Lunes, 25 de Noviembre del 2024
¿Aquel incidente se produjo simple y llanamente por amor a la poesía, o bien fue una travesura perversa de pronóstico reservado?
Todo empezó en 1904, cuando el correo trajo a Lima un periódico de lispaña donde se habían publicado los versos del joven poeta Juan Ramón Jiménez. Dos muchachos limeños, que también eran poetas, José Gálvez y Carlos Rodríguez, quedaron deslumhrados ante su novedosa forma de versificar y se propusieron obtener más poemas de aquel desconocido. Decidieron escribirle, pero entonces pensaron: “¿Nos contestará? ¿Podría interesarle a él la fascinación y el apremio de unos jóvenes vates de ultramar’.'” Apostando por lo seguro, recurrieron a la impostura, al travestismo epistolar: le escribieron simulando ser una mujer, una bella y jovencísima admiradora de su poesía. Y, por cierto, dieron en el blanco. Juan Ramón, que era igualmente joven, contestó lleno de ilusión y, a partir de aquellas cartas, los muchachos peruanos se convertirían en Georgina Hübner, la musa de uno de los más bellos poemas de la lengua castellana, sin imaginar que desatarían un torbellino de enredos muy similar a los de esos vaudevilles con ráfagas de melodrama. La historia de estos ingenuos impostores peruanos, así como la de verdadera Georgina Hübner, una chica limeña que existía en la vida real aunque ignoraba lo que se tramaba a sus espaldas, se difundió secretamente como una jocosa y melancólica anécdota literaria entre las ciudades de Lima y Madrid. Pero luego, una vez descubierto los hilos del engaño, sus consecuencias empezaron a crecer y crecer, hasta el punto de transformar la vida de cada uno de los personajes involucrados en el juego.
Un Fraude Epistolar, la más reciente pieza teatral de Fernando Ampuero, recoge una bellísima y divertida historia real que hoy se nos presenta como una metáfora del poder de la ilusión y la poesía.
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Galería:
Fotos: Jonathan Avellaneda.
