La producción gallega El triste olor de la carne del guionista y realizador chileno Cristobla Arteaga se encuentra participando en la sección Forum for independents del reconocido Festival de cine checo Karlovy Vary.
El filme, cuyo presupuesto total del rodaje y distribución actual no pasó de los 3.000 euros, tuvo la ciudad de Vigo como plató y fue rodado a principios de este año 2013.
Hasta la ciudad checa Karlovy Vary para disfrutar de las excelencias de este festival que goza de un merecido prestigio internacional se ha desplazado Cristóbal Arteaga. Le acompaña su equipo gallego, el actor protagonista Alfredo Rodríguez, la directora de casting Xoana Baz, y los responsables de la productora Deica audiovisual Pablo Kaufmann, director de fotografía, y Pio Cribeiro, cámara.
Es ya todo un premio para este proyecto financiado gracias al crowdfunding participar de este festival categoría A, uno de los festivales de cine más antiguos del mundo.
El triste olor de la carne (The sad smell of flesh) es una obra de autor que responde a su realidad social, se trata de un filme alejado del cine comercial. Arriesgada en su estilo narrativo, arriesgada en su limitadísimo presupuesto, y arriesgada por el momento en que se realiza, en el marco de esta realidad fantasmagórica a través de la cual esta España nos devora con paso firme.
El director pone un sello de sinceridad y autenticidad en el resultado que nos brinda, es fiel al espectador siéndose fiel a sí mismo, no intenta suavizar ni complicar las situaciones con rodeos o sugerencias, ni manipularlas para quedar bien con el gusto mayoritario.
Cristóbal Arteaga, de origen chileno afincado en España, elige un único plano secuencia para contar su historia convirtiendo al espectador en otro personaje que sigue al protagonista escudriñándole de cerca, sintiendo su respiración, moviéndose a su ritmo, en tiempo real viviendo una angustia poco manifiesta pero presente que le inquieta, molesta y tensa hasta ese final que esperamos.
“¿Qué pasa por la cabeza de una persona cuando va a perder su hogar? ¿Cómo es posible que no haya una instancia real de diálogo entre los bancos y las personas? ¿Cómo llegamos a una realidad en la que miles de desahuciados esconden la noticia a su familia? ¿Cómo se antepone la propiedad privada a los seres humanos?” Son algunas de las preguntas que hubo de plantearse el director. Otras tantas las que el espectador va a formularse al terminar de ver su filme, tras ese telón que se cierra a negro, un negro de sueños truncos de una familia que también podría ser la nuestra.
El sonido, “deficiente” por motivos técnicos, forma parte de la estética del filme que busca igualarse a la estética de la propia vida, en cuyos fines no estuvo garantizarnos un sonido “impecable”, sino todo lo contrario: “El sonido también es realista, escuchamos lo que escucha la cámara. La idea es obtener un sonido “imperfecto” donde se ocultan frases y palabras, dependiendo del entorno, un sonido que suena a la vida, ajeno a concesiones estéticas”, plantea su director. Y en efecto, escuchamos lo que escucha la cámara que es lo más parecido a lo que llegaríamos a escuchar en la vida diaria, y a veces no escuchamos porque como en la vida diaria, el entorno nos roba y oculta sonidos, y hay cosas que el ruido o simplemente nuestra propia “incapacidad” para escuchar, no nos permite escuchar.
Este detalle que a quienes van buscando otro tipo de cine puede llegar a molestar o ver como deficiencia del filme, es sin embargo un recurso artístico al que recurre conscientemente Cristóbal Arteaga, recurso que llevará al espectador a centrar su atención en otros detalles, llevándolo hacia el interior para que intente descifrar lo que no está a la vista, a completar el dibujo del personaje que la pantalla le muestra. Y despertará su curiosidad por saber, aunque no hay demasiadas cosas de las que enterarse pues de ello no se trata, de lo que se trata es de vivir, de caminar, de sentir junto al protagonista sus últimos minutos antes de que le desahucien de lo único que posee.
Para obtener sus objetivos, para trasmitirnos todos sus conceptos el guionista y director Cristóbal Arteaga ajeno a concesiones nos ha invitado a partir con Alfredo Barrera, su protagonista, hacia esos nuestros destinos diarios con esa sensación de que no llegamos a tiempo a ellos. Con Alfredo Barrera hacemos un último intento por solucionar lo imposible. Esa cámara siempre cercana que se mueve persistentemente a la misma distancia invitándonos a ser testigos silenciosos, a no hacer juicios de valor, termina por multiplicar a Alfredo, a llenar la sala de Alfredos. Al cumplimiento de estos objetivos colabora armoniosamente la interpretación precisa y natural del actor Alfredo Rodríguez quien se desenvuelve excelentemente integrado a los objetivos que la estética del filme plantea rematando las ideas del realizador.
Nos sabemos –tras ver el filme- más que nunca desahuciados, desalojados de aquello que es nuestro y nos pertenece por naturaleza humana: el espacio de nuestro techo, nuestra familia, nuestra vida, robados de toda esperanza y sueño, expulsados del camino de la existencia por un poder absurdo que no vacila en acorralar hasta destruir sin miramiento a sus congéneres.
El triste olor de la carne me hace reflexionar sin embargo incluso mucho más allá de los desahucios de la vivienda, una temática social escandalosa que sacude a una buena parte de la población de la España presente. La obra, por analogía, es una incitación a hacernos además conscientes de todo lo que a diario nos es arrebatado
El filme, cuyo presupuesto total del rodaje y distribución actual no pasó de los 3.000 euros, tuvo la ciudad de Vigo como plató y fue rodado a principios de este año 2013. Se hizo un ensayo general con todo el equipo el día 31 de enero y se grabó los días 1 y 2 de febrero, dos intentos de plano secuencia cada día, siendo el último intento el válido.
No puedo más que ofrecer mi respeto a todo el equipo por el arrojo y la armonía con que han trabajado, y sentirme orgullosa de la existencia de creadores como estos que en las circunstancias actuales han plantado valor a este proyecto y sacado adelante una película que insta “a la reflexión sobre la dignidad y la vergüenza”, que evidencia “los falsos ídolos, y las medidas erráticas que hoy en día se usan para medir el éxito, la rentabilidad y la calidad de vida en un sistema cada vez más descarado y menos humanista.”