Si me preguntan qué fue lo más interesante que me dijo el secretario de Estado, John Kerry, cuando lo entrevisté la semana pasada, probablemente no fue ninguna de sus declaraciones sobre los derechos humanos en Cuba que generaron grandes titulares, sino su admisión de que Estados Unidos y Cuba están hablando a puertas cerradas sobre la crisis de Venezuela.
Durante la entrevista en Washington D.C. poco antes de su viaje del 14 de agosto a La Habana, Kerry me dijo que Estados Unidos desea que Venezuela cumpla con las normas interamericanas de derechos humanos, y que las elecciones legislativas del próximo 6 de diciembre en Venezuela cuenten con observadores internacionales creíbles.
Cuando le pregunté si se tocó el tema de la crisis de Venezuela durante las conversaciones entre Estados Unidos y Cuba para normalizar sus relaciones diplomaticas, Kerry contestó afirmativamente.
“Sí”, dijo Kerry. “Hablamos muy específicamente sobre el deseo de Estados Unidos de tener una relación con el pueblo venezolano que aumente la capacidad del pueblo de Venezuela de sentirse protegido, respetado, representado, de poder ver mejorar sus vidas”.
Cuando le pregunté cuál fue la respuesta de Cuba, Kerry dijo que “ellos (los cubanos) no hicieron ninguna promesa, pero espero que transmitan (a Venezuela) que lo que estamos haciendo ahora con ellos (los cubanos) es beneficioso, así que por qué Venezuela no habría de tomar también el mismo camino?”.
O sea que la administración del presidente Barack Obama le ha pedido a Cuba, que ahora tiene relaciones diplomáticas plenas con Estados Unidos, que le ayude a convencer a Venezuela de normalizar sus relaciones con Washington, y —lo que sigue es mi propia interpretación de las palabras de Kerry — que le pida al presidente venezolano Nicolás Maduro que libere a los presos políticos y permita observadores internacionales creíbles en las elecciones del 6 de diciembre.
Es cierto que, a primera vista, la idea de que Estados Unidos le pida Cuba — una dictadura militar que no ha permitido elecciones libres en más de cinco décadas — ayuda para realizar elecciones libres en Venezuela suena disparatada.
Pero si uno mira las cosas fríamente, tiene sentido. Tanto Estados Unidos como Cuba tienen un interés común en Venezuela, que es el de impedir que ese país se convierta en un Estado fallido, que es el término que usan los diplomáticos internacionales para describir a los países que caen en un caos económico y político total.
“El gobierno cubano es experto en mantener el orden público”, me dijo Jorge Sanguinetty, un economista cubanoamericano y autor del libro “Cuba: presente y futuro”, tras escuchar la entrevista con Kerry. “Cuba puede ayudar a evitar que Venezuela se convierta en un Estado fallido”.
Imaginemos por un instante las graves consecuencias que podría tener tanto para Estados Unidos como para Cuba la posibilidad de que Venezuela cayera en un caos total y se volviera ingobernable (algo que podría suceder, considerando que Venezuela ya tiene la inflación más alta del mundo, el crecimiento económico más bajo de América Latina y uno de los mayores índices de homicidios de la region):
Para Cuba, significaría el fin de los subsidios masivos de petróleo venezolano a la isla. Aunque la economía de Venezuela está cayendo en picada y los venezolanos deben hacer largas colas en los supermercados para conseguir carne o leche, el gobierno venezolano sigue dando a Cuba subsidios masivos de petróleo a cambio de asesoramiento político, económico y de seguridad, y de la presencia de miles de médicos y maestros cubanos en Venezuela.
Para los Estados Unidos, un Estado fallido en Venezuela —o sea, la ausencia de un gobierno central capaz de mantener el control sobre su territorio — podría convertir a Venezuela en un refugio de terroristas y narcotraficantes colombianos, que podrían adueñarse de una parte del país y desestabilizar a Colombia desde allí. Eso podría ser también una amenaza para la estabilidad democrática de Brasil y gran parte de América del Sur.
Mi opinión: Kerry no entró en más detalles sobre las conversaciones con Cuba sobre Venezuela en nuestra entrevista, pero su admisión de que los Estados Unidos y Cuba están hablando de la crisis venezolana me hace pensar que hay más en juego en las conversaciones de normalización entre Estados Unidos y Cuba de lo que parece a simple vista.
No hay duda de que suena raro que Cuba — de todos los países — se convierta en un intermediario para ayudar a restaurar una semblanza de orden económico y político en Venezuela. Pero Obama ya ha mandado a un funcionario de alto rango del Departamento de Estado, Thomas Shannon, a conversar directamente con el gobierno venezolano, y todo parece indicar que está recurriendo a Cuba para ayudar a lograr un aterrizaje suave de la crisis venezolana.