Jueves, 19 de Diciembre del 2024
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El pueblo vivió una emocionante jornada patriótica en Desfile Cívico Militar

Publicado el 30/07/13

Ni el frío ni la humedad mellaron el entusiasmo de los espectadores durante 4 horas

Fiestas Patrias en Lima.- Es la primera vez que Javier disfruta de la Gran Parada y Desfile Cívico Militar. Tiene 21 años y no sería novedad, salvo por una razón: es un joven que tiene discapacidad visual. Y a pesar de haber nacido ciego se desplaza por la calle sin bastón. Lo acompaña una amiga que no quiere declarar, pero que, sin duda, es su soporte para que él viva esta aventura.

“Estoy feliz de estar aquí, de sentir y oír la alegría de la gente, aplaudiendo a los soldados y policías”, comentó a la agencia Andina con discreción, sin explayar más sus comentarios. Sólo agregó que no estudia, que trabaja y vive en San Juan de Lurigancho.

Para el Desfile Cívico Militar de este año se colocaron, por primera vez en su historia, tribunas a partir de la primera cuadra de la avenida Brasil hasta el óvalo ubicado en la cuadra 24 de la popular avenida. Motivo suficiente para que el amor de los peruanos a la Patria no encontrara ninguna barrera que impidiera su expresión.

Por eso, desde tempranas horas de la mañana la gente se desplazaba por la avenida 28 de Julio desde la avenida Garcilaso de la Vega, para llegar a la altura del puente de la Brasil ubicado frente al antes denominado hospital del Niño. Conforme pasaban las horas iba en aumento la cantidad de personas.

Familias completas llegaban de Independencia, Comas, Carabayllo, portando sus banderas bicolor de papel o tela. Algunos, además, llegaron con sus pases, para ocupar la tribuna que les tocaba, y otros acudieron sólo con su entusiasmo, para ubicar un lugar propicio a fin de observar el paso marcial de nuestros soldados.

Es lo que le ocurrió a Elisa Osorio (36), quien llegó “tempranito” con su mamá e hija a “bañarse de peruanidad y a expresar el cariño que uno le tiene a su Patria”, comentó. Ella no se pierde el Desfile Militar desde niña. Así se lo enseñó su madre, doña María Uribe (58), quien también aprendió el mismo amor por el Perú de la autora de sus días, que hoy tiene 83 años.

Los que no tuvieron mucha suerte de alcanzar una tribuna, pero igualito disfrutaron el espectáculo patriótico de pie, fueron unos 90 jóvenes beneficiarios de Beca 18, que estudian computación unos e industrias alimentarias otros.

Ellos pertenecen al instituto Juan Pablo II de Manchay y este año no estaban dispuestos a perderse la oportunidad de aplaudir a sus compañeros del mismo programa social elegidos para desfilar.

Y así como otras personas llegaron ansiosas a ocupar su lugar estratégico, también comerciantes y vendedores ambulantes ocasionales se extendieron como sangre vigorosa por la misma avenida. El olor a chicharroncito caliente, café y carapulca mañanera se fue expandiendo sin encontrar barrera social alguna.

Porque gente de uno y otro sexo, de todas las edades, condición económica y de diversos rincones del país afilaron el apetito para saborear las ofertas alimenticias más variadas. Desde juanes, empanadas de carne, fresas con plátano, arroz con leche, mazamorra, chocolates y galletas, hasta humitas, arroz con pollo y huevitos de codorniz. Lo penoso de esto fue lo sucias que quedaron las calles.

La mañana, que se había anunciado con llovizna y muy húmeda, calentó no sólo por la tibieza del estómago satisfecho, sino por los aplausos y vítores del pueblo cuando aproximadamente a las 10:20 horas empezó el Desfile Cívico Militar.

A partir de ese momento, quienes ocuparon tribunas, sillas, hasta ramas de árboles no dejaron de expresar su emoción ante el paso de los diferentes batallones de las Fuerzas Armadas, Policía y sociedad civil.

Las barras se avivaban cada cierto tiempo, mientras discurrían por la avenida los diferentes destacamentos representativos de cada institución. Una de las que más aplausos, gritos y vivas recibió fue el Ejército, y también el Cuerpo General de Bomberos. Los hombres y mujeres de rojo fueron aclamados por la gente en reconocimiento a su entrega cotidiana y desinteresada en favor de la comunidad.

Cuatro horas duró el jolgorio, protegido todo ese tiempo por estrictas medidas de seguridad de la Policía, que logró, un año más, que el espectáculo cívico militar tuviera un epílogo tranquilo y feliz.



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