—, subieron el precio un 50% (superando los 6,600 dólares), mientras que el coste por tonelada de Perú —que había masificado el cultivo permitiendo el uso de plaguicidas—, había despuntado un 28%, llegando a 5,500 dólares, según Cabolqui.
El precio, sin embargo, bajó en 2015 debido a que Estados Unidos, principal importador de quinoa, paralizó la compra del producto, principalmente el peruano, al detectar residuos de pesticidas en algunos embarques. En 2015, la tonelada se vendía en promedio un 35% más barata. La expectativa del representante del gremio boliviano es que el precio se mantenga estable durante 2016, a la espera de una competencia más férrea por el mercado en los próximos años, pues más de 50 países han empezado a cultivar el alimento. La FAO sostiene que al final de esta década las exportaciones de quinoa alcanzarán las 100,000 toneladas, más del doble de lo que se comercializó en 2013. “La quinua se convertirá en una materia prima clave”, remata Peláez.