Desde los años 40, la introducción de antibióticos como la penicilina, permitió curar infecciones que ahora son amenazas leves y antes podían resultar mortales. Desde entonces y hasta los años sesenta, se descubrieron la mayor parte de estos medicamentos que situaron a los humanos en una ventajosa posición en su guerra contra las bacterias dañinas. Sin embargo, las tornas parecen haber cambiado. En los últimos tiempos, el arsenal contra los microorganismos patógenos se ha estancado y las bacterias han desarrollado resistencias ante los antibióticos existentes.
Según cuenta esta semana en la revista Nature Gerard Wright, investigador de la Universidad McMaster, de Canadá, uno de los motivos para este estancamiento es la falta de interés de la industria farmacéutica. Esto se debe a que, en un trabajo que necesita una gran inversión, como la búsqueda de nuevos medicamentos, la impredecible aparición de resistencias no permite saber si se va a poder recuperar el dinero antes de que la adaptación de las bacterias haga inútil el antibiótico.
Otro de los factores que está dando espacio para que muchas bacterias vuelvan a ser peligrosas es el agotamiento de los caladeros en los que los microbiólogos han pescado la mayor parte de los antibacterianos. Entre 1940 y 1960, la edad dorada de los antibióticos, las bacterias del suelo y algunos hongos fueron testados para observar su capacidad para producir compuestos letales para bacterias causantes de enfermedades. Sin embargo, en los últimos años, estas técnicas no han detectado nuevos antibióticos y la posibilidad de crear antibióticos sintéticos para sustituir los cosechados de la naturaleza tampoco ha tenido mucho éxito.
La OMS advirtió de que la resistencia microbiana pone en peligro los logros de la medicina moderna
Esta semana, también en Nature, un equipo de científicos liderado por Losee Ling, de la compañía biotecnológica estadounidense NovoBiotic Pharmaceuticals, ha presentado una nueva tecnología que puede ampliar el espacio de búsqueda de antibióticos. Hasta ahora, el número de especies que se pueden cultivar en laboratorio suponen solo un pequeño porcentaje de todas las que se pueden encontrar en el suelo. Para superar ese problema, los investigadores emplearon unas membranas semipermeables en las que podían introducir las bacterias para tenerlas en un entorno controlado, manteniéndolas al mismo tiempo en contacto con su entorno natural para que se desarrollen normalmente.
Tras analizar 10.000 cepas de bacterias, y ver su actividad antimicrobiana frente a la bacteria Staphylococcus aureus, responsable de enfermedades como la conjuntivitis o la meningitis, encontraron una interesante. La bacteria Eleftheria terrae producía un compuesto, la teixobactina, que mostró sus virtudes antibióticas contra patógenos como Clostridium difficile, causante de diarreas, o Bacillus anthracis, que provoca el ántrax. Después, se probó, con éxito, la efectividad de la teixobactina para combatir infecciones en ratones. Además, los investigadores no observaron la aparición de resistencias significativas ante el compuesto.
La nueva tecnología permite cultivar bacterias que antes no se podían aprovechar al no crecer en laboratorio
“Lo más interesante es que esta metodología permite aprovechar bacterias que habitualmente no se conseguirían cultivar y amplía mucho el rango de especies que se pueden utilizar para buscar antibióticos”, explica Jesús Mingorace, investigador del Instituto de Investigación Hospital Universitario La Paz (Idipaz). Sobre el descubrimiento particular de la teixobactina, Mingorace señala que se trata de un tipo de antibiótico que ataca a un tipo de bacterias denominado Gram positivo, con una sola membrana de protección y más fáciles de atacar. “Lo que ahora se busca más son mecanismos contra bacterias Gram negativas, que tienen una membrana doble que muchas moléculas no logran penetrar y en las que aparecen más resistencias”, añade.
Por ahora, el problema de las superbacterias afecta principalmente en el entorno hospitalario, donde aparecen resistencias múltiples a los antibióticos y producen infecciones a personas que sufren otras enfermedades y tienen menos recursos para combatirlas. Fuera de los hospitales, salvo casos excepcionales como algunas infecciones de orina, no suponen un problema crítico. No obstante, en un informe presentado en abril del año pasado, la Organización Mundial de la Salud (OMS) advertía de que el problema de la resistencia microbiana es tan grave “que pone en peligro los logros de la medicina moderna”. La nueva tecnología para mejorar la búsqueda de antibióticos presentada hoy puede ser una herramienta para hacer frente a ese riesgo.