Hace seis décadas, Luis Alejandro Velasco era un marino veinteañero anónimo. Era un tripulante más del A.R.C Caldas, barco militar colombiano que regresaba a su patria luego de haber pasado una temporada en los astilleros de Alabama.
Una suma de coincidencias y mala suerte hizo que estuviera en la cubierta de la embarcación el 28 de febrero de 1955 cuando un fuerte oleaje lo arrojó al mar Caribe. Pero no cayó solo. Como él, terminaron en el agua un puñado de sus compañeros y parte de la carga del Caldas. Sin embargo, Velasco fue el único que, diez días después, llegó con vida a tierra firme.
Esta aventura de sobrevivencia le granjeó fama inmediata en su patria. Meses más tarde, por una considerable suma de dinero –7,000 pesos colombianos de la época–, estampó su firma en una crónica por entregas que publicó el diario bogotano El Espectador en 1955.
No obstante, quien estaba detrás de la narración fungiendo de ‘negro literario’ no era otro que un bisoño Gabriel García Márquez, redactor de ese matutino.
Ya cuando Gabo era un escritor famoso se reunió este material y se publicó bajo el largo título de Relato de un náufrago que estuvo diez días a la deriva en una balsa sin comer ni beber, que fue proclamado héroe de la patria, besado por las reinas de la belleza y hecho rico por la publicidad, y luego aborrecido por el gobierno y olvidado para siempre o, simplemente, Relato de un náufrago, en 1970.
Noble tradición
Esta obra, usada ocasionalmente como modelo de crónica periodística, es un ejemplo de la numerosa bibliografía que existe sobre naufragios. Tal vez el libro que primero viene a la mente de la mayoría es el de Robinson Crusoe, del inglés Daniel Defoe.
Dicha obra, publicada en 1719, se especula que se basa en las peripecias de dos marinos que sobrevivieron a pesar de su aislamiento. Uno es el caso del español Pedro Serrano en el mar Caribe, en el siglo XVI, y el otro es el del escocés Alexander Selkirk, quien resistió en una isla desierta de la costa central de Chile por cuatro años, en el siglo XVII.
Un título también histórico e imprescindible, pero menos popular, es Naufragios y comentarios, del conquistador español Álvar Núñez Cabeza de Vaca. En él cuenta las cuitas que deben afrontar los sobrevivientes de una expedición a la península de La Florida en los primeros años de la presencia europea en América.
Otras publicaciones que abordan el tema del naufragio no siempre tienen una relación con hechos reales. Por ejemplo, hace un par de años, el peruano Peter Elmore publicó El náufrago de la santa. El novelista comentó al Diario Oficial El Peruano que la historia le llegó como inspiración.
“Hace varios años, diez o doce, me vino la imagen que abre la novela: un náufrago en una playa de piedras, rescatado en la madrugada por hombres que lo creen muerto”, recordó.
Exitosos náufragos
Un caso más es el de La vida de Pi, del canadiense Yann Martel. Esa novela, cuya adaptación al cine hecha por el taiwanés Ang Lee compitió por el Oscar hace dos años, cuenta cómo un joven interesado en explorar su espiritualidad sobrevive en un bote por más de 200 días junto a un tigre de Bengala.
En la mayoría de estos casos, el naufragio es el catalizador que impulsa a los protagonistas a dar lo mejor de sí mismos para resistir. En el último ejemplo que damos, algunos han visto en el felino una metáfora de la tenacidad que debió mostrar el protagonista para aguantar. Quizá por ese estar en el límite es que, aún seis décadas después, el relato de Luis Alejandro Velasco siga fascinándonos.
Después de la fama
En 1970, el relato que se publicó por partes sobre la odisea de Luis Alejandro Velasco se reunió y vio la luz como un libro, decíamos. Gabriel García Márquez cedió las regalías al protagonista de las ediciones en español. Sin embargo, tiempo después, el náufrago pidió también las regalías en otros idiomas.
Su reclamo, desestimado por la justicia de su país, ocasionó que el Nobel de Literatura 1982 retirara su concesión y destinara lo recaudado a una fundación. Aunque Velasco –fallecido en 2000, a los 66 años, por un cáncer de pulmón– se arrepintió de su pretensión, no hubo reconciliación con el novelista.
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