Este miércoles 24 de junio a las 19:30 proyectaremos la primera película alemana de postguerra “Los asesinos se encuentran entre nosotros” (Die Mörder sind unter uns), de Wolfgang Staudte, (b/n, 90 min., 1946). Auditorio del Goethe-Institut—Jr. Nazca 722—Jesús María. Ingreso libre—capacidad limitada.
Wolfgang Staudte, b/n, 90 min., 1946
Cine en el Auditorio
24.6.2015, 19:30
Goethe-Institut Lima, Jirón Nazca 722, Jesús Maria
Ingreso libre, capacidad limitada
Alemán con subtítulos al español
+51 1 433 3180
cultural@lima.goethe.org
Los asesinos se encuentran entre nosotros
Con: Ernst Wilhelm Borchert, Hildegard Knef, Arno Paulsen, Robert Forsch, Erna Sellmer, Michael Günther, Elly Burgmer
Cámara: Friedl Behn-Grund
1945: Berlín – una ciudad en ruinas. Susanne Wallner regresa desde el campo de concentración a su antigua vivienda, que está ahora habitada por el doctor Mertens, un cirujano. Susanne y Mertens se ven obligados a dividir la vivienda. Mertens se encuentra a Brückner, su antiguo capitán, a quien aquél creía muerto. Brückner, quien durante la guerra ordenó el fusilamiento de más de 100 civiles, es ahora un empresario con éxito. Mertens se decide a velar por la justicia.
Comentario:
Berlín en el 1945, después de la capitulación. La ciudad está en ruinas. Susanne Wallner, que estaba internada en un campo de concentración, vuelve a su antigua vivienda que, entretanto, está habitada por el cirujano Dr. Mertens, que ha vuelto de la guerra con un profundo complejo de culpabilidad. Mertens fue testigo de una ejecución masiva y había intentado sin éxito, y tal vez demasiado vacilante, interponerse. Ahora, el hombre está psíquicamente destrozado, completamente alcoholizado y sin trabajo.
Por necesidad, Susanne y Mertens comparten la vivienda degradada. Susanne encuentra una carta que Mertens tendría que haber entregado a una señora Brückner. La carta contiene el mensaje de la muerte de su marido en el frente, pero Ferdinand Brückner ha sobrevivido la guerra y está construyendo una fábrica en Berlín. Ese mensaje choca a Mertens. Brückner fue el capitán que mandó la ejecución de más de cien civiles en Polonia en 1942. Mertens visita a Brückner quien reacciona con presuntuosidad condescendiente y reluce de optimismo. Mertens quiere matar a ese criminal de guerra de un tiro. El primer intento es frustrado porque aparece una mujer en búsqueda de un médico para su niño que padece difteria. Mertens quien hace unos días fracasó en su intento de volver a su profesión a causa de su disposición psíquica, salva la vida del niño en una operación de emergencia – que le salva también a él de convertirse en asesino.
Mertens y Susanne se han acercado; pero el pasado siempre se impone al hombre. La primera Nochebuena de la posguerra, Mertens sale de la vivienda, otra vez con la intención de matar a Brückner. Esta vez interviene Susanne. Se van juntos. Se ve a Brückner como si estuviera encarcelado, pero en realidad se encuentra sólo detrás de la reja de su fábrica. El criminal de guerra insiste en su impunidad.
DIE MÖRDER SIND UNTER UNS fue la primera película que se rodó en Alemania después de la guerra. Wofgang Staudte, titular de una licencia inglesa para su producción cinematográfica, solicitó sin éxito el beneplácito de los aliados occidentales para su exposición del tema. Al final, la Defa (en aquel momento, en fase de constitución) domiciliada en la zona de ocupación soviética, se encargó de la producción de la película. En el guión original se mata a Brückner de un tiro, a deseo del oficial soviético de cultura; no obstante, se cambió este fin – no se quería propagar la autojusticia. “Los crímenes de la época de la guerra están todavía como encubiertos por un velo. La película DIE MÖRDER SIND UNTER UNS formula la depresión, el desconcierto que existía en los momentos inmediatamente después. Es un llanto fúnebre.” (Egon Netenjakob en “Staudte”, Edition Filme No. 6, Berlín 1991)
Esta película es ante todo el primer intento del cine alemán de abogar el tema de los crímenes del nazismo. Los acontecimientos estaban todavía demasiado recientes para entrar en un análisis profundo. Hildegard Knef realizando el papel de Susanne Wallner no convence. Una belleza, recién vuelta del campo de concentración, atendiendo con bondad femenina a un confuso Mertens. Cuando el cirujano salva a un niño de la muerte por asfixia con medios muy primitivos o, más adelante, cuando describe su primera intervención quirúrgica, una operación de pulmón, nos recuerda, visto desde la perspectiva actual, las series televisivas de médicos y hospitales.
El logro destacado de Staudte consistió entonces, en haber tocado el tema del pasado más reciente y en haber estudiado su influencia sobre el presente, en una época en la que otras producciones empezaban ya a suprimir los elementos históricos. De este modo DIE MÖRDER SIND UNTER UNS fue también una película auténtica sobre los intentos muy diversos de diferentes personajes de orientarse en la destrucción, o incluso de arreglarse con la misma. El apasionamiento que se nota a veces pertenece a los que han sobrevivido el horror.
Tal vez, Staudte mismo sintió el peligro de que la película se quedara deficitaria en algunos aspectos y por ello, introdujo el episodio de un viejo, el óptico Mondscheint, que en vano espera una noticia de su hijo caído y malinterpreta el mensaje de un astrólogo sin escrúpulos – fue un tiempo próspero para los negociantes de la metafísica – para suicidarse. En cuanto al estilo, DIE MÖRDER SIND UNTER UNS es una mezcla lograda de tradiciones expresionistas y la vista exacta del documentador. Constantemente, los caminos llevan a los protagonistas por los interminables campos de ruinas de la que había sido la capital del Reich; la película contiene una gran cantidad de imágenes auténticas de la destrucción. Al mismo tiempo, las ruinas se alzan al cielo como oscuras edificaciones expresionistas, resaltadas por los efectos de luz y de sombra y como si fueran proyectadas por un arquitecto cinematográfico de los años veinte. Una y otra vez, los protagonistas de Staudte aparecen ante espejos y cristales rotos, como si la imagen del mundo hubiera recibido grietas irreparables, al mismo tiempo, los marcos de los espejos, al igual que luego en las películas de Fassbinder, proporcionan un estrechamiento visual de las figuras. Al final Susanne Wallner afirma: “No tenemos derecho a hacer justicia”, y Mertens replica “Pero tenemos la obligación de denunciar los crímenes.” Con esta película, Staudte contribuyó decisivamente a este proceso.
Hans Günther Pflaum