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Argentina y Justin Bieber tienen mucho en común

Publicado el 06/02/14

Un chiste que circula en internet dice que si Argentina fuera una celebridad, sería Justin Bieber: un adolescente rico e irresponsable que siempre se mete en problemas, repite los mismos errores, y le echa la culpa a otros.

El chiste, que fue contado por primera vez por el profesor de la Universidad Internacional de Florida Jerry Haar en una reciente conferencia en Miami, no podría describir mejor lo que está ocurriendo en Argentina en estos momentos, y lo que ha ocurrido tantas veces en el país sudamericano en las últimas seis décadas.

Al igual que Bieber, el cantante de 19 años que entre otros roces con la ley fue recientemente arrestado en Miami Beach por conducir su Lamborghini amarillo a exceso de velocidad y aparentemente alcoholizado, la presidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner vive desafiando al mundo. Ha dilapidado la mayor bonanza de materias primas de la historia reciente del país en una fiesta populista, y ahora culpa a otros por la inflación, la masiva fuga de capitales y la economía que se desmorona.

“Qué c… hice de malo? ¿Por qué me detienen?”, le preguntó Bieber al agente de policía de Miami Beach que lo arrestó en su Lamborghini la madrugada del 23 de enero, según lo consigna el informe policial de su arresto.

El discurso televisado a la nación que pronunció el martes la presidenta Fernández no fue demasiado diferente. Podría resumirse en unas pocas palabras: ¿Por qué me culpan a mi de los actuales problemas del país?

Fernández culpó a los banqueros argentinos, a los dueños de supermercados y a los medios opositores por el brote inflacionario y la fuga de capitales que padece el país. Sin embargo, los problemas actuales de Argentina fueron creados por el gasto desenfrenado del propio gobierno en subsidios para ganar votos.

Desde el 2003, cuando el difunto esposo de Fernández, Néstor Kirchner, asumió la presidencia, el gasto del gobierno central aumentó desde el 15 por ciento hasta el 29 por ciento del PBI del país, según un nuevo estudio realizado por la Fundación Mediterránea y el instituto de investigación IERAL.

El dinero se usó principalmente para subsidiar la electricidad, el transporte y otros servicios públicos. Al mantener los precios subsidiados, al otorgar enormes asignaciones en efectivo a los pobres, Fernández creó una ilusión de riqueza, aduciendo haber inventado un nuevo “modelo” económico. Esa ilusión fue creída por muchos mientras los precios mundiales de las materias primas se mantuvieron altos y Fernández tuvo dinero para repartir, pero se acabó cuando los precios de las materias primas se estancaron.

La inflación llegó al 26 por ciento el año pasado, y según algunas estimaciones, será muy superior este año. El gobierno de Fernández alega que la inflación fue del 10.5 por ciento el año pasado, pero esa cifra no es aceptada por el Fondo Monetario Internacional (FMI) ni por ninguna otra institución financiera mundial.

No resulta sorprendente que los argentinos, cada vez más nerviosos, estén corriendo a comprar dólares y departamentos en Miami para protegerse de nuevas devaluaciones.

Las reservas del Banco Central se han desmoronado de $53,000 millones en enero del 2011 a $28,000 millones hoy.

Y a diferencia de otros países que pasan por épocas difíciles, Argentina no puede conseguir inversiones extranjeras o préstamos, porque repetidamente se ha declarado en “default”. Los historiadores dicen que Argentina ha suspendido sus pagos a sus acreedores al menos cinco veces desde que se independizó de España a principios del siglo XIX.

“Las crisis financieras argentinas son un fenómeno recurrente,” me dijo Walter Molano, un economista que acaba de publicar un libro titulado “En el país de la plata: 200 años de desarrollo político-económico en Argentina”. Muchos otros países latinoamericanos han suspendido el pago de sus deudas, pero Argentina llama más la atención porque lo ha hecho de manera repetida recientemente, en 1982, 1989 y 2001, me dijo Molano desde Londres.

¿Cómo terminará esta última crisis?, le pregunté. “Como siempre”, respondió Molano. “Habrá un nuevo gobierno que tendrá que imponer un paquete (de medidas de austeridad) con aumentos de los precios de la electricidad cada tres meses, y un acuerdo con el FMI para conseguir una línea de crédito de $10,000 millones a $12,000 millones para poder recuperar la confianza y volver a acceder a los mercados de crédito”.

 Mi opinión: Ya hemos visto esta película muchas veces. Al igual que en otras oportunidades, Argentina ha gastado más de lo que tenía, y —a diferencia de Chile, por ejemplo— no ahorró durante los años de vacas gordas para poder vivir bien durante los años de vacas flacas.

Al igual que Justin Bieber, Argentina —un país potencialmente riquísimo, pero arruinado por sus políticas populistas— debería tomar responsabilidad por sus acciones y dejar de culpar a otros por sus propios errores.



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