La oposición tiene como su principal carta a Henrique Capriles, quien derrotó al saliente vicepresidente Elías Jaua obteniendo la gobernación de Miranda y quien en octubre quedó a solo 11 puntos debajo de Chávez.
Capriles busca captar a parte del electorado chavista planteando que mantendrá varias reformas sociales y que seguirá el camino de Lula (algo que, sin embargo, hasta Keiko Fujimori ha planteado), pero es difícil que el electorado y las FFAA le abran las puertas a palacio.
Si Maduro convoca pronto a elecciones y las gana en un mes tendría la capacidad de revigorizar a su movimiento.
Un factor clave para el chavismo es el precio de los hidrocarburos. En relación a la década de los noventas, las cuales generaron el malestar que produjo el chavismo, el precio del petróleo es 5 veces mayor y las remesas petroleras se han triplicado.
Sin embargo, casi todas las divisas venezolanas se basan en el oro negro, lo cual genera una ausencia de una diversificación industrial y una potencial bomba de tiempo.
El chavismo ha logrado gran apoyo dentro de los pobres redistribuyendo un a parte de la renta petrolera en ‘misiones’ que han mejorado la educación y salud populares y han hecho que la pobreza caiga a la mitad de la década anterior.
No obstante, la delincuencia y la corrupción crecen mientras que las tasas de inflación y devaluación están por encima del resto de la región.
Mientras el PT brasilero, el Frente Amplio uruguayo o el socialismo chileno han tenido a varios lideres que se han sucedido en la conducción de sus respectivos movimientos o gobiernos, el chavismo se ha estructurado y unido en torno a un solo caudillo, el mismo que hacia de mediador entre todas sus corrientes.
Maduro ha llegado a la vicepresidencia venezolana y luego a la presidencia o a ser candidato del oficialismo sin que medie una elección popular o un proceso de maduración dentro de la base partidaria. Él fue nombrado en su puesto por Chávez después de ganar las presidenciales.
Su autoridad dentro de su movimiento no es unánime y hay pugnas entre él y otros sectores del PSUV (como el de Cabello, líder del legislativo, quien bien podría haber reclamado el derecho constitucional a ocupar la presidencia transitoria).
Maduro continuará con la política externa que él como canciller implementó, pero en el aspecto interno no le será nada fácil mantener la unidad del PSUV ni menos aún querer intentar un segundo sexenio en el 2019.