Lima, ago. 20 . La ministra de Cultura, Diana Álvarez-Calderón, mostró hoy algunos hallazgos hechos en el Centro Arqueológico Mateo Salado, en el distrito de Pueblo Libre, como ceramios y el cuerpo de un niño envuelto en telares.
Según explicó, todos estos elementos se encontraron en el proceso de investigación, conservación y puesta en valor en la Pirámide E de la zona arqueológica monumental de Mateo Salado.
El centro arqueológico se halla entre el distrito de Pueblo Libre y el Cercado de Lima, y está integrado por cinco pirámides escalonadas.
El primer grupo de hallazgos se compone de diversos objetos pertenecientes a un cementerio de época inca que ocupó la cima de la pirámide y que han sido recuperados pese al intenso huaqueo que sufrió el área durante decenios.
Es un conjunto de vasijas, tanto locales como de influencia norteña (Chimú), ceramios y ornamentos de arcilla en miniatura, un prendedor de hueso que representaría la cabeza de un cóndor, pinzas de metal, implementos para elaborar textiles, etc.
Asimismo, se descubrió el cuerpo completo de un niño que fue enterrado en una suerte de paquete tubular formado por un textil de algodón, cuyo extremo fue cerrado con un tejido de lana.
Se ha podido determinar que hubo 26 entierros en un área de apenas diez metros de lado en la cima de la pirámide.
Por otro lado, en un área aparentemente libre, entre las pirámides A y E se descubrieron terrazas sumamente extensas y restos de pórticos y plazas.
La inversión en mano de obra para construir estas estructuras debió ser enorme, pues los arqueólogos concluyeron que se niveló y escalonó un terreno muy amplio con miles de metros cúbicos de tierra y piedras.
Bajo la perspectiva del proyecto de recuperar la historia total del monumento como un continuo cultural, y no meramente como un sitio prehispánico, se han registrado hallazgos de época republicana. Tal es el caso de un entierro del siglo XIX o principios del XX.
Es un individuo en cuyo ataúd de madera se encontró una pipa china, copas, una tijera y otros elementos. Sin embargo, no se trataría propiamente de un culí, sino de un descendiente de estos, que ya había adquirido la vestimenta y otras costumbres locales.
Lo complicado que puede resultar el registro de un entierro como este en campo (dado lo complicado de los textiles mortuorios que lo envolvían) se solucionó apelando a técnicas modernas de registro como el uso de un escáner tridimensional.