Son pocos los jugadores peruanos que han tenido una carrera profesional fulgurante como Juan Manuel Vargas, conocido en el ámbito local como “El loco” Vargas. Muchos, por no decir la mayoría, destacan en el medio local, los contratan en el extranjero y, luego de una o dos temporadas intrascendentes, regresan resguardados por el anonimato. Salido de las canteras del club Universitario de Deportes, una vez que Juan Manuel Vargas se posesionó del puesto de lateral izquierdo nada ni nadie lo detuvo hasta llegar al mercado más codiciado de todo futbolista que se respeta: Europa. De Universitario de Deportes pasó a las filas del Atlético Colón (Argentina), luego al Catania (Italia) y después al Fiorentina (Italia). La carrera ascendente del “Loco” Vargas parecía no tener límite. ¿Cuál sería el próximo equipo que lo incorpore en sus filas: El Real Madrid, Roma, Juventus, Barcelona? era la pregunta que se formulaban los medios de comunicación del mundo. Sin embargo, muchas veces suele suceder que una piedra en el camino se interpone en el objetivo trazado: Una enfermedad, una lesión, una tragedia familiar, una mala negociación, una mujer.
Si tuviéramos que hurgar en la época dorada del fútbol peruano y elegir a un jugador afín a Juan Manuel Vargas no dudaríamos en señalar a Wálter Daga, un zurdo de extraordinaria potencia, capaz de convertir goles de larga distancia, de tiro libre y, sobre todo, de tiro de esquina, los llamados goles olímpicos. Desde sus inicios en Universitario de Deportes Juan Manuel Vargas ya mostraba una zurda privilegiada que le permitía convertir goles desde larga distancia. Al incorporarse al fútbol italiano, el “Loco” Vargas mejoró ostensiblemente en la parte física, adquiriendo una fuerza y resistencia insuperables, y en el aspecto técnico, proyectándose con propiedad por la banda izquierda o en línea diagonal, cambiando de juego al extremo derecho, centrando con suma precisión y disparando con mayor eficacia al arco contrario. Juan Manuel Vargas se había transformado en un jugador de primer nivel.
Un recuerdo imborrable subyace en la mente de la afición peruana cuando se habla de Juan Manuel Vargas con la camiseta peruana: La jugada que permitió que la selección peruana empatara a la selección argentina en el último segundo por las Eliminatoria Sudáfrica 2010. Faltaba muy poco para que culminara el encuentro y la selección argentina no solo estaba ganando sino que tenía el dominio casi absoluto del partido. De pronto, Juan Manuel Vargas le roba el balón a Leonel Messi por su sector, se lo entrega a Hernán Rengifo, éste se lo devuelve y Juan Manuel desborda como una locomotora por la banda izquierda, dejando en el camino a Sebastián Bataglia, y saca un centro rasante a Johan Fano, quien de preciso cabezazo convierte el gol del empate. Para una selección que desde el inicio del proceso eliminatorio había comenzado a materializar su eliminación y con un técnico, José del Solar, que había castigado sin piedad a cuatro imprescindibles, Claudio Pizarro, Andrés Mendoza, Santiago Acasiete y Jefferson Farfán, la celebración del gol de Fano por parte de los cincuenta mil hinchas que colmaban las instalaciones del estadio parecía a todas luces desproporcionada. Como sea, el “Loco” se metió en el bolsillo a la afición.
Éxito, fortuna, prestigio, fama, Juan Manuel Vargas creyó tenerlo todo en sus manos, pero cuando la vio sintió que no tenía nada. Alta, joven, hermosa por donde se le viera y desde el ángulo que se le viera, un monumento de carne y hueso que en movimiento le hacía vibrar hasta el alma, y con un tono de voz y maneras de chiquilla que la hacían irresistible. Antes de que pudiese plantearse el dilema de aceptar o rechazar la propuesta que el destino le brindaba, pues él era un hombre con pareja e hijos, Tilsa Lozano ya había colmado su ser, de manera que el acto de dejar pasar semejante ocasión le hubiera parecido una traición. A partir de ese momento Tilsa Lozano pasó a convertirse en el centro de su existencia, desplazando sin mayores inconvenientes su hasta entonces máxima pasión: El fútbol. Las sesiones de entrenamiento se relajaron; el esfuerzo físico y mental que desplegaba en la cancha viró hacia un norte ahíto de sensualidad, desenfreno, y locura.
Cuando comenzó las Eliminatorias para el Mundial Brasil 2014 a Juan Manuel Vargas no lo quería nadie, ni los grandes de Europa que pugnaban por él hace tan solo unos años atrás ni la misma Fiorentina, su equipo de entonces. El único que deseaba contar a toda costa con él era el técnico de la selección peruana Sergio Markarián, quien al parecer le había garantizado la titularidad a lo largo del todo el proceso. De otro lado, cierto sector de la prensa lo había bautizado como uno de los Cuatro Fantásticos, al lado de Claudio Pizarro, Jefferson Farfán y Paolo Guerrero. A juzgar por su rendimiento en la cancha, estaba claro que Juan Manuel Vargas no había quedado ileso de su borrascoso romance con Tilsa Lozano; al frente veíamos a un jugador en ruina, gordo, pesado, lento, y sin potencia en la pegada. Eso sí, nunca abjuró de su condición de fantástico, pues ningún contratiempo le impidió ingresar al gramado: Enfermo, lesionado o en estado etílico siempre estuvo dispuesto a entregarse por su selección.
Al borde del abismo, Juan Manuel Vargas reflexionó sobre su situación, replanteó su vida y retomó la senda que lo había llevado a la cima. Como el Ave Fénix, el “Loco” Vargas comenzó a resurgir de sus cenizas, mejor aún, de los despojos que lo había dejado su relación con Tilsa Lozano, reconciliándose con su mujer e hijos, volviendo a la vida disciplinada y entrenando más fuerte que nunca.
POR: RVP