Con lágrimas, entre ellas las de su secretario y Prefecto de la Casa Pontificia, Georg Ganswein, despidió el Vaticano a Benedicto XVI, tres horas antes de que el 265 sucesor de Pedro deje de ser el líder espiritual de 1.200 millones de católicos de todo el mundo.
Desde varias horas antes de que el papa Ratzinger abandonara el Vaticano para trasladarse a Castel Gandolfo, cardenales, arzobispos obispos, sacerdotes, religiosas y numerosos laicos que prestan su servicio en el pequeño estado, con sus hijos y nietos, aguardaron en el patio de San Dámaso para despedirse.
El ambiente era de tristeza y emoción y ni los vistosos colores de la Guardia Suiza, de la que un piquete con bandera rindió honores, alegraron la espera. Las lágrimas comenzaron a derramarse cuando el papa, apoyado en un bastón, apareció en el patio acompañado del cardenal secretario, Tarcisio Bertone, y sus colaboradores de la Secretaría de Estado.
La emoción era tal que el mismo secretario particular del papa, don Georg, no pudo contener las lágrimas y se le vio visiblemente emocionado.
Mientras tanto en la plaza de San Pedro, a escasos metros del patio de San Dámaso, miles de personas se congregaron ante las pantallas gigantes de televisión ubicadas en la Columnata de Bernini, muchas de las cuales tampoco pudieron contener las lágrimas.
Bajo un cielo prácticamente despejado y sobre los adoquines de la plaza, un grupo de jóvenes alemanas, algunas de ellas vestidas con el traje típico de Baviera, de donde procede Benedicto XVI, dedicaron al Pontífice canciones típicas de su país de despedida.
La melodía acompañada por guitarras tan solo se vio interrumpida por el rezo de un rosario colectivo, al que se unieron fieles de todas partes del mundo. “Estamos tristes, pero es un signo de humildad”, dijo una de las jóvenes alemanas, que subrayó su admiración hacia su compatriota.
La monja mexicana Margarita Trujillo, de las Misioneras Ecuménicas, admitió que estaba “contenta” porque la decisión de Benedicto XVI ha sido tomada “libremente por el bien de la Iglesia”.
La emoción, la tristeza y el respeto se podían leer en el rostro de los fieles cuando apareció el papa en el patio de San Dámaso, momento que quisieron inmortalizar a través de cámaras de fotos, teléfonos móviles y otros dispositivos tecnológicos.
“Estamos muy conmocionados, nos hará falta su presencia. Pero como él mismo dijo, estará con nosotros a través de su oración”, explicó afligido y sin dejar de mirar las imágenes el sacerdote romano don Graziano, que llevaba una pancarta en la que se leía: “El papa es el corazón de esta ciudad”.
Con una bandera de Puerto Rico en la mano, el sacerdote Danilo Martínez Duarte expresó su cariño al papa, pero precisó que a la “Iglesia la guía el Señor y no hay nadie indispensable”.
“Siento tristeza y esperanza. Con su decisión, Benedicto XVI nos enseña que el mañana siempre será mejor y que la barca la guía el Señor”, resaltó el puertorriqueño.
En el momento en el que el helicóptero en el que viaja Benedicto XVI, de casi 86 años, despegó del helipuerto del Vaticano a las 17.07 horas local (16.07 gmt), los congregados en la plaza, mirando al cielo esperando ver el aparato, se despidieron de él con un efusivo adiós, entre lágrimas, y con pañuelos blancos en sus manos.
Muchos fieles se congregaron en las azoteas de los edificios cercanos al Vaticano para ver cómo se alejaba de la colina vaticana el helicóptero que llevaba al papa Ratzinger y en las barandillas colgaron pancartas, una en español, en la que estaba escrito: “Benedicto, gracias por vivir de la fe en verdad y amor”.
Una bandera mexicana acompañaba la pancarta, al igual que otra alemana junto a la palabra “danke”, gracias.
Las campanas de Roma, entre ellas las del ayuntamiento y la grande de la basílica de San Pedro, acompañaron con sus sonidos la marcha del papa Ratzinger, que a partir de ahora, como dijo en su último discurso público, será “un simple peregrino, que inicia la última etapa de su peregrinación en esta tierra”.
Hacía más de 800 años que un papa no renunciaba por voluntad propia al papado, desde que Celestino V lo hizo en el 1294, por lo que la decisión del papa Ratzinger ha marcado un hito en la historia de la Iglesia católica.
Este 28 de febrero de 2013 quedará en los anales. Hasta ahora, los papas morían en su cama del Vaticano, pero hoy el alemán Benedicto XVI, de casi 86 años, abandonó el Vaticano por su propio pie, a bordo de un helicóptero y se trasladó a la residencia de Castel Gandolfo, a 30 km al sur de Roma.